Por Gonzalo Martínez Corbalá
Cierto, a pesar de todo, las monarquías, sobreviven, aunque tengan que ir a cazar elefantes. Hacen bien los sociólogos, los politólogos y todos los especialistas que se sientan cerca de las actividades de las sociedades propias y también de las que únicamente comparten entre ellos las tremendas comilonas y bodas superiores a las de los artistas mexicanos. Hay excepciones notables, por la personalidad de ellos mismos y de sus herederos, hombre. Algo habrían de tener, el hecho de que trabaje verdaderamente, y de que se dé que haya un primer ministro, que sí trabaja y se come y se bebe.
Los problemas de nacionalidad, pues ya está bien. Los monarcas mantienen, durante largos y peligrosos periodos de guerra, que generalmente ellos no han provocado, pero que sostienen su valor internacional, y que incluso, sostienen las nacionalidades a salvo de los insanos apetitos de los dictadores, ya está bien para que las joyas de una corona, mantengan las excentricidades y los abusos de algunos altos miembros.
De la corte, incluso del propio rey o de la reina. No sabemos si son tan gravosas para el Estado sobre el que desparraman sus beneficios para su reinado, que apuntalan exitosamente a algunas iglesias necesitadas de alguna ayudadita, que las salva de conspiraciones, capaces de derrocar a los papas.
Si no hubiera existido el reinado británico, no habría sido una realidad tan destacada a escala mundial en la historia del parlamentarismo, auspiciado y casi casi, creado por el lord protector de Inglaterra.
Es decir, que si los reyes, las reinas y los mandatarios en general no siempre, nos dice la historia, se han llevado de la mano, y fueron a los picnics al pasar la raya de la privacidad, decorosamente, en muchísimas y muy importantes casos, se han evitado la guerras. Y se ha conseguido la armonización de ejércitos y autoridades civiles en conflictos internos; habrá que atemperar autoridades de Dios con los funcionarios y las instituciones de la democracia, en los parlamentos, aunque en un país tan grande, territorial y humanamente como México, también en este tipo de conflictos, habrá que seguir teniendo muchísimo cuidado. Y si no que se haga un estudio bien profundo sobre sí a los pueblos.
Hoy revolucionarios fueron traídos de Europa para gobernar México, y lo que costó después traer a Benito Juárez e instaurarlo en la Presidencia de México.
Y no se puede negar que fueron buscados y procurados por algunos mexicanos a quienes me da en la cabeza, que todavía tienen herederos en este gran territorio, que por las noches todavía se prueban la vestimenta real, y suspiran por que hubiera una monarquía en este territorio.
A pesar de todo sobreviven las monarquías, y en casi todas hay siempre organización es que luchan por la libertad para que se den las condiciones que permitan paulatinamente instaurar una democracia, que, sin ser perfectas, lo intentan, pues las monarquías parecen ser un mal necesario, para que las democracias se perfeccionen, a costa de aquéllas. Es en América Latina, sobre todo en Sudamérica, donde parece que es y será más difícil, no tanto las monarquías y sus rasgos que ya van perdiéndose en el caudal democrático de la historia, como las dictaduras a las que se llega por medio de la acción militar digamos ilegal, que cada vez se ve disminuirse por causas internas, y más bien, cuando se logran, es debido a jefes mal formados y bien armados desde fuera del país en cuestión, con objetivos de gran envergadura, de índole comercial. Allí están Chile con el cobre, Bolivia con el gas, el propio México, en el que el petróleo no acaba de llamar la atención, para llegar a las metas propias de producción y consumo que generan grandes riquezas y pobreza y problemas internos de difícil solución.
El planeta Tierra, más precisamente, el mundo industrial del planeta, busca a veces abierta y desesperadamente el control de las riquezas de los países vecinos, para perfeccionar las propias, pero ya no estamos en los tiempos de la piratería auspiciada por algunos gobiernos que necesitan o solamente apetecen las riquezas de los países vecinos; y es más, éstos a los que la naturaleza les ha dado combustibles o minerales de muy alto valor comercial, y algunas veces, militar, que cada vez se dificulta más a unas, y procesarlas y venderlas mediante contratos aceptados en los mayores mercados internacionales.
Está sumamente claro que el mundo, todo el planeta, y quizás los más grandes y poderosos mercados internacionales, están desarrollando sistemas de explotación, procesamiento, distribución, almacenamiento y venta, conjuntamente con sistemas de defensa que no son accesibles para todos y, por tanto, viene otro mundo creándose, ahora sí un nuvo mundo, que parece posible lograrlo de una manera de un sistema más equilibrado y más justo, con más oportunidad de desarrollo que los que se perfilaban hace poco tiempo todavía, en la época de la Segunda Guerra Mundial.
Este es verdaderamente el futuro del planeta Tierra y el de quienes lo poblamos, tan difícil que parece, pero no imposible. Tarde o temprano, las monarquías desaparecerán.
Fuente: La Jornada