Anorexia: vestidas para morir

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¿Anorexia es infancia? Un día la báscula marca 18 kilos menos. Otros sufren un desmayo y casi se desnucan. Luego dejan de menstruar y así, lentamente, comienzan a morir

Por Magali Tercero*

¿Belleza es languidez? ¿Desear morir para abandonar, quizá, un planeta sin ozono y sí muy poco armonioso, al menos desde el punto de vista de las jóvenes anoréxicas? ¿Por eso algunas permiten que su organismo se diluya en un proceso corporal doloroso? “Un desfile inolvidable”, dice alguien al pasar. Y sí, “hay varios modelitos que nos pondríamos”, imagino que responden al unísono mis acompañantes: las fotógrafas Maya Goded y Úrsula Guri. “¡Pero otros están como para visitar Saturno!”, comenta alguien de la fila posterior. Lo que no se explica es la manera de caminar de las modelos.

Algunas parecen montadas en zancos, otras se tropiezan por imitar a las modelos famosas en ese pasito consistente en poner, en línea muy recta, un pie delante del otro. Varias parecen anoréxicas. A mi lado, Maya —quien me ha invitado a pasar una tarde superficial mientras buscamos afinidades en nuestra percepción de lo urbano—, parece sentirse incómoda en este salón de un hotel lujoso de la capital. Su asistente Úrsula es una joven nacida en Iztapalapa, fan del Faro de Oriente, de donde saltó a una vida menos signada por la injusticia económica, el narcomenudeo y las enfermedades.

El público no va tan airosamente decorado como los reporteros de la moda. Las entusiastas fans portan jeans deslavados, desmesuradas cabelleras rizadas. Muchos senos y caderas tienen el incierto glamour de los cuerpos escuálidos. Un  elegante anciano palomea diseños. Su imagen aparece en la pantalla de mi celular algo deslavada, más bien lejana, como los rostros y cuerpos puntiagudos de tres modelos que abrieron el gran desfile del año de moda alternativa. ¿Anoréxicas? Y sí: qué huesos salientes, qué clavículas pronunciadas, qué mentones frágiles y cuántos pómulos descarnados.

Es notable el contraste entre estas modelos de belleza, a la Kate Moss, y sus abultadas faldas tipo los cincuenta del siglo pasado. Sin pensarlo mucho, comienzo a cantar por lo bajo:  “Sus piernas son como un par de carricitos/ (…) Popotitos no es un primor/ […] A Miss Universo nunca va a llegar”. Hay moda retro por todos lados, combinaciones de telas y blusas que recuerdan los figurines de los noventa del siglo XIX impresos en las quebradizas páginas de las revistas antiguas de mi bisabuela. También se ven pantalones al tobillo con zapatos altos, una combinación tonta y antiestética.

¿Qué las angustia? ¿Crecer?

Algunos años atrás, una modelo internacional murió de septicemia por anorexia. ¿Qué clase de sociedad es ésta? Intriga, lo busqué en libros para estudiantes de psicología, la distorsión de su imagen ante el espejo. Estas mujeres difusas se ven como obesas. ¿Qué las angustia? ¿Crecer? Es inmensa la ansiedad ante la inminencia de la vida adulta. ¿Anorexia es infancia? Un día la báscula marca 18 kilos menos.

Otro sufren un desmayo y casi se desnucan. Luego dejan de menstruar y así, lentamente, comienzan a morir. Muchas estudian danza con instructoras que encuentran vulgares a las bien nutridas. En Rusia hubo un caso de gimnastas adolescentes sometidas a dietas que las dejaron anémicas. No hay madre amorosa ni médico preocupado que las convenza de la urgencia de comer. Ellas siguen viendo en el espejo una figura magnificada por sus problemas emocionales. Y los fabricantes de ropa fortalecen el equívoco bajando artificialmente las tallas. Así creen estar en peso.

Las tallas 1, 2 y 3 son para muñecas. “¡Ya soy 2 de nuevo!”, presume una amiga aunque es talla 34. Siempre hay alguien que decide convertirse en una  talla 1 y se mata comiendo lechuga. ¿Dónde comienza la ruta de la anorexia? Pero vaya tren de pensamientos. Este desfile es un suplicio. ¿Es mucho pedir una tarde frívola en medio de nuestro permanente denunciar la anomalía social? (Fragmento de un texto publicado en la revista Cultura urbana).

Magali Tercero. Cronista urbana y cultural. Su libro más reciente es “Cuando llegaron los bárbaros… vida cotidiana y narcotráfico”.

Fuente: El Universal

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