Optimista, razonablemente fuerte, obstinado y combativo; así es el Presidente que regresó de la cuarentena. Es decir, el mismo pero recargado. AMLO no va a cambiar. Usted decide si es para regocijarse, resistirse o adaptarse.
El presidente Andrés Manuel López Obrador regresó este lunes a la mañanera después de dos semanas de paréntesis por la convalecencia de covid-19 y retomó sus certidumbres, planes y obsesiones exactamente donde las había dejado, salvo que con más ahínco si se quiere. Constituye un chasco para todos aquellos que esperaban que la obligada cuarentena, que de alguna manera representaba el primer respiro en dos años de agitada agenda, permitiría una reflexión de fondo y por consiguiente un ajuste en la intensidad y dirección de su cruzada para cambiar el régimen. El paréntesis, escribimos algunos, es una buena oportunidad para que el Presidente tome alguna distancia del día a día y tenga posibilidad de evaluar el impacto de sus políticas o ajustar el estilo de gobernar para optimizar la búsqueda de sus objetivos.
O quizá sí lo hizo y justamente lo que vimos este lunes es el resultado de esa reflexión: una versión reconcentrada de sus filias y fobias, de sus certezas y convicciones. Para empezar, todo indica que el estado físico del Presidente no es un factor. Se le vio normal y plenamente restablecido; si bien la conferencia de prensa fue un poco más corta de lo habitual por recomendación médica, el mandatario se mantuvo de pie casi dos horas y sus intervenciones no delataban ningún tipo de fatiga o debilitamiento. Aseguró que la próxima semana reinicia sus giras por el país, comenzando por Oaxaca, y que en general retomaba su agenda habitual.
El contenido de su mensaje es el que resulta significativo. Lo que vimos es un López Obrador en estado puro, para regocijo de los que confían en él y desconsuelo y enojo de los que difieren o de plano lo repudian. El presidente que regresó resultó tanto o más combativo que el que se fue. La emprendió por nombre y apellido en contra de los sospechosos comunes: Reforma, El Universal, Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze, entre otros. Les llamó el hampa del periodismo y alabó a las benditas redes sociales, entre otras cosas porque habían ridiculizado al fundador de Nexos luego de alguna declaración sobre la vacuna Sputnik. La emprendió en contra de los privilegiados y corruptos que no pagan impuestos, los que hacen negocios leoninos con la electricidad o con las cárceles privatizadas, herederos todos ellos de los gobiernos neoliberales. Es decir, trató de recuperar el tiempo perdido y utilizó su primera aparición para recordar cuáles son sus adversarios y explicar por qué se oponen a su gobierno.
Aunque menos prolijo, también tuvo el cuidado de ponderar la estrategia que ha seguido la 4T, sea sobre la pandemia o cualquier otro tema. Me enfermé, dijo, porque tengo que trabajar y no soy un presidente que recurre a los privilegios para vacunarme, espero turno como cualquier otro mexicano. Validó el desempeño realizado por su gobierno en materia de salud y se mostró optimista respecto a la meta de tener vacunados a los mayores de 60 años a principios de abril.
Tampoco en materia de políticas económicas o sociales mostró que en su ánimo anide algún atisbo de contrición. Por el contrario, los datos que citó le tienen convencido de que vamos por el camino correcto. El volumen de ventas que reflejan las tiendas de autoservicio, que creció en este enero comparado con el del año pasado, confirman que pese a la pandemia y su secuela nunca hubo una crisis de consumo, a diferencia de crisis anteriores cuando se ayudó al empresariado en lugar de a la población. Y para confirmarlo cita los 200 mil millones de pesos que se derramarán este trimestre entre las familias más desprotegidas del país. Una cifra que se suma, además, a los recursos que obtienen 10 millones de familias como resultado de las remesas a razón promedio de 350 dólares mensuales. Esta derrama combinada, menciona AMLO, es lo que ha evitado la debacle de los más pobres (en otra ocasión el Presidente había mencionado que las ayudas del gobierno llegan a 70% de los hogares en México, es decir alrededor de 20 millones de familias, que representaría un promedio de 3500 pesos mensuales; lo cual aunado a los 7 mil pesos que se obtienen de remesas en la mitad de esos hogares, explicaría la ausencia de una crisis de consumo).
Por último, el Presidente hizo un balance rápido de las bondades de su gestión: inflación contenida, aumento de salario mínimo real, recuperación paulatina del empleo, estabilidad en la cotización del peso, incremento en las reservas internacionales, ausencia de endeudamiento y solvencia de las finanzas públicas. En suma, en palabras del Presidente, vamos bien y quienes se empeñan en mostrar lo contrario es porque se oponen al cambio que les llevaría a perder privilegios.
Optimista, razonablemente fuerte, obstinado y combativo; así es el Presidente que regresó de la cuarentena. Es decir, el mismo pero recargado. Habemus presidente para otros cuatro años y, está claro, López Obrador no va a cambiar. Un dato para tomar en cuenta sea para regocijarse, resistirse o adaptarse. Usted decide.
@jorgezepedap