Por Carlos Fernández-Vega/ México SA
La puerta se cerró detrás de ti…
Furibunda, porque el presidente López Obrador nos cerró las puertas
(Carlos Salazar dixit), la cúpula empresarial utiliza la herramienta que mayores dividendos le generó en cercas de cuatro décadas: la extorsión.
Dice la cabeza visible del Consejo Coordinador Empresarial que esperemos que la realidad haga reaccionar al gobierno y al Presidente; por no hacer nada en apoyo del enorme universo de empresas y personas, necesitamos ser escuchados. Si llega a 10 por ciento la caída del PIB y a un millón de desempleados, el único responsable es el que cerró la puerta
.
Bien, pero al final de cuentas, ¿cuál era la propuesta de la cúpula empresarial? La de siempre: más deuda pública para el rescate privado
, con su respectiva exención fiscal; que el Estado asuma los costos y los barones cosechen las utilidades, tal cual lo hizo a lo largo de los seis sexenios neoliberales.
Y la propuesta
del cártel empresarial es salvaje: contratar deuda pública adicional, un billón de pesos, algo así como 4 puntos porcentuales del producto interno bruto. Probablemente los barones creen que no hay problema, porque de cualquier forma el débito termina por no pagarse, como lo asegura un político español que raya en el cretinismo. Pero la realidad es otra.
Entonces, ¿más deuda pública? ¡Si los mexicanos deben hasta los calzones! (si es que a estas alturas los conservan). Porque el problema no sólo es el Fobaproa (en 25 años del erario salió un billón de pesos y por cubrir resta otro billón) o el rescate
carretero (23 años pagando y todavía adeudan cerca de 300 mil millones, amén de que a los rescatados
les devolvieron las autopistas concesionadas), o el azucarero, el de las aerolíneas, las constructoras, etcétera.
Sólo como ejemplo, con Fox, Calderón y Peña Nieto en Los Pinos la deuda pública se multiplicó por cinco, al pasar –en números cerrados– de 2 a 11 billones de pesos, proporción equivalente a la mitad del PIB.
¿Y para qué utilizaron esa bestialidad de deuda pública? Para pagar los intereses de todo tipo de rescates
–heredados y procurados en los sexenios referidos– y los resultantes del propio débito (el viejo
y el nuevo), financiar la multimillonaria sangría que significó la permanente cuan voluminosa devolución de impuestos al gran capital (cuyos beneficiarios hoy se quejan de que alguien les cerró las puertas
), las generosísimas exenciones fiscales para los de siempre, los jugosos negocios a modo (como el aeropuerto de Texcoco o la compraventa de Agronitrogenados, para no ir más lejos) y, desde luego, para alimentar la abundante corrupción, el combustible del sistema.
Quiere más deuda pública para que sea el Estado (ese ente apestoso e inservible que la cúpula empresarial abomina en tiempos de jauja, pero al que exige inmediata intervención en tiempos de crisis para que la salve
y rescate
con dineros de la nación) el que asuma los costos, los cuales, dicho sea de paso, se trasladan en automático a la mayoría de la población (ausencia de crecimiento y desarrollo).
Esa es la verdadera propuesta
de la cúpula empresarial: que ella cobre (como siempre) y los mexicanos paguen (ídem), lo que hace recordar que de 1990 (cuando Carlos Salinas anunció, urbi et orbi, que él solucionó definitivamente
el problema de la deuda pública) a 2018 (con EPN en Los Pinos) los mexicanos pagaron alrededor de 6.6 billones de pesos sólo por intereses del propio débito, donde las mayores erogaciones se dieron en los gobiernos de Calderón y Peña Nieto (4.2 billones entre el comandante Borolas y el copetón).
Mientras eso sucedía, la cúpula empresarial sólo estiraba la mano para recibir todo tipo de concesiones, exenciones, devoluciones, apoyos
y rescates
, en el entendido –según ella– de que el Estado sólo debe pagar y los empresarios cobrar. Y todavía se queja de que al gobierno le falta creatividad, cuando ellos lo único que exigen es que se aplique la tradicional fórmula: socializar pérdidas y privatizar ganancias.
Las rebanadas del pastel
Pues, ¿qué creen? Ya no.
Fuente: La Jornada