Ni el tornado de Oklahoma ni la tormenta Sandy fueron producto del calentamiento global. Decirlo exhibe sólo un intento por medrar políticamente con tragedias humanas que no tienen nada que ver con ese proceso…
Por Sergio Sarmiento
“Ha sido uno de los tornados más destructivos de nuestra historia”, dijo el presidente Barack Obama de los Estados Unidos para referirse al fenómeno que abrió una senda de devastación en Oklahoma este 20 de mayo. Efectivamente, con vientos de 320 kilómetros por hora y un ancho de 2 kilómetros, el tornado fue clasificado como EF-5, máximo de la Escala Fujita Mejorada. Veinticuatro personas murieron y más de 200 quedaron lesionadas por el fenómeno.
De inmediato políticos, ambientalistas y periodistas culparon al villano de moda: el calentamiento global. La senadora Barbara Boxer, demócrata de California, declaró en el Senado de los Estados Unidos un día después: “Esto es el cambio climático. Nos advirtieron de clima extremo. No sólo de mayores temperaturas, sino de un clima extremo”. La senadora aprovechó, por supuesto, para pedir un impuesto a las emisiones de carbono.
El problema es que la realidad no se ajusta a la conveniencia de los políticos. Una gráfica de los tornados más intensos o violentos de 1954 a 2012 preparada por el ambientalista escéptico Bjorn Lomborg con datos de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA), la cual se puede consultar en las páginas de Twitter y Facebook de este especialista, muestra que el número de estos tornados no sólo no ha aumentado sino que ha disminuido ligeramente. El tornado de Oklahoma no es consecuencia del calentamiento global, sino de una compleja combinación de factores como los que confluyeron en 1974 para generar el mayor número de tornados con clasificación EF-3 o más en Estados Unidos: más de 130, contra menos de 30 en 2012.
No es ésta la primera vez que políticos, activistas o periodistas aprovechan un desastre climático para promover posiciones de conveniencia sobre el calentamiento global. Después de la tormenta Sandy, que devastó las costas de Nueva Jersey e inundó el metro de Nueva York en octubre de 2012, muchos comentaristas apuntaron un dedo acusador al cambio climático. La revista Bloomberg BusinessWeek, de hecho, publicó un artículo de portada con el título: “Es el calentamiento global, ¡estúpido!”
Los datos disponibles, sin embargo, lo niegan. Lomborg apuntaba en enero en un artículo para el Wall Street Journal que, medida en energía total (accumulated cyclone energy), la actividad de los huracanes ha caído a niveles que no se registraban desde la década de 1970. El último huracán de categoría 3 o más en tocar Estados Unidos fue Wilma en 2005. Sandy ya no era huracán cuando llegó a las costas de Nueva Jersey; los enormes daños que causó fueron producto de circunstancias que no tenían nada que ver con el cambio climático, como su choque con un frente de baja presión, la presencia de una luna llena que incrementó la fuerza de las mareas y el lento movimiento de la tormenta.
Estas circunstancias, en efecto, son similares a las que provocaron las devastadoras inundaciones de Tabasco en octubre y noviembre de 2007.
Lo anterior no significa que el cambio climático no sea un tema de inquietud o de acción, pero hay que abordarlo desde el punto de vista de la ciencia y no del dogma político.
Sí ha habido un incremento en la temperatura del planeta y todo parece indicar que es producto de la actividad humana. Este incremento se ha detenido en la última década, no sabemos exactamente por qué, pero es probable que se reanude en los próximos años.
Sin embargo, ni el tornado de Oklahoma ni la tormenta Sandy fueron producto del calentamiento global. Decirlo exhibe sólo un intento por medrar políticamente con tragedias humanas que no tienen nada que ver con ese proceso.
Michoacán
Ya el gobierno de Felipe Calderón mandó tropas a Michoacán en 2006 para pacificar el estado. El objetivo sólo se cumplió al principio.
Esperemos que el nuevo intento anunciado por el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, termine permanentemente con la anarquía que agobia a la entidad.
Fuente: Reforma
