Por Ana Muñoz Álvarez *
Lleva varios meses encerrada entre las paredes de la habitación del hospital. Es mayor y sus hijos y nietos no tienen tiempo de ir a verla tanto como quisieran. Los médicos y enfermeras acuden de manera diaria, pero las jornadas se hacen más llevaderas cuando llegan los voluntarios. Pasan a su habitación, hablan con ella y la cuentan qué ocurre fuera del hospital. Es una escena real que se repite en los hospitales de Madrid, aunque bien podría darse en cualquier parte del mundo.
Las personas que se ven obligadas a permanecer largos periodos en los hospitales sufren un grave trastorno en su vida. Por un lado, se enfrentan a la enfermedad, más o menos grave, y, a la vez, pierden el sentido del tiempo por el aislamiento y la falta de actividad. Los enfermos se sienten aislados y su día a día pasa a ser la cura, la medicina… su enfermedad se convierte en rutina. Muchos de ellos caen en el aburrimiento, la falta de motivación e, incluso, la depresión. Los médicos y psicólogos explican que el estado de ánimo del paciente es fundamental para superar la enfermedad. Así, un paciente que se encuentra acompañado y motivado va a mejorar antes su salud y dejará el hospital más pronto.
Organizaciones de la sociedad civil, como Solidarios para el Desarrollo, la Asociación Española contra el Cáncer o Desarrollo y Asistencia, trabajan dentro de los hospitales. No como profesionales sanitarios sino con personas voluntarias que acompañan a las personas hospitalizadas. “Nos llevamos muchas gratificaciones cuando vamos a realizar nuestro servicio”, explican los voluntarios de diversas organizaciones al unísono.
El voluntario en un centro médico es una persona ajena al sistema y a la estructura hospitalaria. No entorpece al personal sanitario, pero sí que le complementa: ayuda a mejorar la autoestima de los enfermos. “Algunas veces basta con una palabra, una caricia en la mano o una sonrisa”, explica un veterano voluntario de un hospital madrileño. El voluntario, él sólo, es capaz de humanizar el hospital. No se trata de quitar mérito a médicos, enfermeros o auxiliares… Todos ellos cumplen con su trabajo, la mayoría de forma humana y sensible hacia el sufrimiento del paciente. Sin embargo, un voluntario acude porque quiere y trata de que el enfermo olvide su situación por algún tiempo. “Hablamos del fútbol, de cómo ha ido la semana o de un simple cotilleo que hemos visto en la revista”, cuenta una voluntaria.
Los voluntarios que realizan esta labor tampoco están solos. Detrás de ellos, hay grandes organizaciones y profesionales que les ayudan a enfrentarse, a veces, a realidades muy difíciles e, incluso, a la muerte de personas a las que han visitados durante meses. Los voluntarios reciben formación y apoyo en todo momento para conocer mejor la realidad a la que se enfrentan cada semana y poder cumplir mejor con su labor altruista.
Medicamentos, enfermeras, médicos, camas, gasas… no pueden faltar en los hospitales. Pero tampoco las personas voluntarias. Ellos aportan cercanía, calor humano, compañía, cariño… Y es que una caricia puede ser tan importante como la píldora que ayuda a sobrellevar el dolor.
Ana Muñoz Álvarez. Periodista
ccs@solidarios.org.es
Twitter: @anaismunoz
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias