Analistas advierten de que el fortalecimiento de la frontera no garantiza que baje la entrada de inmigrantes ‘sin papeles’
Por Verónica Calderón/ El País
“Atropello”. “Golpe a los derechos humanos”. “Desprecio”. “El camino equivocado”. El proyecto para duplicar la extensión del muro que separa la frontera entre México y EE UU causó un alud de indignación al sur del Río Bravo. Pero más allá de los escozores diplomáticos y las reservas por las empresas que se encargarán del proyecto, la preocupación de algunos de sus críticos es tan norteamericana como el pie de manzana: la relación coste y beneficio.
El debate en el Senado estadounidense planteó que la reforma migratoria tiene un precio: 30.000 millones de dólares para ser exactos. El presupuesto previsto por el Gobierno de Estados Unidos para hacer de la frontera entre México y Estados Unidos la “más militarizada desde la caída del muro de Berlín”, en palabras del senador republicano por Arizona John McCain. Tom Barry, analista senior del Center for International Policy y autor del libro Border Wars, matiza: “No es la más militarizada, no se acerca ni de lejos a la frontera entre Corea del Norte y Corea del Sur, pero quizá sí es la más exagerada en cuanto a seguridad”.
Barry subraya que el proyecto aprobado por el congreso, que incluye el entrenamiento de 19.000 nuevos oficiales (actualmente tiene cerca de 21.400) dentro de los próximos 10 años y 13.000 millones dedicados exclusivamente a mejorar “la estrategia de la frontera sur”, lo que contempla la construcción de 700 millas extra (unos 1.126,5 kilómetros) de muro, justo el doble de su extensión actual. La frontera mide cerca de 3.200 kilómetros.
Secure the border (Aseguren la frontera) ha sido el grito de guerra de los congresistas que se oponen a la reforma migratoria —la gran mayoría, republicanos— promovida por el presidente Barack Obama. Aun así, el cruce de migrantes por esta frontera ha decrecido. El Gobierno de EE UU informó el año pasado de que las detenciones en los puntos entre los dos países se encontraban en el nivel más bajo en 40 años, y menos de la mitad de los inmigrantes ilegales en EE UU entran por la frontera entre México y Estados Unidos, según un estudio del Pew Hispanic Center publicado en 2006.
El abultado presupuesto destinado al proyecto será recibido, en su mayoría, por compañías militares que han trabajado por varios años para el Gobierno de EE UU en Irak y Afganistán e incluye la construcción de cientos de torres de observación, la instalación de cámaras y sensores de movimientos. Además de las consecuencias políticas y diplomáticas, la construcción del muro tiene un alto coste económico.
Las contrataciones no han estado siempre a la altura de los resultados: un informe del Departamento de Seguridad Nacional (DNS) publicado en 2012reconoce que el uso de costosos drones en la frontera no estaba dando los resultados previstos. En 2006, una de las compañías halló que el Departamento de Seguridad Nacional gastó 69 millones de dólares de más por no calcular el total de acero necesario, según recuerda un artículo publicado en Salon esta semana. El economista Dean Baker, entrevistado por la revista electrónica, califica el proyecto aprobado por el Senado estadounidense de “increíblemente estúpido” e ironiza que “puede verse como una forma de estímulo: pagarle a trabajadores para que caven hoyos y los vuelvan a tapar”.
“No sé cómo puedes explicar esto a otros, porque yo mismo no me lo puedo explicar. El proyecto de sellar físicamente la frontera es como intentar poner puertas al campo” explica Barry por teléfono desde Sonora. “El gasto ha sido gigantesco pero el beneficio obtenido no tiene mucho qué ver con la seguridad”.
El también director del Transborder Project opina que el argumento de que es necesario fortalecer la seguridad en la frontera para pasar la reforma migratoria es “absurdo”. “Vivo en Nuevo México y aquí hay muchas patrullas. Cada una de ellas cuesta 60.000 dólares más beneficios y arrestan a tres o cuatro inmigrantes por año. Ese es el promedio oficial. ¿Entonces qué hacen con su tiempo? Están en sus camiones, o en sus torres, leyendo revistas. Yo los he visto. Si duplican el número, el aburrimiento y despilfarro alcanzará cotas inimaginables. En el debate [en EE UU]sobre la reforma migratoria no hemos pensado por qué nos es útil o por qué se toman tales o cuales decisiones. Se gasta el dinero y ya”.
Fuente: El País