Por Álvaro Delgado
Las imágenes son elocuentes: Felipe Calderón levanta el brazo desde lo alto del presídium de la Asamblea Nacional Extraordinaria, escenario de su reaparición en el Partido Acción Nacional (PAN). Y detrás de él, Margarita Zavala.
Rodeado de 20 elementos del Estado Mayor Presidencial (EMP) que lo custodian y le abren paso –con espanto hasta de los panistas–, Calderón Hinojosa ingresa al Centro Banamex el sábado 21 a las 10:20 horas. Media hora después arriba Margarita Zavala, su esposa.
A Calderón, el PAN de Ricardo Anaya le habilita dentro del mismo recinto un espacio, con vallas y una mampara, para posar con los militantes que hacen una larga fila para tomarse fotografías con él. Y Margarita Zavala llega directamente al presídium.
Calderón se retira del estrado apenas termina el lisonjero discurso de Anaya y, envuelto por los militares que lo llevan hasta el sanitario, emite declaraciones ante periodistas para luego continuar posando para las fotos. Margarita Zavala da conferencia de prensa hasta una hora después.
Calderón ordena que su mujer sea la candidata presidencial del PAN en 2018 –“es una candidatura muy fresca”– y Margarita Zavala no tiene dudas de que lo será: “Yo me veo como candidata”.
Pero la candidata parece no ser Margarita Zavala, sino su marido que ya lo fue en 2006 y que parece quererlo ser otra vez. Y aunque no lo será, el protagonista principal del proyecto presidencial de la pareja –una nueva pareja presidencial– es él.
Calderón ha decidido regresar al PAN, al que ha amenazado con renunciar si no se cumplen sus caprichos –como cuando estuvo en Los Pinos–, y de facto es el coordinador de campaña de su mujer, quien al avalar todas las decisiones de su marido, absolutamente todas, implica que ofrece exactamente lo mismo.
Cualquiera que revise los posicionamientos de cada uno se percata fácilmente que la agenda la lleva él, los temas los define él, las decisiones las toma él.
Y a falta de ideas que plantearle a los ciudadanos, el objetivo de Margarita es muy claro: Buscar una segunda pensión vitalicia para ella, como la que disfruta Calderón desde 2012 y que asciende a unos 250 mil pesos cada mes, sin incluir los 19 funcionarios a su servicio y decenas de militares del EMP.
En efecto, a Calderón los mexicanos le pagamos por hacer política para su mujer. Muchos no lo saben, pero nos sale muy caro: Además de los 250 mil pesos mensuales que él recibe cada mes, los otros 19 empleados a su servicio cobran en conjunto 816 mil 758 pesos.
Tan deshonesto es Calderón que en la nómina a su servicio metió hasta a su prima María Antonieta Hinojosa Robles, con un salario de 95 mil pesos, quien durante su gobierno cobró en Pemex.
Muchos no saben que Calderón cuesta a los mexicanos más de un millón de pesos mensuales, pero tampoco saben que dispone de vehículos blindados y de custodia permanente del EMP, como ocurrió el sábado cuando, ¡en una reunión de panistas!, era resguardado por 20 militares.
–¿Qué se siente andar toda la vida con guaruras, 20 ahorita? –le pregunté a Calderón.
–Me siento –cortó la respuesta con rostro de furia–… otra pregunta que quieran…
De escoltas y vehículos, que los tienen también a su disposición, Luis Echeverría, Vicente Fox, Ernesto Zedillo y Carlos Salinas, así como las viudas de José López Portillo y Miguel de la Madrid –a quien se deben las fabulosas prestaciones–, goza también Margarita Zavala.
Es decir, los mexicanos subsidian a la candidata presidencial Margarita Zavala y a su marido y coordinador de campaña, Felipe Calderón, ahora duro crítico de la degradación del PAN que llegó a extremos insólitos cuando él estaba en Los Pinos y clave para entregarle el poder al PRI y a Enrique Peña Nieto.
–¿Qué responsabilidad tiene usted en esto?
–Preguntas tuyas no contestaré –respondió Calderón a este reportero.
Ese es Calderón, que anda –otra vez– en campaña…
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