Buscan utilizar agua de mar contra sequía en California

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Por Justin Gillis/ NYT

Cada vez que hay sequía en California, los habitantes de este estado no pueden dejar de notar el considerable depósito de agua desaprovechada que va a dar hasta sus costas –aproximadamente 187 quintillones de galones del líquido, brillando de manera muy invitadora bajo el sol.

Hoy, por primera ocasión, una ciudad californiana importante está a punto de convertir el Océano Pacífico en fuente cotidiana de agua potable. En el pujante condado de San Diego está construyéndose una planta desalinizadora de mil millones de dólares, debiendo estrenarse a partir de noviembre en lo que constituye una prueba mayor sobre si las ciudades californianas serán capaces de recurrir al océano a fin de resolver sus tribulaciones en torno al agua.

A lo ancho del sur estadounidense, está volviendo a ponerse atención a una tecnología alguna vez descartada por considerarse demasiado cara y dañina para el medio ambiente. Texas, que afronta persistentes condiciones secas y aumento poblacional, tal vez llegue a construir varias plantas desalinizadoras de agua marina. Florida ya cuenta con una en operaciones y podría verse obligada a construir otras ahora que el nivel más alto del mar invada los afluentes estatales de agua dulce.

En California, en varias poblaciones ya existen pequeñas plantas desalinizadoras en funcionamiento. Ya están muy avanzados los planes de una planta grande en Huntington Beach que suministraría agua al densamente poblado Condado de Orange. Es posible que pronto se reactiven los abandonados planes sobre una planta en Santa Bárbara. Y más de 12 comunidades situadas a lo largo de la costa californiana se hallan estudiando el tema.

Las instalaciones que se están construyendo en Carlsbad serán la planta desalinizadora oceánica más grande en el hemisferio occidental, produciendo alrededor de 50 millones de galones de agua potable diarios. Por lo tanto el hecho de que sea capaz de funcionar sin problemas mayores está bajo la lupa.

“Construir esta planta no fue una decisión fácil”, dijo Mark Weston, director de la instancia que suministra agua a las poblaciones del Condado San Diego. “Pero está resultando ser una decisión espectacular. Lo que hace 10 años pensábamos era caro hoy resulta accesible”.

Sin embargo, la planta ilustra numerosas de las difíciles decisiones que estados y comunidades tienen ante sí al contemplar si recurren al océano en busca de agua para beber.

En el Condado de San Diego, el cual depende de dotaciones de agua dulce procedente del Río Colorado y del norte californiano, los recibos de agua ya ascienden a alrededor de 75 dólares mensuales. La nueva planta los elevará cerca de cinco dólares más a efecto de garantizar un nuevo suministro equivalente a entre siete u ocho por ciento del consumo de agua en el condado.

La planta gastará gran cantidad de electricidad, aumentando las emisiones de dióxido de carbono que provocan el calentamiento global, el cual a su vez afecta las fuentes de agua. Y grupos locales defensores del ambiente, los cuales se opusieron al plan, temen un impacto considerable en la vida marina.

La compañía que está construyendo la planta en esta ciudad, Poseidon Water, ha prometido contrarrestar el daño ecológico. Por ejemplo, colaborará con un programa californiano destinado a financiar proyectos que compensen las emisiones de gases generadores del efecto invernadero.

No obstante, algunos científicos y grupos ambientalistas sostienen que si las condiciones lluviosas vuelven a California, las plantas como la local podrían convertirse en elefantes blancos. Santa Bárbara, situada al norponiente de Los Ángeles, hace 25 años construyó su planta desalinizadora que clausuró con presteza al regresar las lluvias.

Fuente: The New York Times vía El Diario

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