“No se debe de modificar la ley en función de intereses personales o de grupo; no se se puede retorcer la ley, hacer la ley a la medida, independiente de donde suceda”, y “celebro que se haya resuelto respetarla en el Poder Legislativo. Es decir, que no se haya modificado la Ley Orgánica en el Poder Legislativo, porque eso no debe permitirse… Era una vergüenza”, señaló el presidente Andrés Manuel López Obrador ante la renuncia de Porfirio Muñoz Ledo a la relección en la Presidencia de la Cámara de Diputados.
“Imagínense, si nosotros estamos planteando una transformación, y permitimos eso a un partido que porque tiene mayoría puede aprovechar para modificar una ley en beneficio personal, en beneficio de un grupo, en beneficio de una facción. Eso es un retroceso. Yo celebro que esto se haya resuelto bien. Yo no podía meterme, pero era una vergüenza”
Aunque en su conferencia de prensa dijo que no podía intervenir, resaltó que la transformación de México pasa por el estricto apego a la legalidad. Es decir, que se acabe con la simulación, esa máxima que viene desde Porfirio Díaz de que ´la ley se respeta en la forma para violarse en el fondo´, y nadie puede estar por encima de la ley.
“Celebro mucho que ya se haya resuelto esa controversia y no entrar en componendas de ningún tipo, aplicar lo que está en la Constitución y en las leyes”, sostuvo en Palacio Nacional.
Cuando mencionó que no se debe retorcer la ley, se le preguntó si incluye a Baja California y López Obrador respondió: “todo. Nosotros queremos que se lleve a la práctica el principio de los liberales del siglo XIX, que se resume en la frase: al margen de la ley nada, por encima de la ley nadie.
“Se tiene que acabar con la simulación, tenemos que establecer un auténtico Estado de Derecho, no lo que viene imponiéndose de tiempo atrás, desde hace siglos, un Estado de chueco, no de derecho, un estado de cohecho, todo una simulación. Esto viene de la época de Porfirio Díaz… siempre respeto a la legalidad, aplicar lo que está en la Constitución y en las leyes”.
Fuente: La Jornada