Claustrofobia hace presa de Obama

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Cada vez son más frecuentes los paseos imprevistos del presidente estadounidense, atado desde hace un lustro a las responsabilidades de su cargo

Su inocente paseo del mes pasado no parecía un preludio de nada, pero las señales de claustrofobia de Barack Obama se han multiplicado desde entonces, con escapadas cada vez más frecuentes que denotan su cansancio de la estricta rutina de ser presidente de EEUU.

Que uno de los hombres más poderosos del mundo se compare con un oso de circo deseoso de librarse de sus cadenas puede resultar sorprendente, pero después de más de cinco años sometido a la esclavitud de las agendas y las escoltas, Obama parece tener una sed cada vez mayor de aire libre y, sobre todo, de espontaneidad.

“¡El oso está suelto!”, proclamó el mandatario durante un imprevisto paseo a pie por los alrededores de la Casa Blanca a finales de mayo.

La frase la repitió el pasado lunes, cuando caminó hasta un céntrico Starbucks para buscar un té junto a su jefe de gabinete, Denis McDonough, sin avisar al grupo de periodistas que sigue cada uno de sus movimientos y desconcertando incluso a algunos de sus asistentes, que intentaban sin éxito averiguar hacia dónde iba.

El martes, fue el apetito por una hamburguesa lo que le llevó a saltarse la agenda para escaparse junto al secretario de Educación, Arne Duncan, a un restaurante de las afueras de la capital.

Fue entonces cuando los analistas comenzaron a preguntarse si Obama experimentaba una seria alergia al cuidado guión que rige su vida, especialmente ahora que se arriesga a convertirse en un “lame duck” (“pato cojo”), como se conoce al mandatario al que ya nadie presta atención porque su presidencia se acerca a su fin.

“Puede ser eso, o puede ser simplemente que se siente más relajado, porque ya no tiene una reelección por delante. Últimamente se queda hasta más tarde en los actos sociales y se relaciona más con miembros del Congreso”, dijo a Efe una experta en Comunicación Política en la American University, Dotty Lynch.

Según el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, lo que lleva a Obama a querer escapar son “los mismos instintos que siente cualquier persona, la necesidad de salir, estirar las piernas, tomar un café por la tarde o quedar a almorzar con un amigo”.

“Esos son los instintos naturales de un ser humano, que en este caso resulta que es el presidente de Estados Unidos. No tiene el lujo de satisfacer esos instintos tan a menudo como el resto de nosotros”, señaló Earnest al diario The New York Times.

Pero las escapadas de Obama llevan convenientemente a conversaciones con estadounidenses de a pie, fotografías con bebés y el revuelo de todo Washington, algo que, según Lynch, lleva la firma del equipo de comunicación de la Casa Blanca.

“Permiten que se difundan imágenes en vídeo de los paseos. No tengo pruebas, pero esto parece el resultado de un plan”, anotó la académica.

El propio Earnest subrayó el martes que Obama “disfruta mucho de poder estrechar las manos de la gente y conversar con ellos”, y esa imagen de presidente cercano parece especialmente útil en plena campaña para las elecciones legislativas de noviembre, donde los demócratas se juegan el control del Senado.

En cualquier caso, Obama no es el primer presidente en romper la rigurosa coreografía del Despacho Oval: Bill Clinton acostumbraba a salir a correr todas las mañanas -y detenerse después a por comida rápida-, mientras que Richard Nixon llegó a escaparse una madrugada de 1970 para ver el monumento a Lincoln con su ayudante, el español Manolo Sánchez.

“La presidencia moderna es una forma peculiar de tortura. Estás falto de sueño, falto de privacidad, forzado a dar discursos todo el tiempo y constantemente te piden que tomes decisiones difíciles”, escribió esta semana Alexandra Petri, columnista del Washington Post.

“Y Obama no para de decir que es un oso, lo cual hace que me preocupe sobre si tiene una ‘crisis del medio siglo de vida’ o siente una claustrofobia muy fuerte, o quizá las dos. A veces nos quejamos cuando se toma vacaciones, pero quizá necesite unas”, añadió Petri.

Si algo tiene claro Obama, es que eso es precisamente lo que hará poco después de ceder la batuta en la Casa Blanca: “Estaré en una playa en alguna parte, bebiendo de un coco”, aseguró el martes.

 

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