Por los años que pasé en la guerra me acostumbre a reducir a sólo unos pocos los propósitos para cada año nuevo. Sobrevivir, volver a mis hijas y a mi patria un día, no perder, pese a todo, la compasión, el sentido profundo de lo humano, mantener la esperanza en que la paz y la vida habrían de abrirse paso; fueron, casi sin variación a lo largo de esos 12 años, las pocas metas que, en días como estos, me fijaba.
Hoy, en medio del fragor del combate político por la transformación de México, vuelvo a mi vieja costumbre y reduzco a tres mis propósitos, como ciudadano, para el 2022.
Como de sobrevivir, ante todo, se trata, el primero de mis propósitos, tiene que ver con la contribución que puedo hacer a la construcción de la paz en nuestra patria.
Si queremos que la transformación se consolide y perdure hemos de avanzar en el combate a la violencia. Herencia, del viejo régimen el narco es, con la corrupción y la impunidad a las que se debe, uno de los componentes genéticos esenciales de ese régimen criminal que aun, en nuestros días, se resiste a morir.
Sé que la guerra es “un monstruo grande y pisa fuerte”. Sé que deja heridas que tardan generaciones en cerrarse y sé, también, que la paz, para ser verdadera, ha de cimentarse sobre la justicia.
Entiendo perfectamente que López Obrador, quien citando a Benito Juárez ha declarado reiteradamente que “no es su fuerte la venganza”, haya decidido no perseguir judicialmente a los expresidentes. Que el jefe de estado no libre esa batalla me parece saludable y comprensible.
Muy distinto, sin embargo, es que las y los ciudadanos nos quedemos con los brazos cruzados. A quienes traicionaron a la patria, burlaron a la democracia y se robaron o compraron la presidencia. A quienes impusieron la guerra y entregaron su conducción a criminales ligados al narco o la usaron como coartada para el saqueo es preciso juzgarles.
Yo no he de soltar a Vicente Fox Quezada, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto hasta que las autoridades correspondientes los agarren y respondan ante la nación por sus crímenes.
Y para que nunca vuelvan a sentarse en la silla e instalarse en ella por seis largos años hombres como ellos he de impulsar, en la medida de mis posibilidades y este es mi segundo propósito, la consulta ciudadana de revocación de mandato. El pueblo debe tener derecho, como en cualquier democracia, a remover del cargo a quien incumple con el mandato que recibió en las urnas. Mucho dolor y mucha sangre nos hubiéramos ahorrado las y los mexicanos si a Calderón o a Peña hubiéramos podido revocarles el mandato.
Gracias al perverso amasiato entre medios y poder, típico también del viejo régimen, es que un payaso como Fox, un criminal como Calderón, un corrupto fatuo y banal como Peña hicieron, desde el poder lo que les dio la gana.
Gracias a esos mismos medios y a esas voces que callaron ante sus crímenes es que ahora, esos mismos y otros aún peores que ellos, quieren frustrar la transformación del país e intentan, a toda costa, derribar al gobierno democrático.
Mi tercer propósito es continuar al lado de quienes hacen contrapeso a los llamados “líderes de opinión” y a los intelectuales orgánicos, le entran al debate recio pero respetuoso, ejercen el derecho de réplica y contienen así la avalancha de mentiras, injurias y calumnias de todo tipo que saturan los medios y la red.
Tres propósitos tengo, como ciudadano, para este año que comienza: trabajar tercamente para que haya justicia, se profundice la democracia, se conozca la verdad. ¿Y tú?
@epigmenioibarra