Por Jorge Zepeda Patterson
Pocas cosas reflejan el estado catatónico de la oposición como el hecho de que su fuerza se ha reducido a producir un escándalo por semana sobre Andrés Manuel López Obrador y su gobierno. A falta de argumentos, candidatos carismáticos o banderas atractivas para la población, los adversarios de la 4T poco a poco han reducido su agenda a la divulgación de las filtraciones que consiga Carlos Loret de Mola o espacios periodísticos equivalentes. Que Lilly Téllez se haya convertido en la figura más escuchada entre los políticos que fustigan al Presidente dice mucho sobre la calidad argumentativa de la oposición.
Se dirá, y con razón, que el propio López Obrador ha recurrido a golpes mediáticos en contra de sus opositores una y otra vez a lo largo de su sexenio. Pero lo ha hecho como una estrategia complementaria o de pinzas de una construcción política e ideológica mucho más compleja, para confirmar la noción de que su gobierno representa un giro de timón en favor de las causas populares. Es decir, son escándalos que van acompañados de una propuesta alternativa, a ojos de la población, o al menos de los amplios sectores que lo apoyan. “Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto encabezaban gobiernos corruptos y onerosos, nosotros lideramos una administración más austera y transparente”, diría el tabasqueño; los conservadores gobernaban para proteger los intereses de los ricos, Morena lo hace para repartir recursos entre los pobres.
Exhibir los excesos del presidente del PRI, las propiedades de Genaro García Luna, los ingresos de Carlos Loret, son acciones tan poco edificantes como las de sus adversarios. Pero mientras que los trapos sucios que muestra López Obrador buscan argumentar la tesis de que él y su movimiento son diferentes (no somos iguales, es decir, somos mejores), los pecados exhibidos por la oposición respecto a AMLO y su gobierno pretenden decir algo muy distinto: no son diferentes, es decir, son como nosotros. Parece una diferencia sutil, pero en términos políticos acaba siendo abismal.
Incluso en el caso de que el grueso de la población termine comprando los argumentos de la oposición en el sentido de que el obradorismo no resultó diferente a lo que había antes, eso abonaría muy poco a favor de un retorno del voto para el PRI o el PAN. Si son lo mismo ¿para qué reinstalar a los de antes en el poder? Y, en todo caso, muchos pensarán que López Obrador intentó hacer las cosas diferente pero no lo consiguió porque no lo dejaron. No pocos miembros de los sectores populares entenderán que sus vidas no cambiaron como quizá habrían deseado con el advenimiento del obradorismo, pero la mayoría tendrá parientes, sino es que ellos mismos, que reciben un subsidio que antes no tenían.
Y tampoco podemos ignorar que miembros de los sectores medios que votaron por él y se sienten defraudados, se verán en la difícil disyuntiva de canalizar su voto a alguno de los precandidatos que hasta ahora han levantado la mano en el sector de la oposición. Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard siguen siendo más atractivos, incluso para votantes desencantados del estilo de AMLO, de lo que puedan ser ex gobernadores panistas desconocidos, figuras desgastadas como las de Margarita Zavala o Santiago Creel o emisarios del pasado como Enrique de la Madrid o Alfredo del Mazo.
Cada escándalo difundido por la oposición ha intentado constituir un golpe definitivo en la imagen de López Obrador: el video de su hermano, la residencia del hijo o las incongruencias del Presidente a lo largo del tiempo, pero no han provocado desbarranco alguno. Una y otra vez ha terminado imponiéndose el llamado efecto teflón. Más aún, el mandatario se las ha arreglado para responder con un impacto mediático de igual o mayor proporción. A su favor cuenta no solo con las mañaneras y una enorme inversión de tiempo y energía personal a las tareas de divulgación, también con un aparato de Estado que vía la Fiscalía, el SAT o la Unidad de Inteligencia Financiera son capaces de poner a temblar a la clase política.
Se anuncia ahora la publicación de un libro, El Rey del Cash de Elena Chávez ex colaboradora de AMLO y ex esposa de César Yáñez, quien fuera su asistente y brazo derecho durante varios lustros, que exhibiría prácticas cuestionables en el pasado del Presidente. Una nueva esperanza de parte de sus adversarios. Habrá que ver el contenido para emitir una opinión más documentada, pero me temo que terminará sucediendo lo mismo que con los campanazos anteriores. Queda la impresión de que estos sucesivos misiles en contra de López Obrador terminan siendo una estrategia distractora de la verdadera tarea política que tendría la oposición por delante: construir un programa alternativo viable y atractivo para las grandes mayorías del país. Mientras eso no suceda, me parece, tienen la batalla perdida.
@jorgezepedap
Fuente: Milenio