A la bío, a la bao, a la bimbombá

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Por Alejandro Páez Varela

Uno de los activistas que estuvo en las manifestaciones del Senado me contaba, con desilusión, que la esperanza de detener el atropello ciudadano con la Ley de Telecomunicaciones se centra ahora en la Suprema Corte. Los llamados a protestar simplemente no funcionaron. La gente no acudió. Un puñado se presentó para expresar su repudio; un puñado fácil de neutralizar, fácil de apagar.

Mientras, adentro, la televisión no batalló para hacer de las suyas; los senadores a los que pagamos pero que trabajan para Televisa hacían lo que querían con el dictamen para garantizarle a sus patrones la impunidad que siempre han tenido. “A estas alturas, deberían suspender ya a sus troles y bots. La Ley de Telecomunicaciones es prácticamente un hecho. Gracias por participar”, escribió Javier Lozano, miembro del equipo político de Felipe Calderón y uno de los defensores de las televisoras y del Presidente Enrique Peña Nieto. Como una patada en los que ya saben… pero Lozano tenía razón en eso: poco qué hacer. Sólo apelar a la Suprema Corte.

Al mismo tiempo, la discusión en las redes sociales era intensa. “No era penal”, dijo el Presidente Peña en un evento público, alentando esa discusión encendidísima de los mexicanos, esa protesta encarnizada en contra del arbitraje en el Mundial que le robó a la “Selección Nacional” (esos que usan mi bandera no me representan, de allí las comillas) varios penales y uno de ellos fue definitivo. El hashtag #NoEraPenal se mantuvo entre los más recurridos durante días mientras que la generación de memes, que es lo que define cuándo un tema en redes es realmente “importante”, era tan amplia e ingeniosa que los diarios, impresos y digitales, llevaron las imágenes a sus portadas.

Qué cansado es este país, suelo decir. Qué cansado y qué de güeva. La mezquindad de muchos mexicanos es, de verdad, impresionante. Patética. Un payaso que llora porque eliminaron a su selección se pasea por la tele y en las redes sociales, al mismo tiempo que en el Senado de la República un grupo inmoral de empleados del gobierno o de los poderes reales le baja, a ese mismo payaso que llora por pendejadas, los calzones. Como digo: qué ciudadanos de güeva; mezquinos hasta consigo mismos. Capaces de organizarse en cuestión de minutos para gritar “¡putooo!” en un estadio, pero incapaces de ponerle un freno a sus verdugos. Claramente tenemos lo que nos merecemos.

Antes solía decir: “Pobres mexicanos maleducados, a los que les imponen a sus gobernantes”. Ahora no. No después de 2012. Cuando vi los videos de la gente peleándose por una tarjeta Monex, corriendo al súper con ella después de votar para encontrarse con que tenía 60 pesos o hasta cero pesos, me dije: qué gente más mezquina. Cuando vi al ex panista Manuel Espino levantándole la mano a Peña Nieto dije: qué mezquino (y de estos ejemplos sobran). Claramente tenemos al Presidente que tenemos no porque “se robaron la elección”, sino porque millones de mexicanos mezquinos antepusieron sus intereses (una tarjeta Monex con tres pesos, la esperanza de una chamba en el gobierno) a los de la Nación. O, bueno, antepusieron sus intereses a los intereses de todos.

Y en los últimos días, sus intereses eran el futbol, la peda, el #NoeraPenal.

Ahora los que cobraron su voto con Monex estarán sufriendo la caída de la economía. “No alcanza para vivir”, dirán. Casi los escucho. Pues sí, señoras y señores, no alcanza para vivir gracias a muchos de ustedes, que votan por los empobrecedores profesionales, por los ladrones profesionales, por los saqueadores profesionales. Así que ni venga con su “no alcanza para vivir” porque “no alcanza para vivir” a causa de la mezquindad de muchos como ustedes. Ni se quejen: mejor vistan al escuincle de “El Piojo” Herrera para que sigan celebrando mientras el Congreso es manejado por los poderes más obscenos; mejor vístase usted mismo de “El Piojo” Herrera que no batallará porque este país es de gente como “El Piojo”: un país de obesos (porque Coca Cola y los chatarreros hacen lo que quieren) (allí están las estadísticas) y de desgarbados.

Y mientras los mexicanos se organizan para puras tonterías (como para gritar “¡putooo!” o lanzar campañas en redes porque #NoEraPenal), los políticos y empleados de los poderes los despojan de sus derechos. Pa-té-ti-co. Realmente pa-té-ti-co.

Después de 2012, después del Mundial, me queda claro que los políticos son sólo una parte del problema de este país. La otra parte somos usted y yo, los ciudadanos, tan agachones y tan mezquinos, tan flojos para pensar, para actuar, para defendernos. Pa-té-ti-cos.

Y disculpe usted, no se sienta ofendido. No es personal. No es con alguien en particular. Es conmigo y es con todos.

Es desesperación, también. Es ganas de que pase algo, de verdad algo.

(Y mientras escribo, unas cinco familias babean ante a mí frente a la televisión. Babean, babean. La mesera babea. La gerente babea. Oigo la voz impostada de los comentaristas y sí, es futbol lo que ven. Son tan felices que, no crea, muchas veces pienso que estoy taaan equivocado. ¿No será mejor ponerme a ver futbol y organizar una porra? ¿A la bío, a la bao, a la bimbombá? ¿Así va?).

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