No, senador John Neely Kennedy; no se equivoque. De no ser por Estados Unidos, México sería el mayor país del continente y sin duda, uno de los más prósperos. En cambio, sin el oro de California y sin el petróleo de Texas, que el país de usted le robó al mío junto con millones de kilómetros cuadrados de territorio, Estados Unidos no habría pasado de ser un hermanito menor de Canadá, un enclave atlántico formalmente independiente, pero condenado al cordón umbilical de la ayuda europea para sobrevivir, algo así como un Israel de América.
Pero no es necesario remontarse al siglo antepasado. Sin la corriente inestimable de mano de obra mexicana, sobrexplotada, criminalizada, perseguida y discriminada, la economía estadunidense habría sucumbido hace décadas a sus competidores del viejo continente y también, desde luego, a la de potencias asiáticas como China e India. Porque, senador John Neely Kennedy, durante la segunda mitad del siglo XX México transfirió subsidios astronómicos en forma de salarios de hambre que permitieron a la agricultura, la industria y los servicios de su país hacer frente a la economía global. Ha sido un subsidio tan vasto y tan trágico como el que representó el tráfico y el aprovechamiento de personas secuestradas en África para obligarlas a trabajar gratis en las plantaciones.
No se equivoque, senador John Neely Kennedy. Es cierto que, como dijo usted, el producto interno bruto estadunidense es 17 veces mayor que el de México. Ahora bien: ¿ya hizo usted las cuentas de qué porcentaje del primero es generado por los casi 40 millones de mexicanos que viven y trabajan en el país de usted? ¿Ya calculó el aporte de ellos a los 23 billones de dólares de los que tanto presume? ¿Ya le restó usted a esa suma lo que generan las exportaciones de Estados Unidos a México, las cadenas de producción integradas en ambas naciones y lo que representa, en las cuentas internas de su país la comercialización de las exportaciones mexicanas?
Por otra parte, senador John Neely Kennedy: ¿se ha puesto a pensar en la manera en que más de 10 por ciento de la población de su país, que es mexicana y que mantiene intensos nexos con su país natal, recibe las declaraciones racistas y xenófobas de usted? ¿Cree que se sentirán encantados con esa agresiva imbecilidad de que “si no fuera por Estados Unidos, los mexicanos estarían comiendo comida para gatos y viviendo en una carpa en un traspatio?”
Pues sí, seguramente usted ha pensado en eso porque es político y porque piensa que los votos de los mexicanos y mexicoestadunidenses en su estado, Luisiana, no tienen mucho peso electoral. En realidad, senador John Neely Kennedy, usted está pensando en engatusar con sus palabras a otra clase de electorado: los nietos ideológicos de los Ku Kux Klanes que hace apenas unas décadas asesinaban a activistas negros de derechos civiles; los fóbicos que se mueren de pánico ante las personas que tienen otro color de piel, que hablan lenguas distintas al inglés y poseen una comida más sofisticada que las hamburguesas y la pizza –y no, senador John Neely Kennedy, no es comida para gato lo que preparan–; los supremacistas, a fin de cuentas advenedizos en un territorio que españoles y franceses se disputaron hace cuatro siglos después de exterminar a los habitantes originarios: choctaw, avoyel, tachez, atakapa, chitimakka y otros grupos humanos sacrificados por la codicia de los europeos.
Y luego, el fentanilo. Si usted realmente deseara combatir la masiva adicción a esa sustancia que es epidemia en su país, tendría que empezar por preguntarse quiénes sentaron las bases de esa tragedia, quiénes se han beneficiado de ella en primer lugar y para quiénes aporta las más jugosas oportunidades de negocio. Pues bien, senador John Neely Kennedy, fueron empresas farmacéuticas legalmente establecidas en su país las que volvieron dependientes a los opiáceos a millones de estadunidenses; son los bancos y las casas de cambio de Estados Unidos los giros que mayores utilidades obtienen del lavado de dinero; han sido la CIA, la DEA y ATF –dependencias de su gobierno– las que han diseñado rutas para el contrabando de drogas del sur al norte del río Bravo, blanqueado dinero del cártel de Sinaloa y entregado miles de fusiles de alto poder a esa organización delictiva. Por añadidura, los fabricantes de armas de Estados Unidos han hecho fortunas vendiendo productos destinados a los grupos del narco mexicano.
Como usted es de los que creen que un problema de salud pública se puede resolver echando mano del ejército, bien haría entonces, senador John Neely Kennedy, en sugerir que las fuerzas armadas de Estados Unidos se desplieguen en su propio país para combatir el comercio de fentanilo.
Pero la verdad es que a usted, senador John Neely Kennedy, lo tiene sin cuidado la tragedia de los adictos. Usted quiere votos y es para eso que dice y seguirá diciendo idioteces.
Twitter: @PM_Navegaciones