Por Raymundo Riva Palacio
El lunes, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, afirmó: no es tiempo para pensar en el 2018; el martes, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, declaró: no pienso en el 2018.
Los dos alfiles de Enrique Pena Nieto evitaron que los medios de comunicación los metieran en la dinámica de la sucesión presidencial. Pero esto sólo forma parte del discurso para consumo de la opinión pública, pues el presidente Peña Nieto ya dio la luz verde para que quienes en su entorno aspiran a la candidatura del PRI, comiencen a moverse. La sugerencia no se limita sólo a ellos, y cualquier observador cuidadoso se habrá podido dar cuenta de cómo arrancaron los cercanos del Presidente.
Desde hace tres semanas el secretario de Educación, Aurelio Nuño, modificó su gastado discurso sobre exámenes para docentes e incursionó en la arena política al provocar reiteradamente –sin éxito aún–, al principal contendiente de oposición por la Presidencia en 2018, Andrés Manuel López Obrador, que quiere sabotear la Reforma Educativa. Hace semana y media, el secretario de Agricultura, José Calzada, irrumpió en los medios con la numeralia de los avances que ha tenido el sector, convertido hoy en el principal generador de divisas para México. Hace una semana, el secretario de Desarrollo Social, José Antonio Meade, que había mantenido un muy bajo perfil, salió a los medios para hablar de su sector y de política. El gobernador del estado de México, Eruviel Ávila, no tiene esa autorización, pero tampoco la necesita: desde hace más de un año viene construyendo su futuro político. Quien tampoco requiere de ella, pero se apresuró a fijar postura y que los caballos no lo arrastren fue el presidente del PRI, Manlio Fabio Beltrones, quien dijo que no cuenten con él para el 2018.
La sucesión presidencial dentro del PRI comenzó. Dos jugadores, sin embargo, no se han querido colocar en el arrancadero. Uno es Beltrones, como se mencionó líneas arriba, y el otro es Videgaray, cuya afirmación en Nueva York de que él está pensando en Pemex –el viaje a esa ciudad fue para tranquilizar a inversionistas y reafirmar la viabilidad financiera de la empresa– y no en el 2018, es absolutamente cierta. El secretario de Hacienda ha emitido señales a los líderes empresariales y a los líderes de los sectores productivos, de que no está en su horizonte futuro la candidatura presidencial –también se ha descartado, en los conductos adecuados, de contender por la gubernatura del Estado de México–, que han llevado a preguntarse a sus interlocutores si en verdad Videgaray no aspira a la candidatura presidencial, con un dejo más de lamento que de crítica.
Pero en los otros campos, ya van corriendo. ¿Cómo se va a definir la candidatura presidencial en el PRI? Verdad de Perogrullo, Peña Nieto la decidirá. ¿En qué se fijará? Lo anticipó Osorio Chong en su declaración a la prensa: en los resultados de la gestión de quienes aspiren. En este momento no se puede afirmar que esa será la manera como el Presidente decida a quién quiere como sucesor. Si se toma cómo optó por Ávila en el Estado de México por encima de su primo, el diputado Alfredo del Mazo y del propio Videgaray, uno esperaría la decisión pragmática de un político con la cabeza fría. Sin embargo, el Peña Nieto de Casa Toluca y el Peña Nieto de Los Pinos son personas diferentes. Aquél era sensible y escuchaba a todos; este es insensible porque está secuestrado por un pequeño grupo –algunos de ellos aspirantes a la candidatura– que le impiden ver lo que sucede a su alrededor. Su imparable desaprobación sobre su gestión le grita cada mes que aparece un nuevo dato negativo, que algo está haciendo muy mal porque no logra revertir la tendencia. La molestia creciente con los líderes del país y la pérdida de consenso para gobernar, sugieren un manejo político y una comunicación erráticos.
Pero estos gritos no le hacen mella en sus protegidos oídos. Entonces, cómo definirá Peña Nieto su sucesión. Nadie sabe aún, pero una certeza es que difícilmente será como lo hizo en el Estado de México, solo, en una introspección donde analizó quién podría ganar la elección. En aquél momento él tenía acceso a todo tipo de información que podía balancear y cotejar para ver los positivos y negativos de cada candidato en función de las necesidades objetivas que tenía: que el PRI ganara la elección para la gubernatura, como última estación previa para lanzar su candidatura presidencial, y como plataforma de despegue para 2015. Hoy es diferente.
Peña Nieto ha sido resguardado en Los Pinos por un grupo que en su gran mayoría carecen de oficio y experiencia. Leales algunos, no tanto otros, juntos han coadyuvado para ir cerrando las puertas a las personas que podrían, sin compromiso alguno, aportarle información a la que un Presidente –por diseño alejado de la realidad de las calles–, necesitaría para tomar decisiones. Los reportes que diariamente le preparan para informarle sobre los temas de la agenda y las recomendaciones que le hacen, suelen ser superficiales, sesgados y, sobretodo, carentes de información analítica seria. No es una exageración señalar que Peña Nieto es un Presidente esencialmente desinformado. ¿Sobre qué base podría tomar una decisión, dados estos antecedentes? ¿Cuáles serán las variables que utilizará? Estas preguntas serán respondidas en el siguiente texto.
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