Katy Hayes se puso sus nuevos brazos bioeléctricos y dejó que la decoración, una estrella de madera que hicieron sus hijos, colgara de sus dedos de plástico.
El primer intento que hizo para colocar la estrella en el desnudo árbol de Navidad, falló. Y también el segundo intento.
Refunfuñando y gesticulando, esta mujer a la que le amputaron sus cuatro extremidades no se dio por vencida.
Finalmente, la estrella dorada quedó colgando del árbol.
Hayes y su familia regresaron a su casa situada en Kingwood después de pasar 2 años en Boston en donde esperó infructuosamente un trasplante doble de brazos.
Una persona puede detener su vida durante un largo tiempo, aseguró Hayes de 46 años de edad.
“Ya no puedo caminar, pero mi espíritu tiene que seguir adelante”.
Hayes perdió sus miembros en una catastrófica infección después de dar a luz en casa a su tercer hijo, hace casi cinco años.
Contrajo estreptococos del Grupo A, que le estaban destruyendo la carne y órganos.
Los médicos le removieron el colon, el intestino grueso y el útero.
Luego, sufrió otra crisis médica, púrpura gangrenosa.
Hayes se encontraba en coma inducido con medicamentos y cerca de la muerte, cuando los médicos le dijeron a su esposo que la única manera de salvarle la vida era someterla a una cirugía y removerle los brazos y las piernas.
“En ese momento”, recuerda Al Hayes, “me hubiera amputado mis propias extremidades, me hubiera disparado un balazo en la cabeza, hubiera hecho cualquier cosa para no afectar a mis hijos y ayudar a Katy a solucionar eso”.
Le comentó al periódico Houston Chronicle, que él sabía que su esposa quería ver a sus hijos llegar a la edad adulta.
Así que, autorizó las cirugías.
Cuando Katy Hayes regresó a casa tres meses después, estaba casi tan indefensa como Arielle, su hija pequeña.
Sin embargo, al paso del tiempo logró caminar con prótesis de piernas y trató de hacer buen uso de sus brazos de plástico que tenían ganchos en la punta.
Sin embargo, las piernas ya no le quedaban, ya que volvió a ganar peso.
Las prótesis de los brazos eran calientes y pesadas y la hacían sentir como si estuviera atrapada en una caja.
Eventualmente, logró estar en la lista de espera para un trasplante bilateral de brazos en el Hospital Femenino Brigham en Boston.
La cirugía era experimental, pero como Katy y Al Hayes dijeron, no hay peor cosa que la muerte.
En mayo del 2012, les dijo a los reporteros en Boston que quería usar su anillo de bodas, abrazar a sus hijos y esposo y limpiarse el trasero sin ayuda.
Los años que pasó en Boston fueron dulces y amargos.
Al Hayes, quien es músico y maestro de música, tuvo problemas para compaginar su trabajo con las bandas locales y cuidar a su esposa y a sus dos hijos más pequeños.
Amber, la hija de Katy de un matrimonio anterior, se encontraba en un colegio en Texas.
Al principio, pasó horas viendo historias de fantasmas en la televisión, era difícil controlar a los niños o ayudarle a su esposo.
En una ocasión, estuvo a horas de recibir unos brazos, pero los médicos cancelaron la cirugía. A pesar de que los miembros donados representaban un ligero riesgo.
En ese momento, Katy lloró y lo hizo nuevamente cuando un hombre de Boston recibió los brazos después de estar tan sólo unos cuantos meses en la lista de trasplantes.
Ella se alegró por él, pero sentía tristeza por ella.
Estaba cansada de la nieve, los reducidos apartamentos y las sirenas.
Cada ruido agudo le recordaba que las tormentas o los accidentes automovilísticos u otros desastres incalculables podrían dar lugar a recibir “la llamada”.
Hace unos meses, esta pareja de Houston enfrentó a sus médicos en Boston y aceptaron la verdad.
Ya no tenían dinero, que fue recaudado por generosos habitantes de Houston, y tenían que regresar a casa.
Los médicos de Brigham les dijeron que entendían, que Hayes podría seguir en la lista de trasplantes de Houston y que seguirían buscándole unos brazos.
“Es imposible poner una fecha límite en cualquier trasplante”, comentó el Dr. Simon Talbot.
Un donador debe tener una coincidencia inmunológica, pero también hay que considerar el tamaño del miembro, el género, raza, estatus de los vasos sanguíneos, lesiones anteriores, además de un criterio de rutina para todas las donaciones de órganos.
El pasado lunes por la noche, la familia Hayes se detuvo en la entrada de su casa en Kingwood.
Pronto, Jake de 10 años de edad, será inscrito en una escuela primaria y Arielle de 4 años, en pre-escolar.
Al Hayes está tratando de encontrar estudiantes de música para impartirles clases, mientras que Katy está preparada para seguir pintando.
Mientras espera que la llamen de Boston, descubrió que podía pintar sujetando una brocha al extremo de su brazo derecho.
Ha vendido muchas de sus pinturas en Internet, y planea ganar más dinero organizando reuniones de pintura en este lugar.
Tiene cuatro nuevas prótesis que está tratando de dominar.
Con los brazos bioeléctricos, podrá sostener una taza de café, acostarse y levantarse de la cama e ir sola al baño.
Tiene futuro, dijo.
“Me encuentro en una situación mucho mejor que en la que estaba”, aseguró.
“Ya no estoy en un sillón para que alguien se haga cargo de mí”.
Katy sigue soñando con un trasplante.
La idea de tocar los rostros de sus hijos o tomar de la mano a su esposo, “con toda certeza, son las mejores cosas que una persona sin brazos puede imaginar”.
Fuente: The Houston Chronicle vía El Diario