La producción petrolera del noreste de Nuevo México ha sido modesta, pero hace 10 años el advenimiento de la tecnología de la fracturación hidráulica la convirtió en territorio muy codiciado para los las compañías perforadoras. Sólo se extrae más petróleo en Texas y Dakota del Norte, publica Los Angeles Times.
El año pasado la producción neomexiquense creció 30 por ciento hasta alcanzar los 565 mil barriles diarios, casi todos provenientes de la cuenca sedimentaria situada alrededor de Carlsbad. Aún pueden sacarse miles de millones de barriles adicionales atrapados a tres kilómetros (dos millas) de profundidad en depósitos de esquisto.
Para producir volúmenes grandes del recurso se requiere cuidar de manera extrema a otro: el agua. El riesgo de que el fracking llegue a contaminar las fuentes de agua y cause otros daños es algo bien documentado, desde Wyoming hasta Pennsylvania. Pero los expertos dicen que en ningún lugar es mayor el riesgo que en el suroriente de Nuevo México.
“Aquí las condiciones son únicas”, dijo Ed Martin, subcomisionado de la Oficina de Terrenos de Nuevo México. “El volumen de agua que utiliza la industria es mucho. Los problemas de eliminación son más pronunciados. Es más alto el potencial de que algo salga mal”.
La geología distintiva del estado también eleva el peligro. Debajo de la región hay gruesas capas de sal, mismas que sostienen las porosas formaciones de caliza donde se encuentra gran parte del agua que puede consumirse en la zona.
Perforar en Nuevo México en busca de petróleo implica prácticas especializadas.
El gobierno estatal y la Oficina de Administración de Terrenos, una instancia federal, exigen la colocación de tres capas de acero y cemento alrededor de los pozos con el propósito de prevenir rupturas en la caliza.
A fin de perforar la caliza se necesita agua fresca para prevenir que el agua potable se contamine. Pero para perforar la caliza hace falta agua salada, debido a que el agua fresca disolvería las formaciones salinas y volvería estructuralmente inestables los pozos.
De cualquier forma, la perforación genera enormes cantidades de líquido conocido como “agua producida” que debe sacarse de los pozos. Aproximadamente la mitad se trata y recicla, mientras que la otra mitad se inyecta a 721 pozos de desecho donde se almacenará en forma permanente el líquido.
La fracturación hidráulica en los pozos para liberar el petróleo requiere más agua. Casi la mitad regresa a la superficie, la mayoría de la cual se inyecta a los pozos de desecho.
Con pozos perforándose a ritmo récord —hoy en día existen 26 mil, con 600 nuevos más cada año— el riesgo continúa aumentado. Estudios realizados por la Oficina de Administración de Terrenos muestran que los materiales petroleros y tóxicos procedentes de un derrame o fuga mayor podrían avanzar rápidamente y contaminar miles de hectáreas o acres de los acuíferos subterráneos que abastecen el agua potable en la región.
“La cuenca sedimentaria de Nuevo México tiene una dotación de petróleo para 50 años”, dijo Aubrey Dunn, el comisionado estatal de terrenos. “Necesitamos ser cuidadosos para asegurarnos de contar con una donación de 50 años de agua fresca”
La posibilidad de daños considerables siempre está presente. El año pasado la División de Conservación del Petróleo documentó casi 800 derrames o fugas superficiales en los dos condados —Eddy y Lea— donde se lleva a cabo la mayor parte del fracking. Se derramaron aproximadamente 10 mil barriles de petróleo y 75 mil barriles de líquido de producción.
Ninguno alcanzó al agua de la superficie, de acuerdo con funcionarios estatales y federales.
Los funcionarios de Nuevo México confían en que las regulaciones y el gran número de inspectores puedan prevenir la contaminación.
Sin embargo, los antecedentes estatales sobre el uso del agua por parte de la industria petrolera no inspiran confianza.
Fuente: El Diario/ Los Angeles Times