Por Epigmenio Ibarra
Otra vez, el PRI de nuevo en el poder, nos quiere hacer comulgar, como antaño, con ruedas de molino. Del quinazo al encarcelamiento del “hermano incómodo” y de ahí al elbazo parece no haber pasado tiempo alguno: el mismo recurso de legitimación defenestrando figuras que han dejado de servirle. La misma sacudida al viejo aparato para mantenerlo de pie, libre de amenazas internas, y preparado para enfrentar con “solvencia” a sus opositores. El nuevo PRI con sus viejas mañas y, en la medida en que se ha entregado a la tv, más efectividad mediática.
Desmemoriados e incautos habrá que se crean el discurso, plagado de lemas publicitarios, de que “nadie está por encima de la ley” pronunciado por aquellos que han hecho de la ilegalidad una forma de vida, de la corrupción y la impunidad un método de gobierno. Desmemoriados habrá que no quieran recordar quiénes, cómo y cuándo inventaron el charrismo y establecieron la costumbre de aceitar, con dinero público, la maquinaria sindical en nuestro país.
No nacen Elba Esther, ni Romero Deschamps por generación espontánea. Son una creación del PRI. A él se deben, a él sirven, por él se explica su existencia y la de sus enormes fortunas. De cuando en cuando cae uno para garantizar que las cosas sigan igual. Que el saqueo continúe mientras el hartazgo público o las necesidades políticas exigen otra víctima propiciatoria. En tanto les toca el turno, esas figuras emblemáticas del sistema político mexicano siguen, exhibiendo sus riquezas y nuestra pobrísima capacidad de indignación, de mansión en mansión, de escándalo en escándalo.
No viaja solo la corrupción del líder petrolero o de la maestra en el Ferrari del hijo del primero o en los aviones privados de la segunda. Viaja la corrupción del sistema todo; de este régimen en el que los bienes nacionales, el presupuesto federal y el de los estados, nuestros impuestos, son solo parte de un botín que, además de los líderes sindicales corruptos, se reparte, con cinismo ejemplar, entre gobernadores, presidentes municipales, secretarios de estado y funcionarios civiles, policiacos y militares de todos los niveles.
De justicia pretende disfrazar, este nuevo gobierno, un ajuste de cuentas entre quienes han sido compinches por casi tres décadas. De justicia pretende disfrazar un vulgar pleito por el botín, una maniobra política para dar la puntilla al PAN, acabar con la idea de un bipartidismo de derecha y reducir su papel de aliado, de cómplice, de socio al de mera comparsa. De justicia disfraza el golpe a una mujer que, en el colmo de la soberbia, no se dio cuenta que estaba tratando, de nuevo, con sus iguales y que estos le tenían cuentas pendientes.
No cayó a la cárcel Elba Esther Gordillo por su escandalosa e indignante corrupción de la que, desde hace años, sabíamos todos. Cayó porque hace dos sexenios traicionó al PRI para ponerse al servicio del PAN con Vicente Fox y Felipe Calderón. Cayó porque ya no tenía para su ex partido más utilidad que la de “chivo expiatorio”. Cayó porque se atrevió primero a contribuir a dos derrotas priistas al hilo y luego, en el colmo de la desmemoria y la insensatez, a retar a Peña Nieto.
Duerme ya en Santa Marta Elba Esther Gordillo y ojalá permanezca ahí por muchos años pagando sus crímenes. Bien merecido se lo tiene por todos los años en que, gracias a sus aliados en los gobiernos priistas y luego en los gobiernos panistas, medró no solo con los recursos de su sindicato sino también con otros fondos del erario. Bien merecido se lo tiene por haber condenado a millones de mexicanos a sufrir una educación de bajísima calidad y por haber traicionado, muchas veces, a este pueblo herido sediento de paz, justicia y democracia.
Duerme ya en Santa Marta quien hace muchos años debió haber pisado la cárcel. Esa mujer a la que Vicente Fox Quesada, quien había prometido demoler el régimen autoritario, en lugar de someter a proceso por sus ya entonces evidentes corruptelas, incorporó a su corte haciéndola partícipe de sus desatinos, compinche de su mujer y de sus hijastros.
Duerme ya en Santa Marta la mujer que, en 2006, operó el robo de la Presidencia de la República y se puso luego al servicio de Felipe Calderón Hinojosa. Con él comparte, en tanto que gracias a sus maniobras sucias se sentó en la silla, la responsabilidad por los 70 mil muertos y los casi 30 mil desaparecidos, la escandalosa corrupción de ese sexenio siniestro y el colapso total de las instituciones que condujo a la postre a una nueva imposición.
Duerme ya en la cárcel la maestra pero faltan muchos de sus cómplices, de sus creadores, de esos que le permitieron acumular enormes riquezas. Faltan Montiel, Mario Marín, Eduardo Moreira, Ulises Ruiz, Granier y muchos priistas más. Faltan Vicente Fox y Felipe Calderón, quien en Harvard debe estar poniendo sus barbas en remojo, pues no hace falta más que rascar un poco más en los ilícitos que a Elba Esther se le imputan para encontrarlo a él y a los suyos. Faltan, por último, esos mismos que, luego de comprar la Presidencia, se presentan hoy, con bombo y platillo, como adalides de la justicia ante la nación. Justicia habrá cuando ellos caigan.
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Fuente: Milenio