El Papa Francisco, que reunió a 3 millones de personas en la playa de Copacabana de Río de Janeiro este sábado por la noche, urgió a los jóvenes a vencer la apatía y salir a las calles para demandar un mundo más justo, sumándose simbólicamente a las protestas contra la corrupción y el mal Gobierno que han estremecido recientemente Brasil y otros rincones del planeta.
El jerarca religioso de 76 años fue recibido por jóvenes que ondeaban banderas de todas partes del mundo. Según el Vaticano, más de dos millones de personas invadieron la arena para ver de cerca al Papa.
“He seguido atentamente las noticias sobre tantos jóvenes que, en muchas partes del mundo (y también aquí en Brasil), han salido por las calles para expresar el deseo de una civilización más justa y fraterna”, dijo en el penúltimo día de su visita a Brasil.
“Son jóvenes que quieren ser protagonistas del cambio”, exclamó. “A ustedes les pido que también sean protagonistas de este cambio, sigan superando la apatía y ofreciendo una respuesta cristiana a las inquietudes sociales y políticas”.
Más de un millón de personas marcharon en junio por las calles de Brasil para protestar contra la corrupción, los exorbitantes gastos para la Copa Mundial del 2014 y la pésima calidad de los servicios públicos como la salud y la educación.
Antes fueron los jóvenes de Turquía que reclamaron contra lo que percibían como una actitud autoritaria de su Gobierno y más temprano los Grecia y España que levantaron sus voces contra las asfixiantes medidas de austeridad con las que sus gobiernos están respondiendo a la crisis de deuda.
Francisco, quien se dice partidario de la justicia social, reclamó más temprano una visión humanista de la política durante un encuentro con la clase dirigente de Brasil, a quienes instó al diálogo para superar el descontento social.
Junta tres millones en Copacabana
Si a los brasileños les gusta alardear sus grandes records, ya pueden enorgullecerse de haber realizado la mayor vigilia católica del mundo. El número de muchachos acampados para pasar la noche en las arenas de Copacabana ha sido el mayor ya visto en cualquiera de los grandes eventos de Río de Janeiro. Ni la gigantesca fiesta de Año Nuevo ni el Carnaval ni el show gratuito de los Rolling Stones llevaron nunca tanta gente a esta playa donde se han llevado a cabo los mayores eventos de Brasil. Nunca antes nada tuvo en este terreno el poder de congregación del Papa Francisco durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).
«La Jornada Mundial de la Juventud ya es el mayor evento de la historia de Río de Janeiro», anunció el alcalde de Río Eduardo Paes, que dijo que la ciudad jamás fue sede de algo parecido ni en números ni en civilidad. «La ciudad fue invadida por una ola del bien. El público de la Jornada es muy diferente, muy educado», celebró el alcalde. Para tener una idea, comentó Paes, en una fiesta de Año Nuevo se recogen 300 toneladas de basura, y en todos los días de la JMJ, han sido 47 toneladas. La JMJ ha provocado el ritmo de cinco fiestas de año nuevo en una semana.
A los peregrinos que ya estaban en la ciudad, se sumaron los brasileños que llegaron a Río de todas las regiones del país para ver a Francisco durante el fin de semana. El bancario Carlos Carvalho, de 36 años, llegó en auto con su familia viajando ochos horas desde Curitiba, en el sur del país, para que sus dos hijas adolescentes escuchen a Francisco. «Quería que ellas oyesen una misa del Papa. Yo oí a Juan Pablo II y sé que es inolvidable», dice.
«Vivo aquí en Copacabana hace 30 años y nunca vi nada igual», dice el jubilado Agildo Costa, de 63 años, que estaba feliz con el paso del Papa, al que consiguió hacerle llegar hasta el Papamóvil, una cruz hecha por él. «El Papa ahora es una figura fácil de Río de Janeiro, lo vemos todos los días», celebraba el carioca Sergio Gomes, de 27 años, que se preparaba para la vigilia.
Unas cinco horas antes de la vigilia era imposible encontrar un pedazo de la playa que no estuviera ocupado por una carpa, por una esterilla de playa o de gimnasia, o por sacos de dormir. Ni la humedad de la playa ni el sereno de la madrugada que es más fuerte al lado del mar, les quitaba las ganas a estos jóvenes, que pasan la noche con una dieta mínima de chocolates, papas fritas y latas de atún, que la organización les ofreció esta tarde para cenar.
El madrileño Víctor López, de 23 años, que cursa el último año de derecho en la Complutense, estaba listo para la vigilia y para todas las dificultades que tendría que pasar esta noche. «Voy a pasar la noche acampado en la playa de Copacabana. Me parece impresionante», decía el joven, que pasa la noche en un saco de dormir. Julio Lorenzo, de 25 años, estudiante de ingeniería de la Politécnica de Madrid, estaba contento de que hayan transferido la vigilia de Guaratiba, a 70 kilómetros de la ciudad, a Copacabana. «Fue mucho mejor. El otro local estaba muy lejos y no estaba en condiciones», comenta.
Los jóvenes enfrentaron largas filas para buscar comida y para ir a los baños públicos. «No es fácil, pero vale la pena, es un momento que puede cambiar mi vida», dice la colombiana María Carolina Torres, de 24 años, que compró una pequeña carpa con dos amigos peregrinos para protegerse del sereno. Por todos lados los jóvenes arreglaban sus casas de arena provisionales, levantando pequeños muros de arena, para protegerse también del agua, en caso que el mar avance durante la noche. Pero nada podría pasarles en medio de tanta fe y oración.
Fuente: AFP y ABC.es