Por Víctor M. Quintana S.
Sería desperdiciar a los clásicos de la ciencia política ilustrar con sus conceptos la actuación de las y los legisladores del PRI, del PAN –con sus honrosas excepciones– y sus partidos esbirros en todo el ciclo de reformas en materia energética y de telecomunicaciones. Lo que están consumando se describe mejor con una paráfrasis de Paquita la del Barrio: Se dan aires de tan decentes y resulta que les gusta lo corriente: entregar el país por apoyos para sus futuras campañas. No tomaron en cuenta que “… no estamos en venta”. Con todas sus votaciones, nos hicieron entender “… que son hombres de negocios y todo lo quieren con socios…” sobre todo extranjeros.
Más allá de las metáforas musicales, la actuación de la mayoría legislativa en ambas cámaras y la del Ejecutivo federal revelan una grave crisis de representatividad y de la democracia en México. Las iniciativas de la Presidencia apenas si fueron modificadas por los sometidos legisladores, y en lo poco que lo fueron, fue seguramente porque ya estaba pactado así. La constante de la actuación de las cúpulas fue la divisa salinista ni los veo ni los oigo.
A pesar de la enorme trascendencia y la afectación a millones de personas con los asuntos que decidieron, rechazaron toda consulta, rehuyeron cualquier debate público. No escucharon más que a los especialistas a modo o sesgaron los planteamientos de los científicos críticos. Eso fue muy claro cuando aprobaron el fracking, que ha sido cuestionado desde varias ópticas desde los círculos científicos hasta los financieros. Sin preguntar a los 120 millones de afectados, nos cargan con una nueva deuda pública de 10 mil pesos por cabeza para cubrir los pasivos de las paraestatales sin llamar a cuentas a sus administradores o los corruptos líderes sindicales; sin tocar un ápice ni la corrupción pasada, ni la presente, ni impedir la futura en Pemex y en la caterva que dirige Romero Deschamps.
Debilitan, fraccionan, minimizan la industria eléctrica nacional, terminan con los subsidios para dejarlos a la discreción de un Presidente que sólo discurre para beneficiar a estos y a los mismos. Les regalan a las empresas mineras y de hidrocarburos lo que ni en sus más delirantes sueños de conquista habían imaginado y las dispensan de cualquier reparto de utilidades.
Es una imposición en cascada: de Presidencia salió la línea –que a su vez habrá recibido de los headquarters en Manhattan, Tokio, Houston, Toronto, la City de Londres, etcétera– y de ahí llegó a la burbuja de cada cámara, al grupúsculo de priistas y panistas que las controlan. Ellos a su vez utilizaron a las comisiones legislativas respectivas para imponer los dictámenes. De nada valieron las valientes y fundamentadas defensas de las y los legisladores que auténticamente se opusieron, del PRD, del Movimiento Ciudadano, del PT y los garbanzos de a libra del PAN.
Estos días el Canal del Congreso alcanzó su mayor rating sin duda alguna. Lo más importante de los debates fue ahora seguido por miles de mexicanas y mexicanos conscientes… para su indignación. Nunca antes se habían visto la imposición, el mayoriteo, la cerrazón, el desdén por la razón, la demagogia imponiéndose en tiempo real, en vivo y en directo. Nunca antes un grupo que apenas si llega a 500 personas había trastocado en tan pocos días tantos aspectos de la vida de otros 120 millones. Nunca antes se había actuado tan antidemocráticamente en nombre de la democracia. Se perpetraron verdaderos actos de violencia parlamentaria.
Nunca aceptaron comparecer ante la ciudadanía, no rindieron cuentas, no explicaron a cabalidad el sentido de su voto… Después de saturarnos con su cara en espectaculares, pendones y espots durante los procesos electorales, ahora no la dieron. No tuvieron cara, el de ellos fue un des-caro total.
Tampoco escucharon la voz de las calles, el clamor de 60 mil campesinos manifestándose en la capital el miércoles 23. No aceptan dar prioridad a la soberanía alimentaria sobre el extractivismo, o aplicar subsidios a los energéticos como marca la Ley de Energía para el Campo. Para ellos no hay más leyes que las que ellos paren o parchan.
El más manido de los argumentos de los entreguistas es que el voto que los llevó al Congreso representa un cheque en blanco –otra vez se hace presente Paquita la del Barrio– de sus electores para que hagan y deshagan, para que supediten la voluntad de ellos a la voluntad del amo, al jefe de la bancada, al presidente del partido. Ninguna necesidad de legitimarse. Ganar una elección es obtener una patente de corso ni siquiera acotada por la protesta rendida al llegar al Congreso. Si hay inconformidades y críticas ciudadanas se acallan unas con las descalificaciones de los medios coludidos y otras con las gestorías, reparto presuntuoso de migajas a los eternos damnificados de su partidocracia excluyente.
Por esto, después de esta andanada de traiciones no es el pasivo laboral de Pemex o CFE lo que es más urgente rescatar. Es nuestra incipiente y ya muy deteriorada democracia. Es el enorme pasivo de nuestra democracia en quiebra. La separación de poderes, la independencia de los poderes públicos con respecto a los señores del dinero, la consulta ciudadana, la información y la rendición de cuentas, el interés general por encima de cualquier interés partidario o clasista, el compromiso de la clase política con los derechos de las personas y las comunidades, con la soberanía nacional…todos estos componentes del pacto republicano han ido naufragando votación tras votación, imposición tras imposición.
Será impostergable, pues, poner en marcha un democraproa, no formado con las aportaciones a fuerza de las y los ciudadanos, sino con la participación crítica de ellos, con sus demandas, con sus reservas éticas para lograr expulsar de las instituciones democráticas a los mercaderes.