Un país dividido, como dice el periódico opositor, no es. Hay un bloque social mayoritario y estable, un indiscutible líder político e ideológico con una agenda de 100 compromisos y un acuerdo robusto, cercano a 70 por ciento, de que ese rumbo es el que el país debe llevar.
Es un porcentaje que puede apreciarse más en su solidez si se considera que el gobierno no cuenta con el entusiasmo de los medios de comunicación del que gozó Fox por sacar al PRI de Los Pinos, o con el respaldo mediático que sí tuvieron Calderón y Peña Nieto con su guerra y sus reformas estructurales. Es cualitativamente diferente: no una variación en el estado del tiempo generada por caprichosos vientos, sino un auténtico cambio climático de la política mexicana, lo que buena parte de la oposición no ha entendido mientras se divierte en Twitter manipulando la conversación. Se trata de una unidad rebelde ante el discurso mediático que, sin embargo, tiene sólidos asideros materiales.
Si hay algo similar a la unidad nacional es esto, y el momento unitario que vive México sabrá encontrar en elecciones siguientes su cauce, por lo menos en lo que hace a los ejecutivos estatales. En presidencias municipales y diputaciones, la brega será constante, más complicada, pues no son pocos los dirigentes de Morena que se han solidarizado con alcaldes de oposición para restituir los fondos de moches, para “bajar recurso”, que entienden que es su principal función y canonjía como políticos locales. Pero no quiero desviarme. Al contrario de lo que pasa en buena parte del mundo y lo que pasaba hace un par de años en México, vivimos un momento de unificación política, de una representación que ha logrado generar esperanza y responder demandas.
El discurso que habla de polarización se ha convertido casi en sentido común, pero la verdad es que tampoco hay. Fustigando a sus principales adversarios en medios de comunicación, lo que el Presidente ha emprendido es una línea de demarcación entre lo que es aceptable y lo que no lo es en el régimen que pretende construir, hacia la izquierda y hacia la derecha —por eso, de un lado y de otro, prefiere hablar de conservadores—. Se habla de polarización, más bien, porque los medios de comunicación han abierto la puerta a la crítica tremendista y estridente, que más que entender qué es lo que está pasando, aspira a derrotar discursivamente al presidente López Obrador, envenena las redes sociales y demuestra lo más vil de la conversación pública.
Y es así: el debate mediático y las redes sociales sí están polarizadas, pero esto no es un reflejo de un país que avanza con certeza y la estabilidad del mayor acuerdo político en las décadas recientes. Si se mira a la calle y a las intenciones de voto, la perspectiva parece más clara: los grandes liderazgos de la derecha, que magnifican sus espacios mediáticos y ocupan el ficticio polo antiobradorista, apenas logran congregar a unos cuantos miles con consignas contradictorias.
El PAN aspira a un tercio de la votación de Morena, de por sí inferior al Presidente. La oposición, esa sí, está fragmentada, dividida y sin propuesta, y parece que así seguirá.
@gibranrr