Por José Blanco
Suspendo esta semana mi serie sobre la necesidad de una reforma intensa de la educación, para referirme a doña Devastación Social Gordillo, que se extendió, a sí misma, el título deguerrera. Ahí estuvo, en Toluca, agitando los brazos, blandiendo su imaginario escudo y su ficticia espada.
No son guerreros los soldados de los ejércitos de hoy: son carne de cañón con altas o bajas tecnologías. Los guerreros de antaño portaban yelmo (morrión, visera y barbera), gola, peto, escarcelas, guardarrenes, pancera, culera, hombreras, guardabrazos, cangrejos, manoplas, quijotes, rodilleras, grebas, escarpes y más, todo de metal, como puede leerse en cualquier glosario ad hoc. No, no es Juana de Arco. Doña Devastación, jefa de un sindicato que incluye profesores cuasi parias (usted los ha visto en sus manifestaciones calzando huaraches), porta sin recato outfits que superan, a veces con mucho, 100 o 200 mil pesos, entre bolsas Louis Vuitton, vestidos de diseño exclusivo, collares de perlas y toda la parafernalia que demanda la elegancia. Habita a veces su casa de San Diego (la ciudad más cara de Estados Unidos), o el penthouse de su edificio de Polanco.
Como jefa de pandilla, debe repartir entre sus fieles sirvientes, palafreneros y toda clase de subalternos, algunas migas de la corrupción que la baña. El periódico El Universal dio a conocer que en medio de la discusión sobre la reforma educativa en el Congreso, la refinada guerrera envió a cien de los suyos a unas vacaciones en un crucero por el Caribe. Su talante obsequioso es conocido: regalos de camionetas Hummer, laptops, relojes, y mucho más. Pero no es ella, insistamos, una atroz creación propia, sino del poder político.
En Toluca la guerrera creyó ponerse muy astuta: deslindó al presidente Peña de la reforma educativa y dijo que estaba contra la reforma educativa del Congreso. “No lo permitiremos…” aulló amenazante. Para ser precisos doña Devastación no está en contra de la reforma educativa. Tiene un argumento contra una disposición de las reformas legales: no a la evaluación que atente contra la permanencia.
México está hecho de feudos. Las prebendas de los miembros de cada feudo, no son un derecho general, sino sus muy particulares conquistas históricas. Para ellos la historia no puede moverse: ya terminó donde se encuentra.
Si los partidos representados en el Congreso son consecuentes, tienen que defender esa definición: si un profesor es incompetente, debe abandonar su plaza y ser indemnizado en términos de ley. Si el Congreso se sostiene, todas las piezas de la armadura de doña Devastación se vendrán al piso, porque su argumento es un alfeñique.
Un médico muestra contundentemente que es incompetente: no puede alegar que su conquista histórica es la permanencia. Está o puede estar de por medio la vida de uno o más pacientes. En el trabajo de un profesor, desde el nivel prescolar hasta el posgrado, es indispensable discernir los aspectos laborales de los académicos. El sindicato debe luchar por mejores remuneraciones, por mejores condiciones de trabajo, por el cumplimiento de las prerrogativas de ley, por sus aguinaldos y vacaciones.
Pero el trabajo de los profesores involucra el interés delicadísimo de un tercero, que es la parte principal de la relación profesor-alumno. La permanencia con profesores incompetentes no puede actuar contra los niños, contra los jóvenes, contra el futuro de México. La permanencia no vale en el trabajo y la carrera académicos pues son, por definición, un asunto de méritos.
El problema de mayor fondo de la educación básica (como de toda la educación de hoy en México) es el paradigma educativo. Este, sin embargo, no va a ser cambiado pasado mañana. En tanto, la evaluación ha de hacerse conforme a las condiciones presentes. Podría hacerse una evaluación del tipo del examen PISA. Sé que un segmento de la sociedad mexicana pone el grito en el cielo cuando oye tal cosa, no porque haya examinado el contenido del examen PISA, sino porque lo formula la OCDE. Este examen no pretende ser una evaluación exhaustiva, sino un auxiliar para orientar decisiones. Se examina a alumnos de determinada edad, no de cierto nivel educativo, se concentra en el examen de tres áreas: competencias en matemáticas, en comprensión de lectura, y en ciencias naturales.
Es una herramienta que explora la capacidad para resolver problemas, por eso se construye teniendo en cuenta contextos personales y culturales; el examen no explora conocimientos en las áreas mencionadas, sino evalúa si los alumnos pueden resolver problemas reales, con los conocimientos de esas tres áreas; el tema es: el alumno sabe o no sabe pensar con esos instrumentos para ser capaz de plantear y resolver los problemas previstos en el examen.
El propósito es que autoridades y profesores revisen sus paradigmas educativos a fin de que los alumnos efectivamente puedan apropiarse de los conocimientos y puedan, no recitarlos, sino utilizarlos en la resolución de problemas auténticos. Eso mismo debía saber hacer un profesor. Dudas: la media anual de lectura de los maestros de educación básica (pública y privada), es de 2.08 libros, debajo de la media nacional (2.94). En secundaria el libro más leído por los docentes es El alquimista, de Paulo Coelho, un libro que enseña al lector cómo seguir los dictados de su corazón.
Doña Devastación nunca hablará de los niños y los jóvenes, pero va a defender lunáticamente la incompetencia, que en ella misma abunda.
Fuente: La Jornada