A diez años del adiós del Juve

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Por Francisco Xavier Ortiz

Se cumplen diez años del fallecimiento de nuestro querido amigo periodista Juvencio Estrada López. En su recuerdo reproducimos el texto que hace unos años escribió nuestro también amigo y colega Alejandro Salmón Aguilera. Se trata de una pieza loable que retrata fielmente al estimado Juve, a quien recordamos con harto cariño:

Alguna vez, Ángel Otero sugirió que Juvencio Estrada debería recibir una paga extra por “desestresar a la raza”. Quienes oímos a Ángel decir eso le dimos la razón, lástima que nadie nos hizo caso.
Eran tiempos difíciles: finales del desastroso 1995, el de la crisis del “error de diciembre”, con amenazas de despidos y recortes de personal y con un ambiente laboral tan pesado que se podía cortar con navaja, de no ser por la dosis de buen humor que imprimía Juvencio en aquella sala de redacción.
Palabras más, palabras menos, Otero se refería así a la labor espontánea que hacía Juve sin más obligación que la de procurarle a sus compañeros y a sí mismo un remanso de buen humor mientras soportaban todos la sofocante presión propia de la línea de producción periodística y de la amenaza constante de un despido producto del tan anunciado recorte de personal.
Ya con la anécdota “del Profe Varona” que todos sabíamos que en realidad era de él o bien que la había magnificado a su gusto; ya con la broma tan oportuna como punzante; ya con su carcajada sonora como matraca, Juve llegaba a la redacción a reventar las tensiones y por consiguiente—acaso  sin proponérselo—,a mejorar la productividad de sus compañeros.
Bien lo decía Ángel: Juve se merecería un pago por esa labor.
De lo que también estoy seguro es que no se merecía el trato deplorable que recibió. Pero esa es otra historia.
Lo curioso del caso es que Juvencio llegaba a provocar ratos de buen humor a pesar de que sus propios problemas eran tan pesados y difíciles de carga como los del más emproblemado de sus compañeros.
Aún así, con sus apremios económicos y sus dificultades de diversa índole, Juvencio Estrada enfocó su carrera hacia una especie de periodismo social, en la que el ángulo principal era el hombre o mujer de la calle que poco o nada tenía para defenderse de la injusticia y del abuso.
De esa forma, el periodismo de Juvencio fue convirtiéndose en la guarida donde encontraba refugio el desprotegido, el ama de casa sin dinero para pagar un “inflado” recibo de luz; el deudor a punto de perder su casa ante una banca abusiva o el productor campesino agobiado por la falta de apoyos.
Humberto Beto Jáuregui solía llamarle “La madre Teresa”, como una forma de manifestar el enorme respeto y admiración que le generaba esa vocación social de Juvencio.
A Beto, como a muchos de nosotros, nos sigue admirando que Juvencio, con toda su pesada carga a cuestas, dedicara tiempo, esfuerzo y hasta dinero para ayudar a otros, acaso menos necesitados y apremiados que él.
Y es que, mientras otros aprovechan la cercanía al poder que produce la actividad periodística para sacar raja política; para obtener la canonjía, aplicar cláusulas de exclusión o recibir emolumentos en efectivo, Juvencio la aprovechó para ayudar a los menos cercanos a la franja de privilegios: a los niños de la calle; a los huérfanos; a la señora sin dinero para surtir su receta médica; al campesino acampado en la Plaza Hidalgo demandando justicia…
Juve se nos fue hoy hace dos años, pero no su memoria, ni su escuela de periodismo social. Hoy, otros y otras siguen su vocación de compromiso con los que menos tienen.
Ahí está Paty Mayorga, Beto Jáuregui o José Luis Muñoz,  por mencionar a algunos de los más comprometidos, que dedican mucho de su escaso tiempo libre para atender causas sociales, para buscar ayuda a quienes les urge, para convocar al gremio a participar en actividades benéficas.
En personas como ellas vive y vivirá la imagen y el recuerdo de Juve.
Fuente: Oserí

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