Pero al igual que su candidato, siguieron tratando de culpar a la campaña de Hillary Clinton por dicha polémica y rechazaron cualquier idea de que la identidad política de Trump esté basada en los cinco años que pasó propagando el falso rumor de que Obama había nacido en otro país.
El viernes, el multimillonario finalmente reconoció: “El presidente Barack Obama nació en Estados Unidos, punto”.
“Se acabó”, dijo el compañero de fórmula de Trump, el gobernador de Indiana Mike Pence.
Pero decir que la admisión del error por parte del multimillonario es asunto del pasado, tal como lo dijeron dos gobernadores actuales y varios simpatizantes del candidato republicano en programas dominicales, no necesariamente convierte el hecho en algo cierto. Lo más seguro es que el asunto salga a flote durante el primer debate entre Clinton y Trump el 26 de septiembre.
El episodio refleja la inclinación que tiene Trump por propagar afirmaciones infundadas cuando tiene algo que ganar a partir de ellas y no disculparse ni asumir la responsabilidad si es que está equivocado. Esa forma de operar no evitó que el magnate derrotara a 16 candidatos republicanos y obtuviera la nominación de ese partido. Pero en un enfrentamiento directo con Clinton, ello puede sumarse a interrogantes sobre su carácter cuando faltan tres debates y sólo algunas semanas antes de las elecciones del 8 de noviembre.
Encuestas recientes dejan entrever que Trump podría haberse beneficiado en las últimas semanas gracias a su reciente disciplina y a errores de Clinton. La exsecretaria de Estado llamó “deplorables” a los seguidores de Trump, luego se disculpó por haber dicho que solo se refería a la “mitad” de ellos, y después cayó enferma con neumonía tras salirse abruptamente de un evento conmemorativo por los atentados del 11 de septiembre de 2001, donde se le vio trastabillar antes de subirse a una camioneta.
Durante horas, la campaña de Clinton no dejó en claro cuál era el problema que ella tenía. Fue el peor momento de la su campaña, y durante ese lapso, un Trump con la confianza renovada comenzó por primera vez en varias semanas a hacer comentarios apartándose de sus declaraciones escritas.
Luego de desearle una buena recuperación, volvió a cuestionar su vigor.
“¿Ustedes creen que Hillary podría pararse aquí durante una hora para hacer esto?”, preguntó en un mitin. “No lo creo”.
Y el viernes, Trump hizo su usual solicitud sarcástica de que a los agentes del Servicio Secreto que protegen a Clinton les quiten las armas. Luego remató: “Veamos qué le pasa”.
Los partidarios de Clinton se indignaron porque consideraron esto como una nueva insinuación de violencia en contra de su candidata. El domingo, Pence calificó dicha interpretación de “puras tonterías”, y añadió en la cadena ABC que Trump solo estaba insinuando que Clinton ha sido protegida por guardias con armas durante décadas.
Pence dijo que el punto al que se refería el magnate era que “ella cambiaría su actitud sobre el derecho a portar armas” si no tuviera a un grupo de guardaespaldas que la protegen. De hecho, la candidata demócrata no ha puesto en tela de juicio el derecho constitucional a portar armas, pese a haber pedido algunas medidas más estrictas para controlarlas.
AP