La justicia británica anuló el lunes una decisión que previamente había concedido al líder opositor venezolano Juan Guaidó el control de decenas de toneladas de oro depositadas en el Banco de Inglaterra. Pero no lo entregó a Nicolás Maduro, sino que ordenó seguir indagando.
Una corte comercial de Londres había estimado en julio que Guaidó fue “reconocido inequívocamente” como jefe de Estado con todos los poderes por el Reino Unido, cuando junto a medio centenar de países Londres lo consideró en febrero 2019 “presidente constitucional interino de Venezuela hasta que se puedan celebrar elecciones presidenciales creíbles”.
Esto le concedía, según dicha decisión, el control del oro de la reserva nacional guardado en las cámaras acorazada el Banco de Inglaterra e impidió al gobierno de Maduro recuperar una parte de los fondos, valorada en mil millones de dólares, que asegura necesitar para combatir la pandemia de Covid-19.
Denunciando un “descarado robo de piratería”, el ejecutivo venezolano recurrió la decisión ante el Tribunal de Apelación de Londres y este determinó el lunes que el caso no es tan sencillo.
En opinión de los jueces Lewison, Males y Phillips la declaración del entonces ministro británico de Relaciones Exteriores, Jeremy Hunt, reconociendo a Guaidó fue ambigua.
Y antes de seguir adelante con este asunto de fuertes implicaciones diplomáticas y financieras, hay que aclarar si se le otorgó en realidad algún poder y cuál.
“Será necesario determinar si el gobierno de Su Majestad reconoce al señor Guaidó como presidente de Venezuela a todos los efectos y, por consiguiente, no reconoce al señor Maduro como presidente a ningún efecto” o si “también reconoce al señor Maduro como la persona que de hecho ejerce algunos o todos los poderes del presidente de Venezuela”, escribieron los jueces en su decisión.
Durante tres días de juicio centrados en cuestiones extremadamente técnicas a finales de septiembre, los abogados de Caracas se esforzaron por demostrar que al no haber roto relaciones diplomáticas con Maduro, y seguir manteniendo a sus respectivos embajadores, Londres “reconoce aunque no apruebe” a su gobierno.