Por Bernardo Barranco
No debemos menospreciar la expansión internacional de la ultraderecha ni al integrismo político católico. También llamado por el teólogo español, Juan José Tamayo, cristofascismo o la internacional del odio
el ciudadano Bergoglio.
Pese a que actores prominentes del PAN se han deslindado de Vox, no hay garantía de que Acción Nacional no dé un giro hacia la ultraderecha. El partido se ha venido degradando, ya no forma ciudadanía, arrastra una profunda crisis ideológica y, por tanto, de identidad. Tras dos sexenios en el poder, el blanquiazul no ha sabido recomponerse desde la oposición. Vox y el Yunque son una amenaza latente para el PAN.
La presencia de Santiago Abascal no es un accidente o una visita fortuita. Vox está forjando una red internacional de grupos fundamentalistas político-religiosos alrededor del mundo. A través de CitizenGo, según las revelaciones de Wikileaks, la red se extiende a 60 países. Por tanto, estoy en desacuerdo con afirmaciones del periodista Javier Tejado Dondé, que ante la despenalización del aborto en México, sostiene que la derecha en México parece ya no existir. No sé si lo lamenta, pero parece deplorar una aparente derecha de clóset. Es una afirmación alejada de la realidad. La derecha más extrema existe. Está incrustada desde hace décadas en los aparatos de gobierno, en los organismos empresariales, en universidades, en organismos de la sociedad civil, en medios de comunicación, en congregaciones religiosas, como los legionarios de Cristo y el Opus Dei. Goza de la protección de algunos obispos, como el vetusto cardenal Juan Sandoval Íñiguez y al parecer por los últimos nuncios. No podemos dejar de lado la agrupación de México Sí, encabezada por Claudio X. González y Gustavo de Hoyos. Se presentó como una oposición social a la 4T integrada por 534 organizaciones y 50 mil 131 personas registradas. Con un logo parecido al usado años atrás por el dictador chileno Augusto Pinochet, aparecen numerosas organizaciones vinculadas al Yunque, como el Frente Nacional por la Familia, la Unión Nacional de Padres de Familia, la Red de Líderes Católicos, Fundación Carlos Abacal, Alianza de Maestros AC.
Todo indica, en la línea de tiempo, que Vox es hijastro del Yunque mexicano. Vox nace bajo el amparo de HasteOir, organización arropada, financiada y facturada por el Yunque. La gran diferencia es que Vox ha logrado agrupar una base social amplia que le permite ser la tercera fuerza electoral de España. Por el contrario, el Yunque mexicano, no posee fuerza social ni mucho menos electoral. El Yunque está compuesto por un pequeño grupo de individuos incrustados en puestos de poder cuya fuerza política tiene otros alcances. Ambos son descendientes de un catolicismo social intransigente de corte integrista. Vox surge bajo un fenómeno vinculado al desprestigio de la clase política española. Ante el mal manejo de la crisis económica de 2008, se produce un gran descontento político de la población. El resentimiento popular recae en los dos partidos en el poder, el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Vox es una escisión del PP. Aparece en 2013 y capitaliza el rechazo hacia la clase política por sus escándalos de corrupción y elitismo.
Santiago Abascal, afiliado al PP desde 1994, emerge como figura pública con un discurso antisitémico ultraconservador. Férreo opositor del gobierno de Mariano Rajoy, especialmente en materia de política antiterrorista. Abascal abandona el PP y crea un nuevo partido, Vox, que pretende dar voz y protagonismo a los ciudadanos españoles con un discurso populista. Por ello el nombre de Vox, que procede del latín y significa voz.
No debemos menospreciar la expansión internacional de la ultraderecha ni al integrismo político católico. También llamado por el teólogo español, Juan José Tamayo, cristofascismo o la internacional del odio. Porque en Europa, Estados Unidos y América Latina se observa un avance vertiginoso de organizaciones y de partidos políticos fundamentalistas de extrema derecha. Hay que hablar del fundamentalismo en plural. Tamayo reconoce un discurso de odio, el riesgo latente para las democracias modernas, el negacionismo hacia el cambio climático y, sobre todo, el fundamentalismo patriarcal. La embestida a la llamada ideología de género contra los derechos de las mujeres y al feminismo, así como al LGBT. La cuestión se agudiza cuando dichos partidos asumen gravitación parlamentaria o gobiernan. He insistido en que la religión del Yunque no es la fe cristiana, es el dinero y el poder. Sería un error gravísimo menospreciar la conspiración de esta ultraderecha católica.
Fuente: La Jornada