El control de armas no evitará los asesinatos masivos
Por James Alan Fox*
Hay pocos eventos criminales tan impactantes y espantosos como un ataque armado masivo. La forma en que sucedió la masacre en una sala de cines de Aurora, Colorado, al azar e impredecible, nos lleva a preguntarnos si algún lugar es verdaderamente seguro.
En nuestra búsqueda de algún patrón o factor común en este tipo de tragedias que nos ayuden a encontrarle sentido a lo que parece no tenerlo, invariablemente buscamos respuestas a preguntas como: “¿Qué haría que alguien cometa un acto tan espantoso y que claramente fue planeado en términos de tiempo y lugar?”, y “¿Existen medidas que reduzcan la posibilidad de que sucedan este tipo de eventos o que al menos disminuya el saldo de violencia asociada a ellos?
Debido a que el sospechoso del tiroteo estaba vivo en la escena —muchos asesinos múltiples se suicidan— podremos aprender mucho más de lo normal acerca de los motivos por los cuales se cometen asesinatos múltiples. Aunque claro, servirá de poco para ayudarnos a prevenir futuros eventos de este tipo. (El número de asesinatos múltiples registrados en EU ha mantenido una tendencia, con un promedio de dos docenas de casos cada año desde la mitad de la década de 1970).
Aunque existe un perfil que caracteriza a estos perpetradores, las particularidades de la identidad de cada uno se vuelven identificables solo después de ocurrido el evento.
Sin embargo, si hay algo que se puede predecir acerca de los ataques múltiples es que provocarán discusiones entre quienes recomiendan el control de armas y los grupos que defienden el uso de las mismas. Ambos actores del problema de las armas, probablemente, verán esta tragedia como un ejemplo más del por qué, más o menos, el control de armas es la solución al problema… y ambas partes estarán equivocadas.
Restricciones más severas en la compra de armas —como por ejemplo eliminar la venta de armas al por mayor y cerrar los agujeros que representan las ferias— pueden ayudar a reducir el problema de la violencia armada en Estados Unidos, pero el asesinato masivo no es como otras formas de conflictos violentos.
Los asesinos múltiples son determinados, actúan de forma deliberada y con el objetivo único de matar. Planean metódicamente la ejecución de sus víctimas, encontrando los medios necesarios para ello, sin importar qué leyes u otro tipo de elementos del Estado se interpongan en su camino. Para ellos, la voluntad de asesinar no les puede ser negada.
Los ataques masivos han sido aprovechados de una forma efectiva por grupos que están a favor de la portación de armas, quienes intentan promover una legislación a partir de la cual se permita a ciudadanos ordinarios portar armas ocultas en lugares públicos. Los que proponen la portación oculta sugieren que una ciudadanía armada podría disuadir a los criminales o al menos reducir el índice de muertes.
En teoría, el razonamiento podría parecer lógico, pero en el momento del hecho, en pleno caos, muy pocos dueños de armas estarían preparados para montar un contraataque efectivo. Y en un lugar con mucha gente, como una sala de cine, donde la visibilidad se ve afectada por la nube de gas lacrimógeno y humo, sería prácticamente imposible distinguir al malo del bueno.
A corto plazo, probablemente, habrá especialistas en seguridad que recomendarán algunas alternativas para proteger de una mejor manera nuestros espacios públicos. Tristemente, los ataques múltiples han ocurrido en centros comerciales, escuelas, restaurantes, clubes de salud, iglesias, tribunales, oficinas de correo y casi en cualquier lugar en el que se reúna la gente. Nadie querríamos convertir nuestros espacios públicos en fortalezas fuertemente aseguradas.
También sería irracional esperar que se ponga en marcha una campaña para reunir todas las armas o identificar a todas las personas que resulten potencialmente peligrosas como para tener acceso a armas. El asesinato masivo es, lamentablemente, una de las dolorosas consecuencias de las libertades que disfrutamos.
Fuente: CNN es español
* James Alan Fox es profesor de Criminología, Leyes y Políticas Públicas en la Universidad del Noreste de Boston y es coautor de “Extreme Killing: Understanding Serial and Mass Murder”. Escribe el blog Crime and Punishment para el Boston Globe.