Por Carlos Murillo González
Parecía una elección “normal”, de esas que no atraen tanto a la gente por que son intermedias (para renovar la Cámara de Diputados) y en algunos estados, para presidencias municipales y gubernaturas. De repente el debate sobre el voto nulo y el voto útil en los reducidos ámbitos intelectuales, pero luego la presencia de lo hardcore en Guerrero, Chiapas y Michoacán. El boicot de las elecciones ha iniciado.
El derecho a votar o no votar
La constitución mexicana nos otorga el derecho al voto a la ciudadanía mayor de 18 años, mas no así el deber de votar. Precisamente es una obligación moral cuya decisión de abstenerse no está sujeta a castigo. En las democracias electorales contemporáneas, mayoritariamente occidentales, la vida democrática de la mayoría se reduce a depositar un voto cada determinado tiempo para continuar o cambiar con un régimen político-económico. La realidad de esta manera de organización falsamente llamada “democrática” es sobre todo psicológica: da la sensación de orden en un juego de ganar o perder a modo de apuesta. Todo está bien mientras se mantenga la seguridad, las instituciones, las y los líderes, etcétera.
Despolitización, apatía y analfabetismo político
El grueso de la población mexicana difícilmente puede considerarse ciudadanizada; es decir, no es una sociedad consciente de sus derechos y obligaciones, apenas apurada por el gran esfuerzo que implica la supervivencia diaria, en el caso de los sectores más marginales, o enfocada totalmente hacia el individualismo egoísta en lo económico y pragmático en lo político en los sectores aburguesados y agringados. Ese es el principal obstáculo para una democracia que no aspira a la igualdad ni a la libertad: inmensos sectores a los cuales engañar o corromper, como sucede en los EEUU (país abstencionista por excelencia).
La agenda de Washington
Los intereses de los EEUU en México son cada día más claros: somos sus aliados, además de sus vecinos, y sobre todo, una rica fuente de recursos naturales, no renovables y humanos. Para la supervivencia de la gran potencia, México es indispensable, igual que Canadá y casi por los mismos motivos. Por lo tanto, el sistema político-económico-militar debe ser similar, o si no será absorbido por el imperio, como parece ser el trasfondo de la ruta iniciada con la “guerra” contra el narco. Washington sabe muy bien el tipo de canallas que dirigen al país, mientras estos le sigan entregando las riquezas de la nación a sus empresas e intereses bélicos, no harán nada para cambiar este tipo de democracia.
Un sistema hecho para agandallar
El fraude electoral sigue siendo un hecho consumado en México. Ningún partido juega limpio y los que pretenden hacerlo por que así les favorece la preferencia electoral, no saben defender sus triunfos. Muchas personas saben que no se respeta el voto, que se compra la voluntad de las personas, y al desconocer la vida democrática, reproducen la cultura política del autoritarismo, el machismo, la intolerancia religiosa y de género, además del racismo. Es una situación favorable para el orden jerárquico, pero no para una organización políticamente sana, socialmente saludable. El fraude va desde las promesas de campaña (el futuro no se puede controlar) hasta el software que contabiliza y redistribuye los votos a favor de “x” candidato(a).
Las encuestas y las campañas
En el entramado de la “lucha” electoral y sus jugosos premios (sueldazos, fuero, relaciones de poder, nula rendición de cuentas, viajes, etcétera) las y los candidatos se convierten en el mejor de los casos, de gentes bien intencionadas a futuros y comprobados tiranos, con sus honrosas excepciones. En general las propuestas de campañas para esta elección son igual de pobres y simplonas como las de siempre. Las encuestas por su parte están supeditadas a quien las paga y habría más de una razón para dudar de ellas en un país donde la mayoría de la gente no vota. Por eso las tendencias de las encuestas son más bien tendenciosas y no reflejan la realidad de un país despolitizado.
Ganarle al PRI
Participar en la farsa de las elecciones significa de antemano, legitimar el régimen y por lo tanto, al PRI. Es muy complicado ganarles electoralmente, pues cuentan con las instituciones de su lado, principalmente los electorales, sus partidos satélites (PVEM y Nueva Alianza) un verdadero ejército de “promotores” (golpeadores) del voto, organización territorial y harto dinero para las campañas políticas. Al PRI no se le puede ganar a la buena y menos en un terreno que conoce bastante bien, pues lo ha construido a su modo. ¿Qué el PRI gana con el abstencionismo? Claro que sí, como también lo hace con cada elección. El PRI vive por y para las elecciones.
Propuestas
Si el camino electoral no es la respuesta, entonces cuál es. Hay muchas maneras de organización sociológica fácilmente identificables, desde las luchas armadas (rebeliones, revoluciones, golpes de Estado…) hasta las pacíficas (huelgas, insurgencia civil, boicots…) pasando por las institucionalizadas (plebiscitos, referéndums, revocación de mandato…) y, aunque no lo crea, fenómenos como el abstencionismo pueden hacer cambiar un sistema, pues es ridículo simular una democracia donde nadie vota. Por lo pronto ya tomaron la iniciativa las y los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) particularmente en Chiapas, Oaxaca y Guerrero.