Por Óscar Benassini
Nación de reglas curiosas la nuestra, de peculiares modos de entender cada acontecimiento y su trasfondo. Habremos sido ingenuos hace mucho tiempo, antes de estas décadas que nos fueron nublando el horizonte mientras nos preparaban para vivir a México de un modo distinto.
Las leyes y sus artífices forman parte de tamaño giro en nuestra ciudadana inocencia, de tanto como hemos aprendido: cuántas leyes que nunca se hicieron ni se harán valer, irrelevantes, pues. Y muchos más fracasos en tantos intentos de vivir en la legalidad.
Los partidos, las Cámaras y nuestros pretendidos representantes son hoy verdaderos compendios de mañas de todas clases, sin distinciones de ideología. ¿Por qué traje a estas líneas la iniciativa de reforma a la Ley Federal de Radio y Televisión, recién aprobada de modo casi unánime por los diputados?
Bueno, como habremos de entender muchos, el fenómeno de la comunicación masiva provocó un cambio cultural, radical en principio, vertiginoso, diría yo, en las últimas dos décadas. Primero la radio, más tarde la televisión y recientemente la red nos ofrecieron versiones sustancialmente distintas de los sucesos que iban marcando épocas y vidas, y aunque sigo creyendo que no necesariamente trajeron nuevas modalidades de expresión, nos obligaron a comunicar, compartir y comprender de manera distinta.
La radio cambió la historia de la música, del mismo modo que lo hizo la televisión, a la que pueden abonarse cambios radicales en la cinematografía, la fotografía y las artes dramáticas. Vivimos tiempos de cambios sociales brutales, con nuevos sistemas filosóficos en auge, que van modificando las relaciones sociales, la estructura y el funcionamiento de las familias, el trabajo, la productividad y desde luego la recreación; ni hablar ya del sentido de la existencia.
Sirvan mis premisas para dar entrada a legislativos alegatos tales como: “las reformas a la Ley Federal de Radio y Televisión evitarán la desigualdad, la discriminación y la violencia hacia las mujeres, fomentando un mayor respeto a sus derechos.
La sociedad será más igualitaria en tanto no se reproduzcan esos estereotipos que no deben ser, una vez que la Ley consiga censurar el uso de minifaldas o ropa entallada, y evite así la transmisión de influencias nocivas o perturbadoras al desarrollo armónico de la niñez y la juventud”. No vaya a pensarse que yo hablo o escribo de esa manera.
Los renglones buscaban respetar el estilo de las declaraciones que hizo la diputada Lucía del Carmen Gallegos Camarena en el programa radiofónico de Ciro Gómez Leyva, y su lectura dejará más que claro que la legisladora lo es por el distrito correspondiente a León, Guanajuato, bastión de todo lo ultra que pueda quedar en este país. Gallegos Camarena afirma haberse inspirado en el contenido denigrante de los espacios televisivos de Víctor Trujillo, Brozo, y Laura Bozzo.
Ya sabemos que la Cámara le concede a la diputada su reforma en vista de lo absolutamente intrascendente de sus prohibiciones para la televisión, la radio y cualquier otro medio de expresión; todos se rigen por los usos y costumbres de la posmodernidad que practican nuestras generaciones postalfa, para que la visión de las mujeres, la femineidad y la expresión de la sexualidad que caracterizan al siglo XXI vuelvan sencillamente curiosa la visión medieval de nuestra legisladora.
Todavía existen mexicanos y organizaciones que pretenden prohibir las transmisiones en radio y tv que lleven a “la corrupción del lenguaje, que sean contrarias a las buenas costumbres, ya sea mediante expresiones maliciosas, palabras o imágenes procaces, frases y escenas de doble sentido, así como todo aquello que sea denigrante para el culto cívico de los héroes y las creencias religiosas”.
Resulta que una facción de nuestro legislativo no tiene idea de los tiempos que vive ni del manejo que dan a la sexualidad, del poder de las empresas de teletransmisión, del toma y daca de diputados y senadores como requisito para hacer consenso, mucho menos del verdadero alcance de las modificaciones a la Ley de Radio y Televisión que sí eran trascendentes.
Se saben y se viven satisfechos con sólo moralizar a su muy guanajuatense estilo, con cosas que a nadie importan ni siquiera en ese rincón de la patria, totalmente rebasados por la cultura de 2013. Impecable su ecuación: la dignidad de las mujeres es directamente proporcional al largo de la falda. Con razón les comen el mandado una y otra vez con las reformas que sí dan poder.
Fuente: Excélsior