Colombia votó por la paz

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Por Emir Sader

Con poco más de 50 por ciento de los votos y una abstención un poco menor que la primera vuelta, Juan Manuel Santos logró religirse presidente de Colombia. La polarización en la recta final reveló cómo el tema de la paz y de la guerra fue finalmente el central en las más reñidas elecciones colombianas.

Santos triunfó así sobre su ex líder, Álvaro Uribe, transformado en principal contendiente. Se espera que la diferencia de alrededor de 5 por ciento no permita que Uribe siga cuestionando el proceso electoral.

Álvaro Uribe fue la expresión más directa en América Latina de la política de George Bush. Su línea de enfrentar los conflictos bélicos que Colombia vivía hacía ya medio siglo mediante su militarización correspondía a la misma estrategia estadunidense en Afganistán y en Irak.

Se puede decir que para los objetivos que se planteaba, Uribe resultó victorioso. Antes de todo porque logró desplazar el centro del problema hacia el enfrentamiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), dejando en ésta la responsabilidad de la violencia en el país. Conquistó la opinión pública colombiana hacia esta visión y logró niveles de apoyo superiores a 80 por ciento.

En el plano militar el gobierno de Uribe también logró éxitos, descabezando a gran parte de la directiva de las FARC, sea por la acción militar directa, sea por procesos de infiltración, que consiguieron la liberación de varios de los más importantes rehenes que tenían las FARC.

En el plano externo, la posición belicista de Uribe lo llevó a enfrentamientos directos con los gobiernos de Venezuela y de Ecuador, situación en que se quedó aislado en la región.

Cuando Uribe no logró candidatearse a un tercer mandato por decisión de la justicia, Juan Manuel Santos, el segundo de sus gobiernos, se lanzó y logró elegirse presidente. Considerando que la etapa de enfrentamiento militar estaba superada, Santos se propuso un proyecto de normalización interna y externa. Aceptó la propuesta de negociaciones con las FARC, al mismo tiempo que buscó retomar relaciones cercanas con Venezuela y con Ecuador.

Todo parecía indicar que el uribismo era una página pasada en la historia colombiana. Pero Uribe siguió encarnado la misma línea de su gobierno, pasó a denunciar a Santos como un traidor que se arrodillaba frente a la FARC y que era cómplice de todo los que pasaba en Venezuela.

Pero parecía que Santos había logrado imponer la hegemonía de la necesidad de la paz, finalmente, en Colombia. La primera sorpresa vino de las elecciones legislativas, donde Uribe logró elegirse senador con la primera votación en el país y consiguió elegir una gran bancada de parlamentarios para un partido que recién había fundado.

La segunda fue la primera posición obtenida por el candidato de Uribe, Óscar Zuluaga, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. La luz amarilla se encendió en Colombia. Significaba que la mayoría de los colombianos –los que habían votado, sólo 40 por ciento, pero también los que no se han interesado en votar en la primera vuelta– no estaba convencida de la necesidad de consolidar el proceso de paz apenas esbozado con las conversaciones con las FARC.

La victoria de Zuluaga representaría el retorno del uribismo al gobierno de Colombia. Zuluaga se opuso frontalmente a las negociaciones con ese grupo guerrillero, llegando a considerar que esa fuerza dictaba las orientaciones del gobierno colombiano desde La Habana y anunciando que el mismo día de su toma de posesión, el 7 de agosto, iría suspender las negociaciones de paz.

Para obtener el apoyo de la candidata del Partido Conservador, en la segunda vuelta Zuluaga rectificó en parte su posición, diciendo que aceptaría dar continuidad a las negociaciones con las FARC, pero imponiendo condiciones que se sabe que no serían aceptadas por el grupo guerrillero.

El triunfo de Santos en la segunda vuelta frena la tendencia al fortalecimiento del liderazgo de Uribe, que seguirá, sin embargo, siendo una figura fuerte de la política colombiana.

Pero Santos se siente respaldado para avanzar en la recta final de las negociaciones con las FARC y a empezar un proceso similar con el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Después de haber vivido un susto enorme, que puede haber sido el factor que movilizó las fuerzas antiuribistas para reelegir a Santos.

Fuente: La Jornada

 

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