El Pacto Mundial para la Migración de Naciones Unidas fue aprobado formalmente este lunes en Marrakech, Marruecos, en una conferencia intergubernamental que reunió a casi 160 países, ante el rechazo de 16 naciones mayormente europeas.
Hasta ahora, nueve países se retiraron del proceso, tras haber aprobado el texto el 13 de julio en Nueva York: Austria, Australia, Chile, República Checa, República Dominicana, Hungría, Letonia, Polonia y Eslovaquia. Otros seis quisieron tener más consultas internas: Bélgica, Bulgaria, Estonia, Italia, Eslovenia y Suiza, según Louise Arbour.
Estados Unidos, que se había retirado de la elaboración del texto en diciembre de 2017, al considerarlo contrario a la política de inmigración del presidente Donald Trump, lanzó un nuevo ataque el viernes.
“Las decisiones sobre la seguridad de las fronteras, sobre a quién se le permite residir legalmente u obtener la ciudadanía, son algunas de las decisiones soberanas más importantes que puede tomar un país”, remarcó la misión diplomática estadounidense ante la ONU en un comunicado.
Washington se esforzó en los últimos meses por compartir su opinión sobre el pacto con otros países firmantes, sobre todo en Europa, según diplomáticos de la ONU.
Destacando los “esfuerzos” hechos para llegar a este pacto, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, exhortó a no “sucumbir al miedo” a la migración.
En su discurso de apertura, denunció las “numerosas mentiras” sobre este texto que provocó críticas de los nacionalistas y de los partidarios del cierre de fronteras.
El pacto, destinado a reforzar la cooperación internacional para una “migración segura, ordenada y regular”, deberá ser sometido todavía a una última votación de ratificación el próximo 19 de diciembre en la Asamblea General de Naciones Unidas.
La conferencia de Marrakech tenía que ser una etapa puramente formal en el proceso pero, como la cuestión desata pasiones, unos 15 países anunciaron su retirada o la congelación de su decisión sobre el pacto.
Aunque no se publicó una lista oficial, cerca de 160 de los 193 países representados en la ONU habían confirmado su presencia en Marrakech, un centenar de ellos con sus jefes de Estado, de gobierno o ministros.
El pacto, no vinculante, recoge principios (defensa de los derechos humanos, de los niños, reconocimiento de la soberanía nacional) y enumera propuestas para ayudar a los países a enfrentar las migraciones, como el intercambio de información y de experiencia o la integración de los migrantes.
También prohíbe las detenciones arbitrarias y solo autoriza los arrestos como medida de último recurso.
Los activistas de los derechos humanos consideran que el acuerdo no llega suficientemente lejos en materia de ayuda humanitaria, servicios básicos y derechos laborales de los migrantes. Sus detractores lo consideran una incitación a los flujos migratorios incontrolados.
258 millones de migrantes
En el mundo hay alrededor de 258 millones de personas en movilidad y migrantes, esto es, 3.4% de la población mundial.
El sábado se registraron en Ottawa altercados entre grupos proinmigración y militantes de derecha opuestos a la adhesión al pacto. Pero el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, prevé firmarlo: “Acoger a la gente venida del mundo entero gracias a un sistema de inmigración riguroso es lo que convierte a Canadá en un país fuerte”, dijo.
La canciller alemana, Angela Merkel, también favorable al texto, estaba presente en Marruecos, igual que los jefes de gobierno de España, Pedro Sánchez, Grecia, Alexis Tsipras o el belga Charles Michel.
La decisión del primer ministro belga, Chales Michel, de viajar a Marruecos, hizo explotar su coalición gubernamental con los nacionalistas flamencos del N-VA, tras varios días de tensión.
Este partido antiinmigración celebró el sábado un encuentro en Bruselas con Marine Le Pen, líder de la extrema derecha francesa; y Steve Bannon, exasesor de Donald Trump, para denunciar el pacto, denunciado por populistas de toda la UE a unos meses de las elecciones europeas, en mayo.
El presidente francés, Emmanuel Macron, enfrentado a las protestas de los “chalecos amarillos” que sacuden el país desde hace tres semanas decidió no viajar y enviar a Marruecos al secretario de Estado de Relaciones Exteriores, Jean-Baptiste Lemoyne.
(Con información de AFP)