(Aunque digan que ganaron)
Por Alejandro Páez Varela
Qué elección más aburrida, diría, a no ser porque todo lo que ha sucedido tiene consecuencias nada agradables. Porque varios candidatos murieron y sus familias todavía los estarán llorando.
Porque muchos otros fueron amenazados, obligados a renunciar, golpeados, secuestrados. Porque los más pobres fueron conducidos, otra vez, a votar por sus verdugos. Porque el dinero que debe destinarse a generar progreso fue usado para corromper, para mantener la vida de lujos de un puñado de abusones.
Todo me suena a déjà vu –lamentablemente–: una señora que por mil pesos carga credenciales de elector y pasa lista a los que tienen que votar por el PRI; otro señor que lo agarran repartiendo dinero a los que estuvieron acarreando personas. Un grupo que se roba boletas. Casillas que abren tarde, otras que no existen, unas más que están sitiadas por priistas. Usos de celular para comprobar que “ciudadanos libres” votan, como se les dijo, por cierto candidato. Uso de programas sociales. Uso de policías.
Qué domingo más aburrido, diría, si no es porque las consecuencias de esta elección las pagaremos todos los mexicanos.
Oigo a Gustavo Madero que llora por el cochinero electoral y culpa al PRI y a Enrique Peña Nieto y me pregunto: ¿Pues qué esperaba?
Oigo a Jesús Zambrano hablar de impugnaciones y de que el crimen organizado ayudó a los candidatos priistas. ¿Y qué esperaba?
Retuvieron, apenas en coalición, Baja California. Pero no le hicieron nada al PRI de Veracruz. No le hicieron nada al PRI de Quintana Roo. No le hicieron nada al PRI de Chihuahua o al de Hidalgo.
Allí, la oposición simplemente valió dos cacahuates. Para mi manera de ver las cosas, PRD y PAN perdieron este domingo.
Y no hay grandes sorpresas en la derrota de la oposición este domingo; la oposición debió remontar el vuelo, luego de tantas irregularidades reportadas durante el proceso y luego de que el Presidente de México no cumpliera, en siete meses, con algo de lo que prometió: como detener la matanza de mexicanos, los secuestros, las amenazas y extorsiones en todo el país.
Pero el Pacto por México y las reformas pulieron lo suficiente la imagen de Enrique Peña Nieto para que el PRI extendiera, siete meses más, la inercia del proceso en 2012. ¿De qué se asombran, Madero y Zambrano?
Los pleitos internos desgastaron lo suficiente la imagen de la dirigencia nacional del PAN y este proceso es, simplemente, una derrota más (muy dura, sí, pero una más) de una tendencia que se viene arrastrando desde 2009 y 2012. ¿Por qué sería distinto para los panistas en 2013? No hicieron sino lo mismo: exhibirse como un partido incapaz de superar a Felipe Calderón, incapaz de dejar atrás las mezquindades.
En la izquierda tampoco hay mucho de qué asombrarse. Por un lado, la presidencia nacional perredista acumula el desprestigio por su cercanía a Peña Nieto, y las fuerzas internas se han dividido como nunca desde la fundación del PRD: Andrés Manuel López Obrador ni compitió; Marcelo Ebrard pelea por mantenerse vigente mientras que Miguel Ángel Mancera simplemente es uno más, o uno menos: no es parte de la izquierda, en teoría, con lo que ese liderazgo tradicional se ha perdido. Zambrano es cuestionado hasta en su propio Comité Ejecutivo Nacional y el resto, el resto, el resto es demasiado poco; incluso Cuauhtémoc Cárdenas. ¿Qué esperaban?
Por eso digo: a no ser porque hay consecuencias: lastimados, muertos, burlados, acarreados, corrompidos; a no ser porque en cada elección se decide en futuro de un pueblo, o varios pueblos, diría: qué domingo más aburridos y más: qué domingo más previsible.
Diría que, después de esta elección, no existe una segunda fuerza electoral en México. Y ni esperanzas de que pronto nazca una segunda fuerza que compita con la máquina todopoderosa, implacable: el PRI. Me aburren el PRD y el PAN. Y me aburren Zambrano y Madero.
Me aburrirían mucho más si no supiera que su derrota es la de todos: sin oposición real, sin hombres dignos y fuertes frente a la bestia, no veo sino un futuro negro para los individuos que se crean libres.
Porque el PRI es el peor de todos los cánceres: no se debilita con quimioterapias y tampoco mata a su huésped (México): lo deja vivir, le permite pensar que un día sanará para seguir sangrándolo, para seguir viviendo de él.
Fuente: Sin Embargo