Vive México “el principio de un estado totalitario”: Fernando del Paso

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El escritor es el sexto mexicano en ser distinguido con el máximo galardón de las letras españolas. Al recibir el galardón, Del Paso dijo con todas sus letras: “Aprovecho este foro internacional para denunciar a los cuatro vientos la aprobación den el Estado de México de la bautizada como Ley Atenco. una ley opresora que habilita a la policía a apresar e incluso a disparar en manifestaciones y reuniones públicas”

Los grandes escritores no desperdician las palabras. En su presentación de Fernando del Paso, que esta mañana ha recibido el Premio Cervantes de manos del Rey, Felipe VI, en Alcalá de Henares, el ministro español de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez Vigo, ha dicho que para el autor mexicano, la memoria y la literatura son “instrumentos esenciales para testimoniar las luchas humanas” y minutos después el galardonado demostraba que la frase del ministro no era pura retórica. Sentado en la silla de ruedas en la que mueve desde que una isquemia cerebral lo dejara maltrecho hace tres años, Del Paso inició su discurso recordando que en marzo del año pasado él mismo levantó cierto revuelo con su discurso de recepción del premio José Emilio Pacheco. Era pues, consciente de la expectación que habían despertado sus palabras de hoy. Y no defraudó.

“Las cosas no han cambiado en México sino para empeorar”, ha dicho, “continúan los atracos, las extorsiones, los secuestros, las desapariciones, los feminicidios, la discriminación, los abusos de poder, la corrupción, la impunidad y el cinismo”. Luego añadió un matiz —”criticar a mi país en un país extranjero me da vergüenza”—, pero siguió: “Me trago esa vergüenza y aprovecho este foro internacional para denunciar a los cuatro vientos la aprobación den el Estado de México de la bautizada como Ley Atenco, una ley opresora que habilita a la policía a apresar e incluso a disparar en manifestaciones y reuniones públicas a quienes atenten, según su criterio, contra la seguridad, el orden público, la integridad, la vida y los bienes, tantos públicos como de las personas. Subrayo: es a criterio de la autoridad, no necesariamente presente, que se permite tal medida extrema. Esto pareciera tan solo el principio de un estado totalitario que no podemos permitir. No denunciarlo, eso sí que me daría aún más vergüenza”.

Esas palabras no sorprenderían a los que supieran que desde el 1 de abril de 1935 en que un médico lo tuvo que sacar con fórceps, Fernando del Paso ha vivido a la contra. De hecho, es un zurdo que escribe con la mano derecha porque las maestras de primaria que le enseñaron a escribir lo machacaron —”con grandes bríos y denuedo”- a reglazos en la mano izquierda cuando intentaba escribir con la izquierda. Consiguieron a medias su objetivo: “No soy ambidextro, soy ambisiniestro”, apuntó. Más tarde, su mano izquierda se dedicó a dibujar “y así fue como se vengó de la derecha”.

Resumida someramente su vida, Del Paso pasó a repasar sus particulares obras completas, que incluyen menos libros que enfermedades. Después de recordar las circunstancias en que, con una cadencia de 10 años, escribió pacientemente novelas como José Trigo (1966), Palinuro de México (1977) o Noticias del imperio (1987), el sexto mexicano en obtener el Cervantes enumeró los males que le llevaron 15 veces al quirófano: una apendicitis, dos hernias, dos tumores “benignos”, un “desgarre” de corazón, un stent en la arteria superficial de la pierna derecha, otro en la arteria coronaria izquierda, dos oclusiones intestinales… “Tal mal he estado en los últimos tiempos”, confesó, “que cuando alguien me vio me dijo : ‘Pero hombre, ¿así va usted a ir a España?’. Y yo le contesté: ‘Yo a España voy así sea en camilla de propulsión a chorro o en avión de ruedas”.

Cumplió su palabra. Esta mañana estaba en Alcalá rodeado de su esposa, Socorro, y de una cuerda de hijos y nietos a los que también se refirió en un discurso lleno de crítica política y de retranca cervantina. “No vine aquí a contar mi vida y mis obras, ni para comentar mis penas”, dijo antes de recordar que hoy se conmemoran los 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes. Cuando el Rey le entregó el premio que lleva su nombre lo levantó como si fuera la copa del mundo de fútbol, deporte que no le interesa en absoluto pero que le trajo a España en 1982 como cronista del Mundial de aquel año. Otra fructífera contradicción de las suyas.

“Toda mi vida ha continuado la riña entre mi mano izquierda y mi mano derecha. Ninguna de las dos triunfó y esto ha significado para mí un conflicto muy profundo. Sin embargo, mi mano derecha se ha impuesto, no sé si soy escritor, pero sé que no soy pintor, nunca he dejado de escribir para dibujar y siempre he dejado de dibujar para escribir”. En la Universidad de Alcalá, a unos metros del paraninfo del siglo XVI en el que leyó su discurso, una exposición desmiente parte de las palabras de un hombre con trazas de dandy y conciencia de ferrocarrilero al que solo una isquemia cerebral consiguió hacer callar en 2013. Dos años después recuperó el habla tras obligarse a leer en voz alta, día a día, Noticias del Imperio el monólogo de una emperatriz loca a la que él prestó la voz. Hoy en Alcalá, crítico y bienhumorado, en silla de ruedas pero sin perder la elegancia, ha demostrado que aquella recuperación no fue en vano.

Fuente: El País

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