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Todavía con la investigación de la PGR en su contra por lavado de dinero, durante la campaña de 2018, Anaya y Peña trataron, con la intermediación de los magnates, unificar las candidaturas del panista y de José Antonio Meade. No pudieron.
Era marzo de 2014 y la aprobación en el Congreso de las reformas del Pacto por México, incluida la energética, había hermanado a Enrique Peña Nieto con Ricardo Anaya, quien se ufanaba de que el presidente de la República, con quien se reunía en privado al menos una vez al mes, respaldaba su proyecto de sucederlo en 2018.
“Soy muy cercano al presidente Peña”, le confió Anaya a un amigo que conoció cuando despuntaba en la política como secretario particular del gobernador Francisco Garrido Patrón, en Querétaro, y era conocido como “El Cerillo”.
–¿Muy?
–Muy, a nivel de Luis Videgaray.
De tal nivel era la relación con Peña, que Anaya valoraba aceptar la propuesta para ser diplomático y representar a México: “Me está ofreciendo uno de los sueños de mi vida: La ONU”.
Anaya había solicitado licencia como diputado federal del PAN, de cuyo grupo parlamentario era coordinador, para hacer fórmula como secretario general de Gustavo Madero, el negociador del Pacto por México, contra Ernesto Cordero y Juan Manuel Oliva, a los que vencería en la elección interna de mayo.
Como presidente de la Cámara de Diputados el primer año de la Legislatura, Anaya había sido clave en aprobar las reformas de Peña, cuyos elogios en el mundo neoliberal se resumieron en la portada de la revista Time –“salvando a México”–, y sentía que no le afectaría trabajar en la diplomacia peñista, previo a buscar la presidencia de México, en 2018.
“Soy la primera opción de Peña”, se ufanó Anaya sobre el respaldo del mexiquense a su proyecto presidencial en la charla con la persona que compartió la información con el reportero.
–¿Más que los del PRI?
–Más que los del PRI.
Pero algo se rompió en la relación tras los comicios electorales de junio de 2015, la intermedia de Peña, y la elección de Anaya como presidente nacional del PAN, en agosto de ese año, y éste comenzó a hablar de que metería a la cárcel a los “corruptos” del PRI, como a los exgobernadores y a quien presidía ese partido, Manlio Fabio Beltrones.
“Que se aplique la ley, que los corruptos devuelvan el dinero que se robaron y que quien haya cometido un acto grave de corrupción, como sucede en otras democracias, vaya a la cárcel”, expresó ante senadores del PAN en agosto de 2016, tras ganar a Beltrones gubernaturas, supuestamente gracias a la estrategia de encarcelamiento a los corruptos.
Todavía no hablaba abiertamente de que metería a la cárcel a Peña Nieto. Una de las últimas reuniones con el Presidente de la República en privado, en Los Pinos, ocurrió la noche del viernes 20 de enero de 2017, previo a la elección del Estado de México.
Conforme a la información que difundió Salvador García Soto en su columna, Anaya pactó con Peña que Josefina Vázquez Mota fuera la candidata a gobernadora del Estado de México, como lo fue, y parar con su triunfo el ascenso de Morena, no sólo de Delfina Gómez, sino de Andrés Manuel López Obrador al año siguiente.
Como Anaya, Vázquez Mota era vista por Peña como suya después de que le entregó, a través de Videgaray, más de mil millones de pesos para hacer política con los mexicanos en Estados Unidos. Pero algo pasó y el panista volvió a su discurso de cárcel a los corruptos, supuestamente para explotar el “voto útil”.
“No habrá venganzas, pero sí justicia. Los que la hicieron la van a pagar y los corruptos se irán a la cárcel”, insistió Anaya en la campaña ante el priista Alfredo del Mazo, primo de Peña, pero al final Vázquez Mota se hundió al tercer lugar y entonces el panista comenzó hablar de la traición de Peña y de que lo llevaría a la cárcel.
Todavía con la investigación de la PGR en su contra por lavado de dinero, durante la campaña de 2018, Anaya y Peña trataron, con la intermediación de los magnates, unificar las candidaturas del panista y de José Antonio Meade. No pudieron.
Por ahora, Anaya libró la cárcel y la audiencia sobre la acusación de crimen organizado por los 6 millones 800 mil pesos que presuntamente recibió de Emilio Lozoya se pospuso, a petición de él, hasta el 31 de enero y eventualmente podría fortalecerse políticamente.
Pero es indeleble el sello de la traición del panista a los que impulsaron su carrera: Secretario particular con Garrido, subsecretario de Turismo con Felipe Calderón, secretario general con Madero, presidenciable con Peña…
POR ÁLVARO DELGADO
DIRECTOR DE INVESTIGACIÓN EN EL DIARIO DIGITAL “SIN EMBARGO”
PERIODISTA.ALVARO.DELGADO@GMAIL.COM
@ALVARO_DELGADO