Trabajadores de la salud, víctimas del miedo a la pandemia

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Se les conoce como los héroes del momento. Hay países donde se organizan coros vecinales para aplaudirles, y los gobiernos, organismos rectores de la salud y agrupaciones civiles envían mensajes para resaltar y agradecer su esfuerzo, entrega y valentía. Pero no ocurre lo mismo en todos lados ni con toda la gente: los trabajadores de la salud están expuestos hoy al miedo irracional ante la pandemia del Covid-19, a la ceguera de la desinformación o exceso de datos y a la ignorancia y rechazo no pocas veces majadero e incluso violento.

Por Rosa Elvira Vargas/ La Jornada

Y no es sólo un fenómeno de la calle o de su entorno social. Prejuicios y discriminación existen aun dentro de los nosocomios hacia quienes están en la primera línea de atención a pacientes sospechosos o confirmados de coronavirus.

A condición de guardar el anonimato, incluso sobre cuál es el hospital donde laboran, aquí están algunos testimonios:

La doctora K, epidemióloga, deja a un lado las largas horas de trabajo en un hospital del norte del país, y expone: “Llegué a mi casa a las 11 de la noche –tras una jornada de 16 horas– y un vecino que estaba afuera con su niño en bicicleta, en cuanto me vio le dijo: ‘oye, ¡métete, métete!’ Saludó con un ‘buenas noches’ y ¡vámonos! Y no ha sido la única vez ni sólo eso.

“El rechazo social empieza desde nosotros mismos. Si recibimos a un sospechoso en mi área, eso nos convierte en personal de riesgo, y si alguno de nosotros tose, surge la estigmatización. Así lo resienten los especialistas y trabajadores de la ‘primera línea’.

Y ese miedo está afuera y adentro, pues tememos contagiar a los nuestros. Es un círculo vicioso, ya que el rechazo ocurre también cuando vas a hacer tus compras o llegas a casa. Ya hay compañeros que se aislaron y viven en otros lugares.

Vivimos una situación de miedo que paraliza. Nuestra percepción es que los trabajadores de la salud somos vulnerables por estar además ante la falta de insumos, que no llegan o lo hacen muy tarde, y cuando finalmente arriban los sobrestimamos y creemos que nos blindarán, pero sin capacitación o personal caemos en riesgo de infectarnos por mal uso.

En un hospital del IMSS de la colonia Del Valle, M es enfermera en el área Covid-19. Y manifiesta: “en la calle sientes el rechazo. Hay gente que piensa que la vamos a contagiar. A las señoras que nos ven feo les digo: ‘no tengas pendiente, yo también llegaré a ver a mis hijos y a mis padres. Lo que menos quiero es contagiarlos’.

“Nos hemos pasado la voz de que es mejor irnos con pants, de civiles y así evitar que nos agredan.

“Muchas veces la violencia inicia en el hospital. El paciente aislado siente una soledad y una depresión terribles. Si a eso se suma la enfermedad, cae en angustia y ansiedad incontrolables y puede llegar a la agresión.

“No tomamos muy en cuenta que nos avienten el café, que nos digan ‘infectadas’, pero sí quiero manifestar: desde antes de la pandemia, muchos usuarios nos dicen: ‘¡por mí tragas!’ (con esas palabras), para exigir atención. El sector de enfermería siempre ha sido vulnerado.

“Una cosa es real: también hay agresión de las autoridades: seguimos sin el material adecuado y suficiente. Compramos nuestros uniformes quirúrgicos; además del overol que nos hace sudar muchísimo, al área Covid-19 le da el sol por todos lados y más a los monitores, ventiladores y la población hospitalizada; es muy difícil trabajar en esas condiciones.

“Revisen muy bien esto que digo, porque podría ‘perderse’ parte del equipo enviado por el gobierno. ¡Lo he visto antes; tengo 20 años en el IMSS!”

La doctora W es urgencióloga en un hospital de Nuevo Laredo, Tamaulipas. Señala: Fui al banco. Por obvias razones iba con uniforme quirúgico y todo el equipo de protección necesario. Mientras hacía fila con sana distancia, salió un gerente y me pregunta a qué voy. Se lleva mi identificación y tarjeta para imprimir el estado de cuenta. Y, para el otro trámite, ordena al guardia, luego de salir los tres clientes ya adentro, que yo debía pasar sola, y que sólo hasta después de mi retiro, podían pasar los demás…

Fuente: La Jornada

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