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Las primeras semanas de Trump en el cargo dejaron consternada a la mayor parte del país. Con su avalancha de órdenes ejecutivas y hechos alternativos, haciendo de los extranjeros chivos expiatorios y amenazando el comercio con otros países, Trump confirmó lo que había temido la oposición: que dirigirá al país como un autócrata populista y un proteccionista paranoico.
Sus adversarios están sintiendo impotencia. Los demócratas se sienten desolados al ver cómo el Partido Republicano, el único partido que cuenta en el nuevo Estados Unidos, no se opone a ninguna de las propuestas de Trump.
Muchos demócratas temen que el trumpismo no pueda detenerse. Este temor no es infundado. La forma de gobierno nacionalista y populista-autocrática es un tipo de cáncer agresivo que no se detiene con facilidad. Surge en las democracias y después utiliza las instituciones democráticas para hacer metástasis. Las mismas instituciones que permiten el ascenso de externos que desafían al grupo en el poder —en especial, la libertad de expresión, los partidos políticos internamente competitivos y las leyes— pronto se convierten en blancos del autócrata en cuanto está en el cargo. Ese es el peligro de ese cáncer político: socava a las mismas instituciones que permiten su ascenso, por lo que bloquea a los futuros adversarios.
Después de la elección de 2016, los demócratas se quedaron sin el control de alguna institución importante. Son minoría en el congreso y en la mayoría de las legislaturas estatales. Pronto la burocracia y los tribunales estarán llenos de más simpatizantes de Trump. La democracia bipartidista más famosa del mundo, con Trump como dirigente, se está convirtiendo en un Estado con un partido único.
El autoritarismo populista en el contexto de un Estado de un solo partido no se contendrá fácilmente y mucho menos será vencido. Los demócratas naturalmente intentarán muchas estrategias, muchas de ellas contradictorias. Intentarán utilizar a la prensa para avergonzar a funcionarios del gobierno en televisión al atraparlos mintiendo; en otras ocasiones se rehusarán a invitarlos a hablar. Participarán en debates feroces con los simpatizantes de Trump; a veces intentarán ser más educados. A veces tratarán de negociar con el gobierno; en otras ocasiones serán obstruccionistas. Firmarán peticiones y marcharán o se quedarán callados para evitar llamar la atención. Denunciarán al gobierno en las redes sociales y publicarán cosas que no tengan que ver con la política para no regodearse en su miseria.
Lo más probable es que muchas de estas tácticas, sin importar lo distintas que sean, no tengan resultados inmediatos. El problema no es que estas estrategias sean incorrectas o estén mal concebidas. El problema es que el cáncer que están intentando combatir es demasiado agresivo, adaptable y difícil de vencer.
Sin embargo, siento que hay esperanza. Comparada con otros países donde autócratas populistas han tomado el poder, la resistencia en Estados Unidos tiene importantes ventajas que puede aprovechar en su lucha contra el trumpismo. Puedo mencionar aquí por lo menos cinco:
Primera: La oposición no está confundida. En otros países, como Venezuela a la llegada de Chávez al poder, el ascenso de autócratas populistas hace que algunas personas primero sientan que las cosas no estarán tan mal después de todo… le dan al líder el beneficio de la duda. Esto es fantástico para el autócrata. Pero eso no está pasando en Estados Unidos. Casi ninguna de las personas que votó por otro candidato que no fuera Trump se engaña de esa manera. Saben lo que ocurrirá y saben que no es bueno.
Segunda: La oposición no está desmoralizada. En muchos países —como en Rusia al comienzo de la era Putin— los autócratas populistas ascienden en el contexto de una gran crisis que fue mal manejada por los políticos. Por lo tanto, los populistas ascienden con el telón de fondo de una clase política que es ilegítima. Pero en Estados Unidos, el partido derrotado, los demócratas, no tienen motivos para avergonzarse de los gobiernos de Obama, sin contar que ganaron el voto popular en las elecciones de noviembre. La tendencia de los votantes de desertar de la oposición e incluso a abstenerse de la política —tan fuerte en el contexto de los ascensos populistas— no parece existir en Estados Unidos. Por ahora, la oposición está energizada.
Tercera: La oposición no está fragmentada. Hay enormes divisiones dentro de la oposición a Trump, desde luego. Pero los politólogos hacen una distinción entre las divisiones y la fragmentación partidista. No hay campo más fértil para la consolidación de autócratas populistas que la fragmentación de un partido. A causa de nuestro sistema electoral, en el que el ganador se lleva todo, hay incentivos mínimos para que los partidos de oposición en Estados Unidos se dividan. Esa es una ventaja.
Cuarta: La oposición no está sola. El Partido Demócrata tiene fuertes aliados: los movimientos sociales. La autocracia populista tiende a surgir cuando el partido de oposición o los movimientos civiles son débiles o cuando ambos son fuertes pero se odian entre sí. Eso no está pasando en Estados Unidos. Al contrario, la oposición alberga fuertes grupos civiles que están cómodos trabajando con el Partido Demócrata. Esto es vital. Combatir la autocracia populista requiere una colaboración entre los partidos y los movimientos: los partidos necesitan movimientos para ayudar a movilizar la opinión, y los movimientos necesitan partidos para hacer estrategias en torno a las prioridades legislativas y las elecciones. Mientras esta colaboración entre partidos y movimientos persista, la oposición será capaz de desviar muchos de los ataques provenientes del Estado.
Quinta: La oposición no será culpada. Ya hemos visto las cifras. En términos de cargos nacionales y a nivel estatal, los demócratas han sido casi diezmados. Pero hay buenas noticias. Cuando la economía caiga, como por lo general sucede bajo el populismo proteccionista, los demócratas no podrán ser culpados fácilmente. No habrán estado participando en el gobierno.
No estoy siendo ingenuo. Mi punto es que, en comparación, hay esperanza. El trumpismo puede contenerse y, sí, ser vencido electoralmente.
Habrá muchos tropiezos a lo largo del camino. Pero la oposición debería recordar que los retrocesos no necesariamente serán el resultado de problemas con el tratamiento, sino con el agresivo tipo de cáncer que está combatiendo. El desafío es no perder la esperanza ni autoculparse demasiado, sino perseverar y experimentar. Dejar este cáncer sin un tratamiento quizá es el peor tratamiento.