Por Luis Javier Valero Flores
La más reciente gira del dirigente nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador, por el estado de Chihuahua, es realmente impactante, no sólo por el número de chihuahuenses reunidos en los diversos actos efectuados en el transcurso del fin de semana anterior, sino por las características de las zonas visitadas.
Sin temor a equivocarnos, el dos veces candidato presidencial recorrió la que es, quizá, la zona más violenta del país. Lo hizo en lo que fue un recorrido triunfal, a matacaballo, pero disfrutando a plenitud cada reunión celebrada en varios de los municipios que poseen algunos de los índices más violentos del país.
No es fácil que un político, de cualquier color partidario, recorra los municipios de Guachochi, Guadalupe y Calvo, Balleza, Parral, Bocoyna, en la sierra tarahumara, además del no menos problemático Jiménez.
En todos ellos, por desgracia, los hechos violentos ocupan la atención, no sólo de sus pobladores, sino del resto de los chihuahuenses.
Que un político, sobre todo de la oposición, y probablemente el opositor más intransigente del país, los recorra con la misma tranquilidad y éxito como si se tratara de cualquier región del sur del país, en la que Morena goza de una extrema supremacía política es verdaderamente sorprendente.
Es tan importante que sus adversarios políticos deberán reflexionar seriamente en sus estrategias electorales pues lo ocurrido en algunos de los municipios más poblados de la Tarahumara puede cambiar drásticamente el mapa político de esa región, devastada política, social y económicamente a lo largo de décadas de malos gobiernos.
Que varios cientos de habitantes de cada lugar abarrotaran los lugares de las reuniones, es sorprendente, porque, además, lo hicieron venciendo el natural miedo a reunirse en regiones en las que la violencia es el rasgo prevaleciente -además de la miseria- de todos esos lugares.
¿Porqué atrae a los mexicanos, de prácticamente todas las latitudes, el tabasqueño, cuyo discurso no ha cambiado fundamentalmente en los últimos 18 años? ¿Porqué ahora sí y antes no, por lo menos en las dimensiones con la que ahora ocurre?
Sin duda la persistencia y la consistencia de sus posturas, pero, también, la profundidad de la crisis del régimen político y la mayor certidumbre social de la enorme corrupción de los gobernantes.
Por ello contrasta, para los miles que acudieron a sus reuniones en los cuatro días de la más reciente de sus giras por Chihuahua, el hecho de que se traslade por tierra y sea un hombre asequible, prácticamente a cualquiera que se le acerque, independientemente de su origen partidario, cosa que ocurrió en todos los lugares. La oleada es uniforme, militantes de los principales partidos, sobre todo del PRI y PRD abarrotan sus actos, aunque el mayor componente social lo siguen siendo quienes no tuvieron militancia partidaria previa.
¿Cuánto influirá en los resultados electorales lo que hoy estamos viendo?
A riesgo de equivocación –cosa siempre presente cada que se hacen pronósticos electorales– pero probablemente estamos ante lo que pudiera ser una especie de “tsunami” electoral a favor de Morena, que protagonizarán quienes se presenten a votar en las elecciones de mediados del año próximo.
Tal fenómeno puede ocurrir si no se presentaran algunos fenómenos o hechos que incidieran mayormente en el curso de los acontecimientos político-electorales, pero lo que hoy revelan los actos celebrados en la sierra de Chihuahua, es que las simpatías por el partido de López Obrador están en una creciente oleada que puede desembocar en una no menos sorprendente avalancha electoral en favor de los candidatos de Morena.
Y tal hecho lo empiezan a revelar los datos de casi todas las encuestas realizadas al momento. En todas ellas López Obrador aparece a la cabeza de las preferencias electorales, pero muestran otros dos resultados que deberán destacarse: Ninguna de ellas revela las cifras aproximadas de participación electoral y, segundo, todas hablan de alrededor del 20% de encuestados que decidieron no revelar sus preferencias, o que aún no deciden su voto.
Cruzados esos datos con lo que ocurre en plazas, auditorios, estadios, etc. alrededor de la figura de AMLO, lleva a pensar que estamos a la vera de un extraordinario fenómeno social, la posibilidad de un “tsunami” electoral que arrase al régimen de partidos existente.
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