“Ahora ¿también les disparan?”

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Por Luis Javier Valero

Inmersos en las consecuencias de la oleada homicida –la que, por desgracia, no se retirará completamente; está presente, otra vez con los niveles del 2007 en Juárez, y lejos de ellos en el resto de la entidad, pues aún estamos en los dos o cuatro peldaños más altos en el ámbito nacional– hasta parece natural que la mayoría de los ciudadanos (olvidando cualquier enseñanza cristiana, siendo, como lo es la población en Chihuahua, mayoritariamente seguidora [82%] de alguna de las religiones de ese signo) enjuicie muy severamente a los delincuentes, llegando en ocasiones hasta el cuasi linchamiento.

Días atrás, el policía municipal Irving Omar Morquecho Robles dio muerte al joven de 16 años, Iván Maldonado Villegas, luego de ser detenido a causa de cometer, por segunda ocasión, un robo a un pequeño comercio de Juárez.

Iván fue esposado a la camioneta pick up en la que trasladan, ahora, a los detenidos. Luego de poco más de una hora de estar a bordo de la patrulla logró huir; al llegar a su casa lo esperaban los policías, huyó y no atendió la orden del policía Morquecho. Este disparó a quien, por la herida infligida, se presume, corría. Le disparó por la espalda. Prácticamente ahí murió.

El agente tenía un historial de más de 10 años de servicio en Rescate Municipal, luego de haberse desempeñado en la Cruz Roja. Sus compañeros de ambas instituciones lo describen como un hombre “comprometido y de respeto a la vida”. Era, además, chofer y escolta del supervisor Jorge Gallo Carbajal.

Iván había asaltado una tienda de barrio, armado de un cuchillo.

La descripción de los hechos fue confirmada por el secretario de Seguridad Pública Municipal, César Omar Muñoz Morales: “Con poco más de un año de carrera policial, el ex paramédico rompió el protocolo para realizar un arresto seguro y disparó contra el menor por la espalda, explicó ayer”. (Nota de Blanca Carmona, El Diario de Juárez, 3/III/15).

Pero ya tenía a la mano la justificación. Dijo que “la intención del elemento no era herirlo y mucho menos matarlo, fue como advertencia, pues había corrido, pero yo creo que la advertencia que hizo el elemento debió hacerla de otra manera”. (Ibídem).

La causa de muerte de Iván fue “asfixia por laceración de tráquea ocasionada por una herida producida por arma de fuego disparada en la espalda”.

Morquecho arguyó haber disparado “en defensa propia”, pues tuvo “mucho miedo” ya que el joven lo amenazó de muerte al momento en que, dice, “tomó una piedra, me la arrojó. Fue cuando desenfundé el arma y le grité ‘tírate al suelo’, disparé al aire y grité tírate…”. (Nota de Blanca Elizabeth Carmona, El Diario (de Juárez), 6/III/15).

Según diversos testimonios, el agente tuvo muy pocas oportunidades para practicar el tiro con pistola. Tenemos pocas balas, adujo el jefe policiaco.

Otro agente, en el juicio, dijo haber “percibido” que Iván “estaba drogado con agua celeste, pues olía mucho a solvente”. (Ibídem).

Y aparecieron las contradicciones. Que si fueron dos disparos (uno al aire), que si el cuerpo estaba boca arriba o boca abajo.

El padre de Iván, Edmundo Javier Maldonado González, clamó que su hijo tenía derecho a vivir, independientemente de los asaltos, o si estaba drogado y que el joven no estudiaba por falta de recursos.

El peritaje demostró que el disparó fue de atrás hacia adelante, ligeramente de abajo hacia arriba. La ausencia de pólvora en la ropa de la víctima permite concluir que le dispararon de larga distancia.

¡Ah, pero la defensa alegó legítima defensa!

No hay problema, el juez de garantía, Apolinar Juárez Castro, hizo una reclasificación del delito: “Determinó que se trata de un homicidio imprudencial y no doloso, que Morquecho no tenía la intención de asesinar a Iván Maldonado Villegas, pero violó un deber de cuidado al detonar contra el menor el arma de fuego calibre 9 milímetros que portaba”. (Nota de Blanca Elizabeth Carmona, El Diario, 7/III/15)

Así, el agente policíaco enfrentará el juicio en libertad.

¿Cuál sería la reacción de la sociedad y de las autoridades si las cosas hubiesen ocurrido al revés? ¿Que el muerto fuera el policía y que el joven, después de dispararle, alegara que había sido “una advertencia”?

Una de las respuestas nos la ofreció el alcalde Enrique Serrano. “Los jóvenes se han visto involucrados en la delincuencia; los padres han perdido la autoridad sobre ellos, los dejan solos, consumen drogas, se dedican a delinquir y los padres no hacen nada, y la Policía los tiene que combatir”. (Nota de Araly Castañón, El Diario, 1/III/15).

De ahí la pertinente pregunta de la socióloga Catalina Castillo, de la Red por los Derechos de la Infancia: “Antes sólo los detenían, ¿ahora también les van a disparar?”. (Ibídem).

No hay vuelta de hoja, a pesar del costo; si se desea construir la confianza de la ciudadanía en las instituciones, empeño en el que dicen estar los gobernantes, deberán ser los primeros en dar evidencias claras, nítidas de que así es. ¿Cómo creer en la certeza de la decisión del juez Juárez Castro? ¿Cómo compaginarla con la herida de bala recibida por Iván en la espalda?

Y la tragedia social, vívida, sin retoques: Dos jóvenes inmersos en la ola de violencia y de degradación social existente, fruto de una política económica y una forma de gobernar en la que problemas como la rehabilitación en el consumo de drogas no forma parte de las prioridades gubernamentales, no hay dinero para eso y el problema es que las víctimas son, en una inmensa mayoría: los pobres.

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