Autodefensa popular

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Por John M. Ackerman

El levantamiento armado de las autodefensas en Mi­choacán demuestra una vez más que las acciones colectivas contundentes desde la sociedad civil son la única forma de realmente mover a México. Algunos descalifican a los nuevos alzados como una supuesta creación de Enrique Peña Nieto y de su asesor Óscar Naranjo en su afán por reproducir el modelo colombiano en nuestro país. Si ello fuera el caso, literalmente les salió el tiro por la culata a los gobernantes.

El apoyo que el pueblo humilde ha dado a los nuevos grupos armados demuestra que no son simples guardias blancas al servicio del poder y el dinero. Y las profundas contradicciones que han caracterizado la reacción de las autoridades gubernamentales, tanto nacionales como internacionales, evidencian que la situación las ha tomado totalmente por sorpresa.

México no es Colombia y aquí el narcotráfico no está del lado de la guerrilla, sino del gobierno. Las acciones de las autodefensas han exhibido las complicidades de los tres niveles de gobierno y de los tres principales partidos políticos con Los caballeros templarios y otros grupos del crimen organizado. Cómo explicar de otra forma el hecho de que apenas hoy el gobierno empiece a actuar, aunque sea de manera simulada, contra las cabecillas del narcotráfico en Michoacán. ¿Por qué tuvieron que pasar más de seis años del inicio del Operación Conjunta Michoacán para que Monte Alejandro Rubido, funcionario de seguridad igualmente con Felipe Calderón que con Peña Nieto, anunciara que el margen de maniobra de los delincuentes está prácticamente reducido a cero?

Los vaivenes entre negociación, represión, auspicio y amonestación del gobierno hacia las autodefensas demuestran que el levantamiento ha puesto en jaque al régimen. Miguel Osorio no se cansa de señalar que la portación por civiles de armas de uso exclusivo del Ejército será castigada en estricto apego a la ley. Sin embargo, las autoridades simultáneamente se reúnen con líderes civiles armados como José Manuel Mireles y Estanislao Beltrán y trabajan de la mano con ellos, incluso facilitando a ambos acceso a atención médica de alta calidad. Y este pasado viernes, apenas dos días después del nombramiento de Alfredo Castillo, 80 integrantes armados de los grupos de autodefensa fueron acompañados de un contingente de la Policía Federal en su toma del municipio La Huerta.

El gobierno, los soldados no sirven para nada. Más bien quieren desarmar a los muchachos, por lo que ellos [los militares]no han hecho, denuncia María Ibarra Ramírez, integrante de las autodefensas. No los queremos ver en Buenavista ni en todo Michoacán, agregó para después anunciar que no darán ni un paso atrás, informa La Jornada. Esta actitud, y no la acción del narcotráfico, es lo que genera la extrema preocupación del gobierno de Barack Obama y su disposición para expandir su intervención en México.

La novedad en Michoacán no es el lamentable nivel de violencia ni la inaceptable cantidad de muertos en la entidad. A lo largo de los últimos seis años todos hemos atestiguado una infinidad de escenas más sangrientas, caóticas y violentas que no generaron el mismo nivel de consternación internacional o multiplicación de comisionados y voceros nacionales como la actual. Lo que marca la diferencia hoy es el surgimiento de una sinergia positiva entre la sociedad civil y las autodefensas que abona el terreno para el fortalecimiento del poder popular.

No existiría entonces una distancia tan amplia como unos imaginan entre las nuevas autodefensas y otros grupos comunitarios con una larga trayectoria en la defensa de sus pueblos y sus tierras, como los comuneros purépechas de Cherán y los nahuas de la Sierra de Manantlán. Si bien muchos líderes de las autodefensas efectivamente han expresado una cuestionable confianza hacia los gobernantes estatales y federales corruptos e inútiles, los dos tipos de movimientos comparten la misma base social de mexicanos dignos dispuestos a defender su patrimonio y su patria. Por ejemplo, la reciente devolución a sus verdaderos dueños de tierras que habían sido expropiadas por los narcotraficantes constituye una señal muy positiva de las autodefensas al expandir su intervención más allá de temas exclusivamente de seguridad pública.

La posibilidad de un levantamiento social general en Michoacán, que también contagie a otras regiones del país, es real. Es precisamente por ello que el Ejército asesinó cobardemente a por lo menos tres personas, incluyendo una niña de 11 años, en su acción de desarme la semana pasada. Llama la atención que los ciudadanos caídos no eran autodefensas, y mucho menos portaban armas, sino que eran civiles totalmente pacíficos expresando su solidaridad con el grupo ciudadano. El mensaje es claro: las autodefensas y sus líderes serán tolerados siempre y cuando no movilicen o empoderen a la ciudadanía en general. Es la típica lógica del poder autoritario que busca cooptar a los líderes y separarlos de sus bases.

Es muy relevador, por ejemplo, que un analista como Eduardo Guerrero, alguien cercano a los aparatos de seguridad nacional, señale en Reforma que la estrategia clave para el gobierno debería ser encauzar y contener los excesos de liderazgo de las autodefensas. Pero los ciudadanos conscientes que deseamos que algo nuevo y positivo surja de la actual coyuntura tendríamos que apostar a que ocurra precisamente lo contrario.

En lugar de pactar con el poder corrupto, las dignas voces rebeldes de Michoacán deberían afianzar su alianza con el pueblo que ha sido victimizado por la colusión de los narcotraficantes con la clase política. Tendrían que unirse con sus hermanos indígenas en su estado y con la sociedad indignada en todo el país para juntos defender la patria y la Constitución de la ambición desmedida de los traidores y los oligarcas.

www.johnackerman.blogspot.com

Twitter: @JohnMAckerman

Fuente: La Jornada

 

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