Un documento del Departamento de Justicia confirma lo que Proceso reveló en febrero último: la existencia y crecimiento de los cárteles estadunidenses y que éstos pasaron de ser simples empleados a socios de los grupos criminales mexicanos. Hay más, la información a la que este semanario ahora tuvo acceso ubica las alianzas que tejieron las organizaciones criminales de ambos países y dónde operan. Por si fuera poco, el reporte da un aterrador escenario sobre el consumo de drogas sintéticas que el gobierno de Donald Trump no ha podido frenar.
Por J. Jesús Esquivel/ Proceso
WASHINGTON. Por primera vez en su historia, el gobierno de Estados Unidos no sólo reconoce la existencia de “cárteles domésticos”, también identifica los territorios que dominan esas organizaciones criminales que están asociadas a los cárteles mexicanos.
Un documento del Departamento de Justicia estadunidense, titulado “Estrategia contra los Cárteles Domésticos”, reseña una a una las entidades federativas en las que operan los “cárteles gringos”, apelativo con el que son conocidas estas organizaciones en el mundo del narcotráfico.
La parte del expediente del Departamento de Justicia que fue entregado a Proceso para su consulta expone la evolución del tráfico, distribución y venta de narcóticos en Estados Unidos desde 1973, cuando Washington declaró la guerra a las drogas.
Acostumbradas a señalar y acusar a las organizaciones criminales de Colombia y de México como responsables del tráfico y consumo de drogas ilícitas en territorio estadunidense, las agencias gubernamentales como la Administración Federal Antidrogas (DEA), el Buró Federal de Investigaciones (FBI), la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el Buró de Inmigración y Aduanas (ICE) y el de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) ahora se miran entre ellas para combatir y entender la nueva realidad del narcotráfico gringo.
Con más de 150 páginas, la Estrategia del Departamento de Justicia ratifica que las organizaciones criminales de Estados Unidos –nutridas por pandillas y clubes de motociclistas– tienen una relación de “sociedad” y ya no una dependencia con los cárteles mexicanos.
La información que un funcionario federal compartió con este semanario establece con precisión la cartografía del narcotráfico estadunidense.
“Son bandas domésticas distribuidas en el territorio nacional que ahora funcionan como organizaciones independientes de las agrupaciones criminales y trasnacionales dedicadas al tráfico, distribución y venta de narcóticos”, expone el documento.
Explica que los cárteles gringos operan bajo una especie de “libre comercio” porque pueden comprar la droga a más de una organización criminal mexicana; también revela el nombre de las bandas y clubes de motociclistas estadunidenses que desde hace una década operaban únicamente como distribuidores de narcóticos.
Según la información que las autoridades locales tenían, para el Cártel del Pacífico trabajaban Los Hermanos Pistoleros Latinos, New Mexico Syndicate, Los Carnales, Latin Kings, Mexican Mafia, Sureños, MS-13, Wet Back Power, Sinaloa Cowboys, West Texas Tangos, Los Negros, Arizona Mexican Mafia y Border Brothers.
Para el Cártel del Golfo, Los Hermanos Pistoleros Latinos, Partido Revolucionario Mexicano, Raza Unida y Texas Chicano Brotherhood distribuían drogas.
La Mexican Mafia, Sureños y Border Brothers (sección California) operaban para la organización de los hermanos Arellano Félix.
Con Los Zetas trabajaban Barrio Azteca, Los Hermanos Pistoleros Latinos, Mexikanemi, MS-13, Texas Syndicate (US PERSON) y Los Bandidos.
La Familia Michoacana tenía los servicios de los Sureños, MS-13, West Texas Tangos y de la Mexican Mafia.
Cuando Vicente Carrillo Fuentes lo encabezaba, el Cártel de Juárez operaba en Estados Unidos con la distribución de Los Hermanos Pistoleros Latinos, Barrio Azteca, New Mexico Syndicate y Los Carnales.
Fragmento del reportaje publicado en la edición 2290 de la revista Proceso, ya en circulación.