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Su temperamento explica parte de su derrumbe como gobernante de Jalisco; la población le retiró su apoyo
“Soy un político de carácter, a veces enojón, y digo lo que pienso. Así soy y no voy a cambiar a estas alturas de mi vida”, decía Enrique Alfaro a finales de 2017, cuando aún era alcalde de Guadalajara y construía su proyecto para ser gobernador de Jalisco, que logró, y luego para ser Presidente de la República, que ya nadie ve como viable.
El temperamento de Alfaro, quien en esa charla que tuve con él en su despacho el 21 de noviembre de ese año decía que quería controlarlo —“en términos de serenidad es en lo que trabajo”—, explica parte de su derrumbe como gobernante de Jalisco, donde la población le ha retirado su apoyo y ha menguado su figura hasta en Movimiento Ciudadano.
Un mes antes de ese encuentro, Alfaro corrió de un lugar público a un anciano que, rodeado de policías de Guadalajara, le hacía reclamos: “¡Vete de aquí, cabrón, no estés fregando!”, antes amenazó a un periodista con “romperle la madre” por publicar “mentiras”, y luego llamó “basura” a medios locales.
Apenas el 8 de diciembre, en uno de sus tantos exabruptos con la prensa, ordenó al secretario de Salud, Fernando Petersen, cancelar una conferencia banquetera, lo que generó un repudio que trascendió al estado. Al día siguiente, anunció que se iba de vacaciones hasta el 22 de diciembre.
Alfaro ha sido rijoso también con el presidente Andrés Manuel López Obrador, aunque no ha salido bien librado, tanto que en un año se derrumbó en el respaldo de los jaliscienses.
En efecto, según la encuestadora Mitofsky, en octubre de 2020 Alfaro tenía 52% de aprobación y López Obrador sólo 51%, pero en octubre de este año los papeles se invirtieron: el Presidente subió a 47% y el gobernador bajó a 44%.
Hijo de Enrique Alfaro Anguiano, rector de la Universidad de Guadalajara entre 1983 y 1989 —en cuyo periodo se instituyó la Feria Internacional del Libro—, Alfaro se ha enfrentado también con el cacique de esa institución, Raúl Padilla López, pese a que ambos apoyaron a Ricardo Anaya en 2018, y también ha disminuido su influencia en el partido Movimiento Ciudadano, cuyo amigo y correligionario desde que estaban en el PRI, Clemente Castañeda, fue removido de la dirigencia nacional por Dante Delgado y es sólo coordinador de los senadores.
No sólo eso: en Jalisco, el político en ascenso es Pablo Lemus, el flamante alcalde de Guadalajara y ex de Zapopan, perfilado para ser el próximo gobernador, en 2024, año que tenía Alfaro en la mira para ser el candidato del “PAN naranja”, pero cuyo declive contrasta con el ascenso de Samuel García, de Nuevo León, y sobre todo de Luis Donaldo Colosio Riojas, alcalde de Monterrey. En la encuesta del diario Reforma del 2 de diciembre, Alfaro fue desplazado por Colosio Riojas y su reacción fue que no está tratando de ser candidato presidencial —“no está no es algo que yo esté buscando”—, pero tres días después, el 5 de diciembre, declaró al diario español El País que está “preparado” para serlo.
Por ahora, Alfaro se relaja…
POR ÁLVARO DELGADO
DIRECTOR DE INVESTIGACIÓN EN EL DIARIO DIGITAL “SIN EMBARGO”
PERIODISTA.ALVARO.DELGADO@GMAIL.COM
@ALVARO_DELGADO