“… esa nube de americanos generosos y desinteresados, especialistas, técnicos,
conferenciantes, consejeros que llegan cada día bajo signos diversos…”
Estado de Sitio. Costa Gavras
Es necesario recordar de vez en cuando aunque sea someramente el oscuro pasado de la denominada Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo USAID; las acciones de esta en el presente guardan absoluta correspondencia con propósitos de mantenimiento de un orden neocolonial en el continente.
En la excelente película del realizador griego Costa Gavras ‘Estado de Sitio’ (1972), uno de los protagonistas, Phillip Michael Santore (Ives Montand), es un conspicuo miembro de la USAID U.S. Agency for International Development, raptado por el grupo guerrillero Tupamaros en el Uruguay de 1970.
La obra cinematográfica de Gavras narra en realidad el secuestro y homicidio del empleado de aquella entidad de los EE.UU. en Uruguay llamado Dan Anthony Mitrione, jefe de la división de ‘Seguridad Pública’ de USAID, la cual resulta ser nada más ni nada menos que una sección encargada entre otras cosas, de instruir la extracción forzada de declaraciones: la tortura. De la cual aquel resulta ser un verdadero maestro.
La labor de esta entidad es puesta en evidencia en el desarrollo del relato de Gavras; servir de mampara de la ominosa CIA y otras agencias menos vistosas en una inmensa variedad de proyectos de control social violento instruidos en los cuerpos policiales y militares de países al sur del Río Bravo.
De hecho las estrategias de la Casa Blanca durante la Guerra Fría contra la Unión Soviética dictaminan la creación y políticas de USAID (1961 en pleno auge de la misma), destinadas a tales propósitos, ocultando sus reales fines de interferir en favor imperial procesos sociales, políticos y económicos de países tenidos como vasallos. Obviamente esto no es lo que se proclama, pues la retórica propagandística habla de ‘ayuda al desarrollo’ como justificante de procederes como el reseñado.
Ya hacia estos tiempos el prontuario de USAID es más diversificado aun y a la vez no menos notorio. Ahora le vemos al ataque en numerosas esterilizaciones amañadas de mujeres y hombres en el Perú del gobierno ultra neoliberal de Alberto Fujimori (1990-2000), y continúa alentando proyectos de anticoncepción en específicas zonas de conflictos sociales en la misma nación; la agencia impulsa planes de separatismo regional en Bolivia (Santa Cruz), Venezuela (Zulia) y Ecuador (Guayaquil), los cuales surgen en precisos momentos de concreción de estrechas relaciones de integración y por tanto de iníciales posturas soberanistas, como un obstáculo a las mismas.
Documentos desclasificados del gobierno de Washington certifican al ente de marras como fomentador de conflictos sociales en Bolivia, en una práctica inveterada violatoria de fundamentales normas internacionales que rigen las relaciones entre estados; en consecuencia los presupuestos financieros para ‘promover la democracia’, es decir derrocar gobiernos soberanos como los de Bolivia y Venezuela, son generosos con crisis económica o sin ella. Lo cual guarda precisa concordancia con acciones encubiertas de intervención militar en la actualidad en países tan atormentados y distantes como Siria, donde nuestra agencia protagonista colabora virtualmente en público con destacamentos mercenarios de fanáticos reclutados por las petromonarquías pro estadounidenses del Golfo Pérsico, en medio de una guerra ‘civil’ que ha dejado decenas de miles de muertos hasta el momento.
En naciones bajo hegemonía imperial, el respaldo avasallador a gobiernos pro estadounidenses se hace notar con toda intensidad, como en Colombia. Allí la omnipresente USAID ‘apoya’ (es decir financia y controla ideológicamente) decenas de ONGs esparcidas en todos los sectores de la administración pública, como Transparencia por Colombia, una fundación supervisora de las actividades de entes estatales y particulares en el sistema de contratación privatizado y descentralizado[8], justamente en una nación que a la luz de las propias autoridades locales es inusitadamente corrupta, formando verdaderas estructuras privadas y estatales para tales efectos[9]. La analogía con la situación planteada por los múltiples organismos persecutores del tráfico ilegal se psicoactivos también salta a la vista; a mayor vigilancia de alguna actividad censurada, más es notorio el auge y mantenimiento de esta y la consecuencial intromisión en los asuntos internos del país ocupado subrepticiamente. En este orden de ideas no puede parecernos extraña la creciente presencia de USAID en Colombia, en lo que va del presente siglo bajo cualquier pretexto por paradójico que parezca, como es el caso de la paz, cuando han alentado al gobierno de Bogotá a hacer la guerra más de medio siglo.
Allí aquella ha constituido una especie de real gobierno alterno; financia hasta la administración de un servicio público esencial para la existencia de la sociedad como la justicia, desde el mismo momento de la imposición a su gobierno del Plan Colombia, a la par que (des) organiza prisiones en la cuales se hacinan decenas de miles de personas juzgadas por el sistema punitivo de cariz anglosajón en materia penal, también impuesto; en igual sentido desarrolla “proyectos para la paz” (justo en una nación de 50 años de guerra) con un presupuesto para tal efecto, en caso de un acuerdo de paz con los movimientos insurgentes (Farc), a manera de reforzamiento de cerco al gobierno de Bogotá; así mismo hace las veces de financista y editorial de publicación en investigaciones sociales sobre la guerra civil en curso (de la cual el US government del cual forma parte USAID es participante decisivo); realiza programas específicos con poblaciones afrocolombianas, precisamente una etnia que ha sufrido en particular el desplazamiento forzado por parte de los destacamentos paramilitares y la subsecuente implantación de monocultivos de propiedad directa e indirecta de transnacionales y terratenientes locales financiados por USAID (lo cual de contera recuerda los esfuerzos por fomentar divisiones étnicas en países invadidos como Iraq, Afganistán, Libia o por invadir como Siria); patrocina programas de ‘Derechos Humanos’ [16] (en el país con más violaciones a los mismos del hemisferio), además del ya conocido plan de silenciosa invasión militar denominado Colombia en el cual interviene notoriamente, entre muchas otros tipos de penetración.
Los aspectos relacionados con las razones para la entrega de ‘ayudas’ a países específicos dentro de los intereses estadounidenses, se encuentran determinadas de manera excluyente por la ley de los EE.UU., las políticas del mismísimo Presidente, del Secretario de Estado, y para que no queden dudas de carácter colonial, por el draconiano Consejo Nacional de Seguridad. De tal forma, hablar de un ente articulado al interior de un extenso conjunto de órganos (CIA, NSA, DIA etc.) y a la vez matriz de otros (NED, NDI, IRI, Freedom House y demás) con particulares funciones reaccionarias de mantenimiento del dominio imperial durante más de 50 años en algunos casos, no es sino apenas colocar la burocracia de los Estados Unidos destinada al extranjero en sus justos términos de coadyuvante de esa otra parte del poder, el militar, intentando instaurar un dominio colonial en todos los rincones del planeta, y desafortunadamente esto último no es una metáfora.
El continente latinoamericano, reafirmado recientemente por el imperio en palabras del Secretario de Estado John Kerry como ‘patio trasero’ propio (la Doctrina Monroe hasta nuestros días), ha sentido los efectos de amplios movimientos sociales impulsantes de la instauración de gobiernos más o menos nacionalistas beneficiantes en alguna medida de una redistribución menos injusta de la riqueza común. Naturalmente, Washington apunta sus envenenados dardos contra aquellos y allí USAID adquiere notoriedad en operaciones desestabilizadoras del juego político interno, actuando eso sí siempre a través de organizaciones sociales, económicas y científicas locales privadas o públicas, a fin de mimetizar su influjo y condición determinante.
Ya sea apuntalando gobiernos ‘leales’ al capital estadounidense, u operando en campos de la subversión de otros procurando independencia y justicia social, la llamada ‘ayuda o asistencia para el desarrollo’ de hecho es sencillamente el componente civil de las variadísimas formas de asistencia, ocupación o intervención militar en puntos específicos de cada país:
“El concepto de subversión desde la perspectiva de los teóricos estadounidenses implica la puesta en marcha de medidas y mecanismos “no militares” para la consecución de “objetivos militares”, tales como abrir letrinas, construir puentes, prestar servicios odontológicos y de salud en general y desarrollar otros programas sociales. ¿Qué de subversivo pueden tener esas acciones? En la realidad aparente nada, pero como señalara bien el General Summers se trata de “conquistar el corazón y la mente de las gentes” para dejar sin base social a las fuerzas anti-sistémicas. Más claro agua”].
Lo anterior resueltamente se inscribe en la existencia de programas y agencias que combinan operaciones militares con componentes civiles para la aceptación de estas con un antifaz diplomático, siendo ya política oficial de EE.UU. desde el gobierno de Bush II y su Oficina de Recursos de Ayuda Exterior(Foreing Assistance Office), y conceptos orwelianos como el de Diplomacia Transformacional.
La Transformacional Diplomacy, es al fin de cuentas, el desarrollo reduciendo costos de “programas mixtos” coordinados entre el Departamento de Estado y el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, con el objetivo de defender ese otro concepto absurdo de la “seguridad interna” de EE.UU. “en el exterior” [20].
Justamente USAID irradia sus melifluos programas en aquellos lugares donde existen conflictos sociales agudos en los cuales es necesario cimentar el dominio de EE.UU. o este peligra; de acuerdo a su sitio en la red, existen 87 ‘misiones especiales’ en todo el mundo (si esto no esla manifestación de un imperio debemos cambiar el significado a esta palabra). Sus ya ‘legendarias’ actividades ‘cívico-militares’, algunas de las cuales son descritas en la referida película ‘Estado de Sitio’, continúan ejecutándose como si nada hubiese pasado desde los tiempos del ominoso Dan Mitrione. La contrainsurgencia persevera hasta nuestro tiempo por vía USAID, lo cual equivale a decir, por el camino de los poderes pentagonales y afines.
Muchos de los programas de la USAID ofrecen teórica cooperación con ONGs ‘privadas’ locales, tocando materias tan variopintas como violencia de género o microempresas industriales. Lo sorprendentemente paradójico es que en realidad Estados Unidos puede enseñar muy poco en materias como estas, pues como es de público conocimiento a pesar de los ocultamientos y el maquillaje comunicacional, la violencia y no solamente de género se enseñorea en su territorio y formas de control violento son las primordialmente empleadas allí. Es patente por ejemplo en Estados Unidos la generación de la mayor población carcelaria del mundo en término absolutos y relativos, la ocurrencia crónica de masacres, tiroteos, delincuencia organizada (por ejemplo quienes distribuyen sustancias ilegalizadas dentro de EE.UU), violencia intrafamiliar y esa que lleva a la existencia de unos 40 millones de pobres.
Del lado de la mera administración burocrática estatal es bien poco lo que puede ser tomado como ejemplo, a no ser que lo sea para no ser repetido; muchas comunidades locales en Estados Unidos se han visto recientemente abocadas a la quiebra de sus organizaciones civiles por la puesta en práctica del capitalismo de rapiña y desastrosas gestiones estadales, o en el caso de la administración federal a desórdenes fiscales y crisis estremecedoras para el funcionamiento federal (como la ocurrida en días pasados), en el marco del dogma económico al cual ha adherido sin cortapisas la oligarquía usurpadora dominante. Y si el meollo de la cuestión es la rimbombantemente expuesta como razón de bombardeos y otros crímenes ‘propagación de la democracia’ (algo de lo que el pueblo de Iraq no puede sino lamentarse), sin ir muy a fondo, las elecciones presidenciales del 2000 y el 2004, bochornosamente decididas no por el pueblo de EE.UU. y si por órganos externos a mecanismo electoral, son elocuentes en la materia; la estructura electiva al interior del imperio es ampliamente controversial tendiendo a ser regida por plutocráticos grupos de poder excluyentes. Elecciones indirectas, distantes, abstencionismo elevado y la financiación de potentados de las campañas a todos los niveles dejan muy poco al electorado de a pié, el cual apenas puede refrendar decisiones ya tomadas y sufrirlas.
Cuando se trata de corrupción, la misma USAID da mucho de qué hablar; esta ha sido objeto de severas críticas por el manejo de su presupuesto por parte de la misma justicia estadounidense, con lo cual sus ‘programas’ pomposos de ‘transparencia’ adquieren un más acentuado sabor a amargo y sospechoso engaño.
Como ya mencionamos, mandatarios nacionalistas como Evo Morales han expulsado a tales frentes de injerencia (Rusia ha hecho lo propio con USAID hace poco); la percepción de su naturaleza neo colonialista es inequívoca:
“… la USAID es una entidad racista, de derecha e imperialista”, y a la vez “una agencia de penetración ideológica-política en organizaciones sociales que buscan consolidar intereses específicos del imperialismo en territorio nacional”.
Dentro de la región muchos de los dineros aportados por la agencia en Centroamérica por ejemplo, se emplean en programas de ‘prevención de violencia callejera de bandas juveniles’ y en general ‘criminalidad’, con lo cual se evidencia la invariable coincidencia de que todos los países controlados o bajo influencia de Estados Unidos poseen notorios fenómenos de violencia (muchas veces poco estudiada en profundidad), tráfico de sustancias ilegales, corrupción, pobreza endémica y a la vez altos grados de militarización de sus sociedades, actividad de control violento la cual como hemos mencionado (¡Oh coincidencia!), también es patrocinada por USAID. Los fenómenos de delincuencia resultan altamente sospechosos de ser en la práctica instrumentos para servir de subterfugio de ruidosas y brutales operaciones de represión generalizada al descontento social.
En un contexto de tales características, los denominados programas de ‘liderazgo’ USAID, a los cuales son dedicados bastantes recursos y tiempo, siendo tenidos inmemorialmente como técnica de acercamiento, cooptación, penetración ideológica y reclutamiento de espías, pretenden mantener vigente la ideología de ‘libre mercado’; los dirigentes resultantes no puede ser sino en todo proclives a la propagación de valores inclinados al colonialismo político, social, cultural y económico, es decir favorecedores de los intereses de la Casa Blanca, y contrarios a los nacionales y menos aún latinoamericanistas.
Con un panorama como el expuesto dentro de la historia de América Latina de abusos intromisiones, sobornos, tortura, muerte y demás de agencias como USAID, someramente descrita aquí, es desconcertante y lamentable que aún se presenten sectores locales en las respectivas naciones, colaborando con el esfuerzo imperial. En algunas naciones por su situación política adversa en muchos sentidos al gobierno de Washington grupos políticos, sociales y/o económicos favorecen abiertamente la ejecución de los planes trazados por el US Government a través de USAID, los cuales pueden llegar (y han llegado) hasta la subversión y el sabotaje como es así mismo conocido.
Van desde los venales estratos altos de la población, carentes de un mínimo nacionalismo y una visión de comunidad y país, o de aquellos captados por las urgencias de la situación económica y el arribismo en capas medias vacuas y poco interesadas en las realidades sociales en lugares ‘incómodos’ al influjo imperial. En otros casos, con gobiernos controlados por la Casa Blanca los colaboracionistas están conformados por las mismas oligarquías locales beneficiarias tradicionales de sistemas sociales injustos, al presente acomodándose a los nuevos roles ordenados por el centro capitalista con el cual se sienten ‘asociados’, y capas medias exacerbadas al consumismo y el escalamiento social a cualquier costo.
Así mismo, existe dentro de las dos clases de naciones del hemisferio descritas, sectores intelectuales que plácidamente se acogen a programas de ‘investigación’ costeados por la agencia de marras, los cuales hacen caso omiso al pasado y presente bien conocido del ente objeto de descripción, olvidando que la finalidad de los organismos gubernamentales de EE.UU. en el exterior, es fundamentalmente la de servir a las políticas de dominio y expansión de la primera potencia militar del planeta, como lo reza inequívocamente la ley creadora de USAID. Ello es análogo con la situación de intonsos tecnócratas al servicio de multinacionales del centro capitalista los cuales de una u otra forma respaldan sistemas de rapaz explotación de recursos en naciones de la periferia capitalista, adoptando modelos culturales y políticos de sus mentores alentados por un exasperado arribismo, que les conduce a creer estar del lado de los ‘triunfadores’. El dinero no siempre puede explicar tales posturas.
La primera conclusión de dicha situación malinchista es el afincamiento de la creencia en una supuesta superioridad cultural e ideológica en las instituciones educativas, en instituciones productivas, o de investigación de EE.UU., lo cual refleja simplemente un etnocentrismo, desdoblado en el acrecentamiento de complejos de inferioridad, menos precio de valores ancestrales y olvido cuidadoso de la historia de pueblos y comunidades padecientes de la dominación. Los resultados de los ‘apoyos’ ‘alianzas’, ‘asistencias’, ‘cooperación’, etc., del tipo USAID no pueden ser sino distorsionadores frente a realidades angustiosamente injustas a las mayorías. Sin embargo, se convierten en vehículos destinados a hacer opaco el verdadero papel de organismos vinculados al poder estadounidense, y como fin supremo a ocultar o atenuar el desastroso efecto del modelo neoliberal extractivo impuesto por la fuerza.
Quienes por sus conocimientos son abocados a hacer de estos, fuente de liberación y justicia comunes, no deben abstraerse de la percepción de que la participación a cualquier título en las tácticas de injerencia descritas, implica tender a ser parte de una u otra forma de un proceder fáustico, coadyuvante de lo que Jack Lang (paradójicamente un hombre de un país colonizador) denominó hace varias décadas como ‘imperialismo cultural’, es decir una manipulación de conciencias y de modos de vida, bajo la falacia de la superioridad cultural.
Ciertamente, aunque cada vez más devaluados, los dólares fluyen desde el norte hacia el sur ya sea para mantener la hegemonía neo colonial o para subvertir los procesos de cambio de quienes intentan tomar sus propias decisiones; esto debe ser analizado como una demostración de la ocurrencia de actuaciones destinadas al beneficio del gran capital, pues con crisis presupuestarias afectantes del gasto militar, la financiación de entes como USAID permanece incólume. La divisa de USAID en su emblema manifiesta jactanciosamente que todo este flujo de propósitos más o menos turbios, insolentes y violentos de injerencia en pueblos sometidos o por someter, se hace en nombre “del pueblo de los Estados Unidos de América”. Evidentemente este es un embuste más, pues sabemos que este es por completo desconocedor de los reales propósitos, de una agencia con una ideología que pareciera conjunción del árido pensamiento político de Henry Kissinger, ominosos manuales contrainsurgentes pentagonales y premonitorias páginas de George Orwell y Aldous Huxley.
Fuente: ResumenLatinoamericano.org