#YoSoy132 a un año de la lucha

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Por César Alan Ruiz Galicia

Me tardé horas para escribir, en una línea, las palabras que he buscado durante meses para expresar una sensación que medité por semanas y que nació en sólo unos segundos de catarsis, empoderamiento y comunión, cuando llegamos al Zócalo con la Marcha de la Luz, un día previo a las elecciones de 2012.

No tenemos sueños: los sueños nos tienen a nosotros.

Antes de eso éramos provincias de ser distribuidas aisladamente. Nos acechaba una muerte con rostro de hormiga, con hemorragias de fastidio al vivir la cultura del pasotismo y la soledad política. Nuestras esperanzas debían autoexiliarse en la jaula de la vida privada, mientras las opiniones que defendíamos terminaban en debates de papel arrugado. Encontrarnos nos salvó de nunca llegar a conocernos.

#YoSoy132 es un movimiento de cuerpos, de ideas, de cultura y de conciencias. Siendo autocríticos, mucho de lo que rechazamos sigue igual, pero los que participamos nos sentimos totalmente diferentes. Somos un amplio grupo de personas sincronizadas en otro espacio emocional, donde la relación entre pensar y ser para luego hacer fluye bien, por lo que nos asumimos como ciudadanos involucrados, participativos y protagonistas.

No hay duda sobre que todo movimiento social tiene un “background”. Para #YoSoy132 el 68 y 99 son fundamentales como instancias simbólicas y organizativas recuperadas, mientras Atenco es el principal bastión de memoria histórica, por ser la indeleble marca represiva de EPN.

Sostengo que las causas profundas de nuestra emergencia son cinco: la desigualdad, que es la falla motriz que estructura las relaciones y disyuntivas de nuestra sociedad; la democratización de la democracia –que incluye la democratización del sistema de medios– impulsada por jóvenes y ciudadanos que quieren incidir en la vida pública; la acumulación impune de agravios e injusticias; una agenda social pendiente donde no somos incluidos y un bloqueo en la cúspide de la pirámide social que pone en crisis el sistema meritorio.

Aún hoy perviven grandes controversias sobre identidad, formas de lucha y horizonte común. Por eso creo que nuestras divisiones internas son la extensión de una fractura política histórica, que tuvo continuidad en la serie de traspiés que redundamos para la construcción de un proyecto de izquierda unida mas allá de las coyunturas.

En este punto, el ciclo del #YoSoy132 tiende a la clausura. Si lo vemos en diapositivas, tuvo su punto de ignición en la Ibero, su explosión en la marcha de la Estela de la Luz, su estabilización en Las Islas de CU y su estado de latencia en el periodo post-electoral, con un pico de actividad en diciembre y enero. Actualmente enfrentamos el dilema de todo movimiento: la evolución institucional o el fin consensuado.

México es un país que sostiene su desarrollo en la desigualdad económica, social y tecnológica, por lo que se mueve con bioritmos asincrónicos y cadencias sociales contradictorias. En sentido amplio, tiene el comportamiento de un sistema desacoplado dinámicamente, pero funcional a sus élites. Muchos desfases que vivimos entre las escuelas públicas y privadas se deben a que el movimiento es una plataforma de convivencia que replica la tensión de los desniveles, lo que vuelve difícil la articulación social para la re-generación del tejido asociativo.

A pesar de las dudas y recelos, dejamos huella con el diseño horizontal y democrático de la dinámica asamblearia. #YoSoy132 se desarrolló en la era digital, de modo que la forma de las redes estructura la forma del movimiento. Apuesto a que en las próximas décadas veremos a las Primaveras Árabes, el 15M y el #YoSoy132 como fenómenos que se replican, producto de la convergencia entre las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTIC) y las sociedades contemporáneas. Eso sólo será posible si se reduce dramáticamente la brecha digital, de modo que la experiencia del uso de esas NTIC no sea una vivencia privilegiada.

El #YoSoy132 es un grifo de historias, por ser una realidad colectiva y también íntima. Sus comentaristas dictarán versiones distintas a lo largo de los próximos años. Por eso muchos deseamos ver sinapsis colectivas inesperadas en el largo aliento, tras el proceso de metabolismo social que ya iniciamos.

Posdata. Vivimos entre la guerra, el clientelismo, la desinformación, la represión y el desengaño. Es difícil, pero no hay que perder el entusiasmo: la esperanza es una estatua de hielo esculpida en el infierno. Y aquí estamos.

Fuente: Sin Embargo

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