Por Salvador López Arnal
Para las amigas y amigos que cada día hacen posible el milagro insumiso de rebelión.
Pite y Repite iban andando por un bella senda del Montseny mientras hablaban apasionados sobre una nota a pie de página del décimo primer capítulo del libro primero de El Capital . Pite se despistó un momento y cayó. ¿Quién quedó? Repite… Pite y Repite iban andando por un senda del Montseny… No, no se trata de repetir lo mil veces repetido. En absoluto. Se trata de recordar lo esencial para empezar el año con optimismo en la voluntad, sin pesimismo en la inteligencia y con ánimo solidario y rebelde.
Si usted, compañera, compañero, ha formado parte de las luchas populares y ciudadanas que aquí y allí, en Grecia, en Portugal, en México, en Colombia, en China, en Estados Unidos, en Italia, en Túnez, en Bahréin o donde fuere, se han levantado en pie de resistencia contra los planes-estafa del capital y de sus servidores, y del Imperio en deseado declive, esa, la senda ya transitada, es el camino que debemos proseguir.
Si usted, compañero, por las razones que fueran, no ha podido contribuir con su granito de arena a hacer mayor el montículo zenoniano de la indignación, la organización y la rebelión cívica, inténtelo esta vez, vale la pena. ¡Se lo confesamos: le necesitamos más que nunca!
Si usted, compañera, quiere que la sanidad no sea una privilegio de unos cuantos.
Si a usted, compañero, le parece razonable que la educación y la cultura no sea asuntos de privilegiados sino bienes culturales al alcance de todos.
Si usted, ciudadano insumiso y discreto, quiere que “vivienda digna” no sea un lema publicitario que adorne falsariamente tratados constitucionales y que los desahucios son una infamia inadmisible; si quiere que el trabajo sea una actividad digna y no alienante al alcance de todos y todas que permita y abone nuestra contribución al bienestar social, a los bienes comunes, al buen vivir de todos y todas, en absoluto identificable con la acumulación pueril, estúpida y suicida de cachivaches inútiles; si usted cree que la relación de nuestra especie con la naturaleza merece atención, mimo, cuidados, y no apuestas alocadas; si usted defiende razonablemente que todos los seres humanos, sin excepción, merecen una vida digna; si a usted piensa que sí hay alternativas y le parece razonable que las insultantes desigualdades sociales que nos rodean no puedan ser el eje vertebrador, el motor dicen algunos, de una economía que debería estar al servicio de la humanidad y no ésta, al servicio de los sectores minoritarios que dirigen, directa o indirectamente, los hilos y los beneficios de aquélla; si usted piensa que la política democrática tiene que ver con la participación ciudadana, con la información contrastada, con la instrucción pública, con la veracidad, con el interés general, sobre todo de los sectores menos afortunados, más desfavorecidos; si usted piensa que el mundo, esta vez sí y en serio, debe ser visto con los ojos de los de abajo y está escandalizado o escandalizada por la crimininalización y demonización creciente de las clases trabajadoras de todo el mundo; si usted también cree que es momento de gritar contra el antihumanismo, contra la obsolescencia del ser humano y contra la cosificación no sólo de nuestra especie sino de otras muchas especies vivientes; si usted, tras Fukushima, o antes de este hecatombe nuclear de dimensiones incalculables, piensa que la industria nuclear es un nido inconmensurable de riesgos y de peligros para la salud humana y el medio ambiente; si sigue creyendo que el armamento nuclear nos sitúa al borde del precipicio; si piensa que la paz internacional es un deseo razonable y no una quimera de ingenuos; si piensa que el zapatismo es una forma de hablar del humanismo; si piensa que los movimientos de liberación de América Latina y de los países árabes merecen nuestro máximo reconocimiento; si sostiene también que una sociedad buena es aquella que trata de manera humana y especial los sectores sociales más vulnerables; si piensa que el internacionalismo y la solidaridad entre los pueblos son excelentes virtudes de las tradiciones emancipatorias; si sigue pensando que la apuesta que hace muchos años realizaron los fundadores de la revista rojiverde mientras tanto – “una humanidad más justa en una Tierra habitable, en vez de un inmenso rebaño de atontados ruidosos en un estercolero químico, farmacéutico y radiactivo”- sigue siendo una nítida muestra se pasión razonada en absoluto equivocada.
Si es así, compañera, compañero, entonces este año, el 2013 -¡no piense en el 13 y observe que los dígitos del año suman 6, el primer número perfecto!-, debe ser, será, un año de lucha, de rebeldía, de felicidad, de esperanza, de conquistas y de alegría. Para el capital (y el mal que dirían los admirables guionistas de La Bola de Cristal), como ha recordado Guillermo Almeyra en ese periódico imprescindible que llamamos La Jornada , las ganancias, por grandes que sean, siempre son pocas y los salarios miserables de las y los trabajadores, la sal de la tierra, siempre son demasiado altos.
Siempre, no tengan dudas. El único límite a la explotación, el lenguaje que a veces entienden si somos tenaces y algo fieros en ocasiones, es la resistencia organizada de los trabajadores y trabajadoras y la lucha común por objetivos civilizatorios.
En esto estamos, en eso debemos estar. Howard Zinn ya nos habló de la importancia, de la decisiva importancia histórica de las pequeñas e innumerables acciones de gentes desconocidas (es decir, de todos nosotros).
Hemos despedido en 2012 a un maestro de muchos de nosotros, a un luchador de largo y admirable recorrido, a Francisco Fernández Buey. Lo hemos hecho con un lema que le fue sustantivo: “Comprender, luchar, amar”. Un excelente plan de acción, de felicidad y de vida para todos los días, sin excepciones, del mes y del año. ¿Lo hacemos nuestro? ¿Nos ponemos en ello?
Feliz, rebelde y solidario 2013. ¡Prosigamos dando batallas que no están perdidas… y que no hemos perdido! Porque, como dijera el poeta asesinado, “queremos el pan nuestro de cada día,/ flor de aliso y perenne ternura desgranada,/porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra/ que da sus frutos para todos”.
* Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría
Fuente: Rebelión