Por Ernesto ViIlanueva
Un desencuentro más ha tenido lugar en la ríspida relación del empresario Claudio X. González Guajardo con el presidente Andrés Manuel López Obrador, una que ha escalado a niveles sin precedente y donde las cosas no avizoran un final feliz para el controvertido empresario en su batalla personal contra el primer mandatario, que día con día fortalece su posición en la relación de poderes y en el ánimo popular, según dio cuenta el diario El Economista en su encuesta publicada el jueves 26, que ubica la percepción de AMLO como la más alta de las últimas semanas. Existen elementos que permiten sustentar mi afirmación anterior. Veamos.
Primero. La descalificación del presidente a Claudio X. González y su organización Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad puede ser inapropiada metajurídicamente. Pero veo casi imposible que si se produjera una acción para judicializar las expresiones presidenciales, se produjera una resolución firme que restrinja el ejercicio de la libertad de expresión del presidente. El alcance del Artículo 6º constitucional no excluye a nadie y sus límites están claramente establecidos.
En ninguno de estos precitados límites se coloca el presidente en sus juicios de valor por más injustos, molestos o inadecuados que puedan ser. No hay, desde mi punto de vista, caso judicial por lo que, intuyo, Claudio X. González y sus adeptos no gastarán el tiempo en un caso jurisdiccionalmente prácticamente perdido de antemano.
Segundo. La estrategia legal seguida por el presidente a través de la Secretaría de la Defensa Nacional para declarar instalaciones estratégicas de seguridad nacional empieza a dar resultados para destrabar la construcción del aeropuerto de Santa Lucía. Por supuesto pueden tener razón quienes critican que en una semana o por coyuntura se incluyó a Santa Lucía en ese rubro. El punto es que esa decisión del Ejecutivo federal no está prohibida por la Constitución ni por la ley. Y es válida, por consecuencia, como un mecanismo legal para enfrentar la lluvia de amparos contra la edificación del puerto aéreo en cuestión. Y en el mundo real las cosas se juzgan por resultados, no por consideraciones de cualquier otro tipo.
Tercero. El ministro en retiro José Ramón Cossío leyó –y bien– el actual contexto y actuó en consecuencia: se deslindó de los amparos relacionados con el aeropuerto de Santa Lucía ante el señalamiento presidencial de su presumible asesoría en esa disputa legal.
Hombre inteligente, Cossío sabe que ubicarse en esa parte de la ecuación le hubiera traído un cerco político y un descrédito a priori a sus futuras intervenciones, razón por la cual optó por salir de esa situación que, de nueva cuenta, contribuye, así sea sin quererlo, al aislamiento de Claudio X. González y su equipo en sus pretensiones de acotar o minar el proyecto de la 4T, con razón o sin ella.
El presidente sabía que al señalar por apellido al ministro en retiro lo ponía en una encrucijada y optó por la más juiciosa, políticamente hablando, aunque es posible pensar por diversos posicionamientos que había una empatía por la causa de Claudio X. González Guajardo.
Cuarto. Por si lo anterior fuera poco, el propósito de ubicar al gobierno mexicano en el eje Venezuela-Bolivia por parte de Claudio X. González –quien fue funcionario en la Presidencia durante la administración de Ernesto Zedillo (acompañado en esta campaña por Felipe Calderón y Vicente Fox)– fue echado por tierra por las felicitaciones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la ONU a su homólogo mexicano.
Queda claro que Trump –con todo y sus limitaciones– jamás hubiera hecho semejantes afirmaciones si tuviera elementos de que AMLO, Maduro y Evo son uno mismo. También es evidente que para los países latinoamericanos que dependen de la ayuda estadunidense y diversas potencias mundiales que apoyan la “democracia”, tienen más crédito las palabras y hechos de Trump que los señalamientos de los exmandatarios mexicanos y el empresario Claudio X. González.
Lo que digan estos últimos personajes carecen del menor impacto en el mundo porque, aunque tuvieran afinidades ideológicas, primero y al último, son los intereses los factores determinantes y, salvo prueba en contrario, es de conocimiento público que ningún país tiene una atadura económica al empresario mexicano, cuyos alcances son enteramente domésticos.
Quinto. La animosidad de Claudio X. González contra el presidente Andrés Manuel López Obrador no va a dejar de existir por su creciente orfandad, incluso en la comunidad empresarial que toma las grandes decisiones y genera la mayor cantidad de empleos la que, por el contrario, ha matizado posiciones y ha llegado a acuerdos con el titular del Ejecutivo federal.
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Fuente: Proceso