Por Álvaro Delgado
“El pasado importa tanto como el futuro.
Son dos tiempos que se acompañan”:
Julio Scherer García
El solo hecho de que un individuo construya un partido político para la conquista del poder lo convierte en un asunto de interés público, guía de la actividad periodística, pero si alguien que ya lo ejerció lo pretende otra vez, como Felipe Calderón, no sólo es deber profesional sino imperativo ético documentar cómo lo obtuvo y también cómo lo ejerció.
Los adictos a Calderón suelen defenderlos con la argucia de que se le teme. Como su gestión carece de logros magníficos, inventan la patraña del temor para encubrir a este personaje que Carlos Castillo Peraza, su mentor, definió como “inescrupuloso, mezquino, desleal a principios y a personas”.
Fue certero Castillo Peraza sobre Calderón (quien por cierto fue el primero en escribir en una carta sobre su “consumo inmoderado de alcohol” y cómo salía de las propias oficinas del PAN “muy bien servido”), porque esas sustantivos distinguen su biografía desde que fue secretario general de su partido, en 1993, justo con aquél como presidente.
Calderón se aferra a que jamás supo de las complicidades de su estratega, amigo y secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, con el narcotráfico y pretende regresar al poder a través de su esposa, Margarita Zavala, o cualquier otro pelele, pero es indispensable recordar su trayectoria infecunda.
Porque el periodismo no es sólo noticia, oportunidad y contexto sino también memoria, los jóvenes de hoy tienen derecho a saber que cuando eran niños, hace 14 años, Calderón se impuso en una elección fraudulenta y hace ocho, cuando terminó su sexenio, heredó un derramamiento de sangre que produjo la estrategia de García Luna, preso en Estados Unidos por narco.
Sin escrúpulos ni límites llegó Calderón al poder y así lo ajerció también: Con un desempeño mediocre –la economía creció 2% del PIB anual–, se concentró más en tener el control del PAN, donde impuso dirigentes y candidatos, y al perderlo operó para entregar la presidencia de la República a Enrique Peña Nieto.
Con este comportamiento “inescrupuloso, mezquino, desleal a principios y a personas” actuó Calderón también cuando presidió el PAN, entre 1996 y 1999: A él se debe que el saqueo de banqueros, empresarios y políticos se haya convertido, en 1998, en deuda pública a través del Fobaproa.
Y con la misma conducta viciosa logró, tras ser mediocre secretario de Energía y director de Banobras en el gobierno de Vicente Fox, convertirse en el candidato presidencial del PAN: Metió a la contienda interna a Elba Esther Gordillo, siendo aún priista, a quien le dio más posiciones en el gobierno que Carlos Salinas.
Tras dejar la Presidencia, Calderón quiso recuperar el control del PAN escogiedo “la ruta del aislamiento y el rencor”, como le dijo Juan Molinar Horcasitas, y al no lograr imponer a su esposa como candidata optó por crear un partido de su propiedad.
Y en eso anda: Con México Libre, Calderón sólo puede ofrecer su biografía de “inescrupuloso, mezquino, desleal a principios y a personas”.
POR ÁLVARO DELGADO
ALVARO.DELGADO@PROCESO.COM.MX
@ALVARO_DELGADO
Fuente: El Heraldo de México