Eduardo Matos Moctezuma, reconocido investigador del mundo mesoamericano, revisa las principales exploraciones y trabajos arqueológicos realizados en la fantástica “ciudad de los dioses”.
Culminada la conquista militar por las huestes de Hernán Cortés y sus aliados indígenas, cronistas del siglo XVI como Sahagún, Mendieta, Torquemada y otros, se refieren a Teotihuacan fundamentalmente de dos maneras: como un lugar mítico en donde se crea el Quinto Sol, y como el sitio en que se erigieron dos templos: uno al sol y otro a la luna. También se habla de la presencia de dos grandes monolitos en la parte alta de cada uno de los santuarios revestidos de oro y la destrucción que de ellos hace el arzobispo de México.
Una de las primeras excavaciones practicadas con la intención de conocer algo acerca de la Pirámide del Sol la realizó don Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700). Por desgracia, los documentos que pudo haber escrito sobre el tema se perdieron, y es a través de don Lorenzo Boturini que nos enteramos del intento de Sigüenza.
A finales del siglo XVII el viajero italiano Francisco Gemelli Carrerihizo alusiones a Teotihuacan en su libro “Giro del mondo”, editado en Nápoles en 1700. Fue amigo de Sigüenza y frecuentemente se atribuyen a éste algunas de las opiniones que Gemelli expresa en su libro.
Hacia la segunda mitad del siglo XVIII se publica en Italia la obra del padre jesuita Francisco Javier Clavijero, “Historia antigua de México”. En ella habla de Teotihuacan y repite lo que habían dicho algunos cronistas acerca de la luna, el sol y los ídolos de la parte superior que estaban cubiertos de oro. Hay que aclarar que en Teotihuacan no se trabajó el oro, pues éste penetró en Mesoamérica posteriormente.
En 1803 llega a Nueva España el barón Alejandro de Humboldt, sabio interesado, entre otros temas, en la arqueología. Esto queda de manifiesto en su libro “Vistas de las cordilleras… “, en el que trata de diferentes monumentos arqueológicos, entre ellos Teotihuacan. Compara las grandes pirámides con las de Egipto y repite que hay dos estatuas colosales hechas en piedra y planchas de oro en la parte alta “que se llevaron los soldados de Cortés”. Lo que resulta interesante del estudio de Humboldt es la comparación que hace con la pirámide de Sakarah, en Egipto, pues es cierto que las pirámides tienen, en todo caso, mayor similitud con ésta, construida con cuerpos superpuestos a la manera de Mesoamérica.
Consumada la Independencia, México establece relaciones diplomáticas con España y llega al país la marquesa Calderón de la Barca, esposa del primer embajador español en México. Visita Teotihuacan y deja descripciones del lugar, si bien erróneamente atribuye a los conquistadores la destrucción del sitio.
Hacia 1864 se realizan labores de medición y excavaciones en la ciudad bajo las órdenes del ingeniero Ramón Almaraz, como parte de los trabajos de la Comisión Científica de Pachuca. Se levantó un plano de la zona y se determinaron las coordenadas geográficas de las pirámides del Sol, de la Luna y de La Ciudadela. Los resultados se publicaron en la “Memoria” de los trabajos efectuados por la Comisión en el año de 1864.
Por aquellos años visita nuestro país el francés Desiré Charnay. En su obra “Les anciennes villes du Nouveau Monde” deja amplia reseña de sus trabajos realizados en varios lugares de Mesoamérica. En Teotihuacan excava en diversos sitios, entre ellos en el conocido como de los “edificios superpuestos”. Charnay introduce un adelanto en la tecnología arqueológica: la cámara fotográfica, que también empleara Le Plongeon en la zona maya por aquellos años.
La arqueología mexicana tiene presencia en Teotihuacan a través de un personaje controvertido: don Leopoldo Batres. En 1884 y 1886 excava un importante conjunto conocido como el Templo de la Agricultura, al poniente de la Calle de los Muertos, muy cerca de la plaza de la Luna. Lo que más llama la atención son los enormes murales con escenas de lo que parece ser crecimiento de plantas y ofrendas. Gracias a los dibujos realizados entonces se logró conocer el contenido de estos murales, pues actualmente ya no existen. En 1905 don Leopoldo comienza sus excavaciones en la Pirámide del Sol con motivo de la celebración del primer centenario de la Independencia de México y crea el museo de sitio que permaneció en el lugar hasta 1963.
En 1895 don Antonio García Cubas excava en la Pirámide de la Luna y encuentra túneles que considera contemporáneos del edificio. Explora el lado oriente de la Calle de los Muertos y encuentra muros pulidos y un mural con la figura de un “animal raro” que tiene como fondo una serie de “fajas oblicuas irregulares, pintadas de azul, rojo y verde”. Esta descripción nos recuerda el enorme mural encontrado durante los trabajos de 1963-1964 en la parte oriental de la Calle de los Muertos, con la representación de un puma anaranjado al que le sirven de fondo bandas oblicuas con estos colores. Pudiera tratarse del mismo mural. A finales del siglo XIX y principios del XX se editan varias publicaciones referentes a Teotihuacan. Una de ellas es la de don Alfredo Chavero, quien prepara el primer tomo de la monumental obra “México a través de los siglos”. Allí se refiere a Teotihuacan como perteneciente a la cultura tolteca. Habla de la plataforma que rodea a la Pirámide del Sol como un muro defensivo.
Entre los diversos investigadores extranjeros que muestran su interés sobre Teotihuacan destacan H. Bancroft, William Holmes y Zelia Nutall. En los congresos de americanistas se presentan diversas ponencias sobre la ciudad.
El año de 1917 será muy importante, pues en él se crea, dentro de la Secretaría de Agricultura y Fomento, el Departamento de Arqueología y Etnografía, que en 1919 cambiará su nombre por el de Dirección de Antropología. Esta dependencia lleva a cabo uno de los trabajos más importantes de la antropología mexicana, pues allí don Manuel Gamio establece la antropología como ciencia integral. A partir de 1917 don Manuel llevará a cabo su monumental obra “La población del Valle de Teotihuacan”, que publicará en 1922. Para dar una idea de la magnitud de la obra, ésta incluye los aspectos físico-biológicos del área en estudio. Nos proporciona los datos geográficos y geológicos así como la flora y la fauna existentes. La segunda parte se dedica a la población prehispánica y comienza con el tipo físico, tomando como base el estudio de los cráneos conocidos. Continúa con el análisis de la cultura en la que se incluye la etimología del nombre Teotihuacan, así como las creencias, mitos, conocimientos empíricos y aspectos varios. Los edificios antiguos se estudian tomando en cuenta su distribución, sistemas constructivos, decoración, superposición de estructuras, etcétera. Se excava La Ciudadela y se abren pozos estratigráficos.
Los estudios siguientes corresponden a las poblaciones colonial y actual, de donde se deriva una serie de elementos que se introducen en la población actual con el fin de mejorar su forma de vida. El trabajo de Gamio en Teotihuacan crea el precedente de estudios dirigidos a conocer a la población de determinada región, tanto en la época prehispánica como en la Colonia y su situación moderna. Para ello, Gamio contó con un verdadero equipo interdisciplinario: etnólogos, lingüistas, antropólogos físicos, arqueólogos, geólogos, minerólogos, arquitectos y muchos otros especialistas.
El interés en Teotihuacan continúa y Sigvald Linné, del Museo Etnológico de Suecia, excava entre 1939 y 1942 los complejos habitacionales de Xolalpan y Tlamimilolpa. Don Alfonso Caso excava en Tepantitla, encontrando el mural del Tlalocan dentro del conjunto residencial; en tanto que Pedro Armillas lo hace en el Grupo Viking, sobre la Calle de los Muertos, con lo que ayuda a clarificar el problema de la cronología de Teotihuacan, tal y como lo habían hecho los estudios de Noguera y Vaillant.
Hacia los años cincuenta se realizan trabajos en Zacuala y Atetelco, yRené Millon comienza sus estudios de irrigación en el Valle. Pero será en los años sesenta cuando se desarrollen investigaciones que van a aportar información valiosa para el conocimiento de Teotihuacan. En efecto, entre 1962 y 1964 se lleva a cabo el Proyecto Teotihuacan, por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia, a lo largo de la Calle de los Muertos, en las plazas de la Luna y del Sol y en otros conjuntos de la ciudad. Se excava el Palacio de las Mariposas y el de los Caracoles Emplumados, además de realizar trabajos en Tetitla y en La Ventilla, lo que proporciona rica información acerca de la habitación de la población teotihuacana.
Otro proyecto fue el que dirigió el doctor William Sanders, conocido como el Teotihuacan Valley Project. Se hicieron recorridos de superficie y excavaciones que permitieron conocer la densidad de sitios ubicados en el área y se plantea la idea de las relaciones simbióticas entre distintas regiones, lo que va a abrir una nueva perspectiva en las investigaciones arqueológicas. Un resultado particularmente interesante es el de la excavación en el sitio TC8, pequeña villa localizada a cinco kilómetros al oeste de la Pirámide del Sol, en donde dice el autor: “Un resultado sorprendente de las excavaciones desde el punto de vista de la imagen usual de la sociedad clásica mesoamericana fue la clara indicación de un significativo aspecto militarista de la villa. Puntas de proyectil en obsidiana eran comunes y funcionaban probablemente como puntas de lanza”.
Con esto se empezaba a ver un cambio en cuanto a la tradicional manera de concebir a Teotihuacan como una sociedad teocrática.
Bajo la dirección del doctor René Millon se llevó a cabo el Teotihuacan Mapping Project. Su intención fue la de elaborar un mapa de la antigua ciudad en escala 1:2000, con lo que se logró conocer la extensión de la ciudad a lo largo de su desarrollo con un cálculo de población, y la cronología correspondiente. Esto proporcionó fundamento para el estudio y comprensión de la antigua ciudad de Teotihuacan.
En las últimas décadas diferentes instituciones han realizado trabajos que contribuyen al conocimiento de la cultura teotihuacana. Destacan los del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, que ha investigado en Oztoyahualco la distribución interna de conjuntos habitacionales y lleva a cabo estudios de la presencia de las cuevas al interior de la ciudad, dirigidos por la doctora Linda Manzanilla. Destaca también el trabajo que realiza Emily Mc Clung acerca de la alimentación de los teotihuacanos. Por su parte, la doctora Evelyn Ratray continúa sus estudios de la cerámica teotihuacana. Otras instituciones realizaron trabajos importantes, como los de Spence en relación con la obsidiana o los de Cowgill en la distribución de diversos materiales con base en computadoras.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia participa con los trabajos realizados en los años ochenta al noreste de La Ciudadela y una parte de la Calle de los Muertos, en donde se encontraron talleres de cerámica y conjuntos arquitectónicos complejos que proporcionaron valiosa información. Más reciente es el estudio del Templo de Quetzalcóatl en La Ciudadela por parte de Rubén Cabrera, George Cowgill y Saburo Sugiyama, con un resultado sorprendente al encontrar conjuntos de enterramientos que prácticamente rodean el templo, y que han venido a proporcionar nueva información acerca de los rituales propiciatorios, pero además de la presencia del sacrificio humano en la cultura teotihuacana.
Uno de los últimos trabajos desarrollados por el INAH fue el Proyecto Especial Teotihuacan 1992-1994. Durante su desarrollo se continuaron los trabajos en el Templo de Quetzalcóatl, encontrando más grupos de entierros, y se excavó la parte posterior del edificio. Se emprendieron excavaciones intensivas alrededor de la Pirámide del Sol para conocer la plataforma que rodeaba al monumento, además de excavar la parte que faltaba del primer cuerpo en sus lados oriente y norte. Los resultados fueron interesantes, pues se encontró una especie de canal que rodea a la pirámide por sus cuatro lados, así como habitaciones –entre ellas un temazcal– del asentamiento que se hizo entre la plataforma y la pirámide, de grupos que penetraron en este ámbito después de la caída de la ciudad. Otro dato interesante fue el de un grupo de cerca de 40 marcadores encontrados al sur de la Pirámide del Sol, siendo el grupo más grande hallado hasta el momento. Se creó el Centro de Estudios Teotihuacanos con la participación del primer grupo de becarios que, entre otras cosas, excavaron en la plaza al poniente de la Pirámide de la Luna. De singular relevancia fueron los trabajos que como coordinador de este proyecto encomendé a Rubén Cabrera para efectuar los trabajos de salvamento arqueológico en distintas partes de la ciudad. Destacan los efectuados en La Ventilla, en donde se obtuvieron datos novedosos que abren nuevas perspectivas en la investigación. Sobre estos trabajos, la UNESCO opinó que había “un progreso sin precedente en el conocimiento de las zonas habitacionales de la antigua ciudad…” Actualmente las investigaciones continúan. Cabrera y Sugiyama excavan en la Pirámide de la Luna con óptimos resultados.
Quizá los dioses teotihuacanos nunca se imaginaron que la arqueología penetrara en el tiempo y que lo que se pensó en el pasado que era obra de ellos, ahora sabemos que fue obra de los hombres.
Fuente: México Desconocido