Carta al procurador Murillo

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Por Lydia Cacho*

Señor procurador:

Sesenta minutos tarda usted en la sobremesa en El Cardenal con los senadores del PRI, y 30 minutos leyendo el resumen de notas sobre su gestión. Pero cómo tardó en recibir  a las madres de las desaparecidas que se vieron obligadas a sentarse en tiendas de campaña frente a su oficina.

Como está usted muy ocupado, aquí le facilitamos algunos datos que seguramente le ayudarán a encontrar a algunas de las desaparecidas.

En diciembre de 2010 Nazario Moreno González, líder de La Familia, murió en un tiroteo; desde entonces La Familia, como otros cárteles, se escindió en diversos grupos.

En 2013 La Familia se ha fortalecido y opera en pequeñas células que se han repartido las regiones de los tres estados que controlan. Pero seguro eso ya lo sabe.

Desde el Operativo Conjunto Michoacán, hasta ahora las fuerzas armadas y la Policía Federal han ultimado la vida de varios miembros y detenido a cabecillas.

A todos se les interroga sobre la producción, trasiego y venta de drogas, sin embargo ha quedado oculto uno de los delitos que persiste con mayor crudeza en la región: el secuestro, violación y esclavitud de veintenas de niñas y adolescentes otomíes, purépechas, nahuas y mazahuas. La trata de personas de los cárteles mexicanos ¿le suena conocido?

En 2010 gente de Nabor Pérez Chaires, miembro de La Familia, amenazó a Martina y a su esposo para que entregaran su tierra. Su hija de 12 años, oculta detrás de la milpa fue hallada por dos pistoleros. El jefe le dijo a Martina que esa niña era suya, porque Dios así lo quería. Desde mayo de 2010 no ha sabido más de ella.

Un estibador del Puerto Lázaro Cárdenas fue testigo de cómo la gente de Francisco López Villanueva, alias “El Bigotes”, líder de La Familia Michoacana antes de ser detenido, regalaba a quienes cumplían con los compromisos de trasiego (incluidos policías) a jovencitas raptadas para ser esclavas.

“Primero las violan y como son niñas pus ni saben, luego les dicen que están cogidas y nadie las va a querer. Las ponen a fregar y a cocinar y las hacen sus mujeres”.

Por si no tuvo tiempo de enterarse, le recuerdo que los estudios presentados en el Congreso de la Unión muestran que 45 por ciento de las niñas víctimas de trata para mendicidad y rescatadas de burdeles fronterizos, son indígenas.

Su edad, y el hecho de que hablen idiomas diferentes les imposibilita el acceso a la información que les permita encontrar oportunidades para escapar o pedir ayuda.

La discriminación racial y de género, así como el abandono de las zonas indígenas de Michoacán, han dejado a estas niñas y a sus familias en una vulnerabilidad total. Incluya Oaxaca y Chiapas y todos los estados donde se hablan lenguas indígenas.

Juan Carlos Cruz Estrada o Nabor Pérez Chaires, Jesús Méndez Vargas, alias “El Chango”, Francisco López Villanueva, alias “El Bigotes”, entre otros narcotraficantes señalados por personas de Michoacán cuyas hijas han sido raptadas, están encerrados en diversos reclusorios federales del país.

Se les interrogó sobre su pertenencia a La Familia y la Orden de los Templarios, confesaron sus negociaciones con los Zetas, se les inquirió sobre la tortura, decapitación y asesinato de cientos de personas; pero ninguna autoridad, incluido Usted, ha intentado averiguar cuántas niñas y jóvenes han esclavizado y cuál es su paradero.

Ellos lo saben, como supieron de todo lo demás. ¿Tendrá usted tiempo para ordenar que los interroguen?

Ellas son las mujeres y niñas secuestradas, violadas y obsequiadas como trofeos humanos, como preseas de guerra en un México narco. Aunque la autoridad olvide las historias, nosotras no las olvidamos.

Las eufemísticamente llamadas “desaparecidas” son víctimas de un país racista y sexista que se ha olvidado que solamente en Michoacán hay 250 mil indígenas cuya pobreza les arrebata, incluso, el derecho a ser vistas por las autoridades, en este caso por usted, señor procurador General de la República.

Sus madres las buscan y es obligación de la autoridad no dar por hecho que si terminaron en manos de los narcos es “porque algo buscaban”. Es irresponsable culpar a las víctimas de su destino violento y mortal.

Un buen trabajo profesional podría abrir la puerta para encontrar a algunas de esas niñas y adolescentes y conocer su paradero. Por eso hemos de exigir que se escuche la voz de las madres, que no se olvide a las hijas desaparecidas por los cárteles y se interrogue sobre ellas a los detenidos que, sabemos, guardan el secreto.

– Lydia Cacho Twitter: @lydiacachosi

Fuente: Plan b.

Plan b es una columna publicada lunes y jueves en CIMAC, El Universal y varios diarios de México. Su nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.

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