Zapatistas celebran el 22 aniversario del alzamiento armado en Chiapas

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A 22 años del levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), insurgentes, milicianos, bases de apoyo y simpatizantes del grupo rebelde conmemoran la declaratoria de guerra que lanzaron al gobierno mexicano en los cinco caracoles de su territorio de influencia.

A 22 años del levantamiento armado indígena, las comunidades del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), tal vez no tengan casas de cemento, televisores digitales, ni camiones último modelo, pero “no solo están mejor que hace 22 años, su nivel de vida es superior al de quienes se han vendido a los partidistas de todos los colores”, manifestó el subcomandante Moisés.

En punto de la media noche, Moisés acompañado de la Comandancia General Indígena, dio lectura a un pronunciamiento que firmó con el subcomandante Galeano para reiterar sus 11 demandas por la que le declararon la guerra el 1 de enero de 1994 al gobierno: Tierra, trabajo, alimentación, salud, educación, vivienda digna, independencia, democracia, libertad, justicia y paz para todos los mexicanos.

En el caracol de Oventic a donde acudieron cientos de bases de apoyo, adherentes y simpatizantes para conmemorar con eventos culturales un aniversario más de la insurrección, el subcomandante Moisés dijo que los zapatistas no dejaran las armas, “estarán con nosotros hasta el final”.

Expuso que a 22 años, las comunidades zapatistas, “lo que se pone en su mesa, la ropa que las viste, la medicina que las alivia, el saber que se aprende, la vida que transcurre es SUYA, producto de su trabajo y de su saber. No es regalo de nadie”.

“Durante estos 22 años de lucha de Resistencia y Rebeldía seguimos construyendo otra forma de vida, gobernándonos nosotros mismos como pueblos colectivos que somos, bajo los 7 principios del mandar obedeciendo, construyendo un nuevo sistema y otra forma de vida como pueblos originarios. Uno donde el pueblo manda y gobierno obedece”.

Por el contrario indicó, “en las comunidades partidistas reinan el desamparo y la miseria, manda la holgazanería y el crimen, la vida comunitaria está rota, lastimada ya mortalmente. El venderse al mal gobierno no sólo no resolvió sus necesidades, sino que sumó más horrores. Donde antes había hambre y pobreza, hoy las sigue habiendo, pero además hay desesperanza”.

Las comunidades partidistas, agregó el jefe zapatista, “se han convertido en grupos de limosneros que no trabajan, sólo esperan el siguiente programa gubernamental de ayuda, o sea esperan la próxima temporada electoral.

“Esto no aparecerá en ningún informe de gobierno municipal, estatal o federal, pero es la verdad que se puede ver en las comunidades partidistas: campesinos que no saben ya trabajar la tierra, casas de material vacías porque ni el cemento ni las láminas se pueden comer, familias destruidas, comunidades que sólo se reúnen para recibir las limosnas gubernamentales”.

Moisés declaró que para los zapatistas la lucha aún no termina, porque reconoció que les falta mucho por hacer, “nos hace falta organizarnos más y mejor”.

Pero con 32 años de experiencias de lucha de rebeldía y resistencia, “ya somos lo que somos. Somos el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Somos aunque no nos nombren. Somos aunque con silencios y calumnias nos olviden. Somos aunque no nos miren. Somos en el paso, en el camino, en el origen, en el destino”.

Un levantamiento contra el olvido

Como cada año, desde anoche los zapatistas recordaron con actividades culturales, eventos deportivos y discursos políticos aquella hazaña en la que decenas de camiones con cientos de indígenas salieron la madrugada del 1 de enero de 1994 desde los más recóndito de la Selva Lacandona para tomar cuatro de las principales ciudades de Chiapas y atacar el cuartel militar de Rancho Nuevo, a unos kilómetros de esta ciudad.

Los primeros 10 años del alzamiento armado zapatista fueron de gran proyección nacional e internacional, y la simpatía por el grupo armado tuvo eco en diferentes latitudes del planeta por su singular forma de darse a conocer a través de su carismático vocero, el subcomandante Marcos.

Luego de presentarse públicamente, los miles de indígenas encapuchados tuvieron 12 días de combate con el Ejército Mexicano. Entre los rebeldes hubo 46 bajas.

En febrero de 1995 sufrieron otra embestida por parte del gobierno federal y sus fuerzas armadas y un año después se firmaron los primeros Acuerdos de San Andrés, que el gobierno priista de Ernesto Zedillo no cumplió y mucho menos el gobierno panista de Vicente Fox, en 2001.

En marzo de ese año, más de mil indígenas encapuchados salieron de la Selva Lacandona para enfilarse en una marcha rumbo al centro del país. Se le denominó “Marcha del color de la tierra”, para reclamar el cumplimiento de los acuerdos firmados.

Por su cuenta, entre 2003 y 2004 los indígenas zapatistas empezaron a hacer efectivos los acuerdos no cumplidos y se reorganizaron para parir la autonomía reclamada. Crearon sus cinco caracoles zapatistas para reagrupar a sus más de 30 municipios autónomos, y en cada uno de ellos depositaron la sede de las Juntas de Buen Gobierno (JBG).

Su objetivo: organizar a las bases de apoyo y solucionar los conflictos. A la par, el EZLN se consolidó como vigía de la seguridad y estabilidad en esos territorios.

Desde 2004 los zapatistas han creado su propio sistema educativo ad hoc con el contexto geográfico, político y social de sus territorios y población. No tienen validez oficial ni reconocimiento del gobierno mexicano, pero es lo que menos les importa.

También crearon su propio sistema de salud con clínicas y hospitales en diversas regiones, donde han formado y preparado médicos y enfermeras zapatistas con el apoyo de fundaciones internacionales y brigadas médicas solidarias que llegan a la Selva para atender a los enfermos que requieren consulta y a quienes necesitan cirugías.

En el ámbito de la producción agrícola, la han desarrollado con pleno respeto a sus bosques y selvas. Los zapatistas han creado y rescatado formas milenarias para hacer producir la tierra y proveerse de alimentos, con el fin de que las comunidades cercanas no tengan que depender de los programas asistencialistas del gobierno federal.

El territorio zapatista no está exento de conflictos, uno de ellos y el más importante es la disputa por los territorios. Las tierras que se recuperaron tras el alzamiento armado de 1994 y que estaban en manos de ganaderos, finqueros o terratenientes, quedaron en poder de grupos que posteriormente se dividieron o bien desertaron de las filas del EZLN.

La indefinición por la propiedad y posesión de la tierra ha creado enfrentamientos que en muchas ocasiones han costado la vida de muchos.

Los grupos (zapatistas y no zapatistas) que conviven en una misma comunidad han participado en choques violentos, como el ocurrido en mayo de 2014 en  La Realidad, municipio autónomo rebelde de San Pedro Michoacán, Chiapas (Las Margaritas).

Ahí, miembros de la CIOAC-Histórica asesinaron al maestro zapatista José Luis Solís López. En su honor, el subcomandante Marcos enterró la identidad de ese personaje que durante 20 años militó en el EZLN y lo nombró subcomandante Galeano. Y aunque se ha pretendido relegarlo mediáticamente enviando al subcomandante Moisés para encabezar actos civiles y militares, en realidad ‘Galeano’ sigue siendo la figura principal del grupo armado para quienes llegan a los eventos zapatistas.

Anoche, último día del año, miles de hombres, mujeres y niños encapuchados se darán cita en Oventic, La Garrucha, Francisco Gómez, Morelia y Roberto Barrios para recordar el alzamiento armado del EZLN y también a ‘Galeano’ y a todos los caídos en la cotidiana lucha.

Fuente: Proceso/ La Jornada

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